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Los mejores discos de metal de 2018
La gente en general suele escuchar música para entretenerse y recrearse en lo conocido. Esto es algo que ocurre en casi todos los géneros, y es lo que explica que los discos más valorados de este año en el ámbito del metal sean refritos de black metal simplificado, hardcore o indie rock disfrazados o versiones retro de grupos mucho más antiguos, desde el stoner hasta el slam. Para los que apreciamos el metal como arte, esto no es suficiente, y los únicos álbumes nuevos que puedan sorprendernos son aquellos que se desmarcan de lo habitual y exploran nuevos terrenos en lugar de mantenerse dentro de la comodidad de las respectivas convenciones, siempre respetando o al menos reconociendo la tradición dentro de la cual se enmarcan. Naturalmente no podemos (ni queremos) abarcar todo lo publicado durante el año, sino únicamente aquello que nos ha llamado la atención de una forma u otra.
Nuestra selección de favoritos de este año es especialmente variada, y en ella están representados casi todos los subgéneros, de una manera u otra, con unos cuantos híbridos dignos de atención. Al igual que el año pasado, nos ha parecido de recibo incluir un segundo apartado con todos aquellos títulos que, sin ser a nuestro juicio obras redondas ni sobresalientes, sí presentan una o más virtudes que los hacen merecedores de un par de escuchas, aunque sea sólo como ejercicio analítico. A diferencia de 2017, este año las publicaciones de interés han sido más numerosas, y aunque muchas de ellas sean más excepciones que otra cosa dentro de un panorama fundamentalmente anodino y estéril, constituyen testimonios fieles del espíritu irredento, salvaje y feral del metal que aún vive en nuestros días.
Discos destacados de 2018
Cóndor - El valle del Cóndor (La Caverna Records)
Casi a finales del año nos llega el cuarto álbum de Cóndor, que a estas alturas son ya una formación consolidada tanto en términos de plantilla como de sonido y estilo. Este nuevo disco, a diferencia de sus predecesores, no se aventura en terreno desconocido y permanece dentro de fronteras estilísticas con las que el grupo se siente visiblemente cómodo. Esto redunda en una fórmula mucho más asentada, que troca experimentación por solidez, y en un primer momento desconcierta por ser mucho más suave y amable de lo que cabía esperar. En lugar de metal con influencias del rock progresivo, esto suena a prog rock metalizado, a lo que se suman rasgos de blues y, sobre todo, de folk rock, lo que confiere levedad pero también fluidez. Salta a la vista un esfuerzo de concisión notable, con canciones más cortas que de costumbre y una importante presencia de interludios, que lejos de resultar dispersos comparten una firme cohesión estética. La temática es aquí algo opaca por ser específicamente colombiana, aunque quizá lo que más cuesta asimilar es la falta de conflicto y agresión, hasta que uno se acostumbra y empieza a valorar lo que el grupo trata de hacer por encima de las propias expectativas. Llegados a ese punto, esta amalgama de estilos viejos convertidos en algo nuevo desvela toda su fuerza creativa, que dista de ser poca.
Cromlech + Infamous - Hammer of Triumph (Eremita Produzioni)
He aquí un compartido de lo más curioso, que con tan sólo 12 minutos de duración encierra música de gran interés por parte de dos de las formaciones más relevantes de los últimos años, cada una en su propio ámbito. En las tres canciones que componen este split, cada grupo intenta acercarse al sonido característico del otro, adoptando más o menos sutilmente algunos rasgos que aportan influencias positivas: más aspereza y concisión en el caso de Cromlech, y una curiosa variante más colorista y heavy metal por parte de Infamous. Este exitoso experimento supone una superación de la casi siempre rígida compartimentación de los estilos metálicos e ilustra bien la manera tan abierta de entender el metal que muestran las dos formaciones, una de las razones por las cuales ambas figuran entre los grupos más relevantes de la década actual.
Drawn and Quartered - The One Who Lurks (Krucyator Productions)
Retomando lo formulado en su último disco, Feeding Hell's Furnace, publicado hace nada menos que seis años, este infravalorado grupo de Seattle da un paso más allá en su death metal cromático y minimalista, pero sólidamente estructurado, para incorporar solos de guitarra, melodías y giros más coloristas que, lejos de desentonar con la fórmula de base, adornan e impulsan un conjunto con la misma intensidad de siempre. Esto no quiere decir que la música haya dejado de ser death metal de la vieja escuela, directo y pesado, pero las canciones que aquí pueden oírse comparten una nueva estética unitaria que las distingue de obras anteriores, haciendo que adquieran relevancia y novedad dentro de un estilo conocido. Para quien no lo supiera aún, Drawn and Quartered dejan claro que son artesanos del metal underground y partidarios de la mejor escuela conservadora que, desde Motörhead hasta Cianide, proporcionan siempre más de lo mismo pero en una mejor versión, más potente, más rápida y mejor ejecutada, cosa que los fans no podemos sino celebrar y disfrutar.
Espiritismo - Al Responder de los Muertos (Sons of Hell Prod.)
Aunque viera la luz a finales de diciembre de 2017, no tendría sentido dejar fuera de esta selección un disco tan señalado como este tan sólo por un puñado de días. En su segundo álbum largo, los argentinos Espiritismo afinan su sencillísima fórmula de raw black metal tradicionalista con temas largos y diáfanos que consiguen una increíble variedad mediante la simple manipulación de ritmos e intensidades, sin necesidad de complejas transiciones ni elementos importados. Lo que canción por canción podría resultar excesivamente sencillo y limitado adquiere un significado completo al considerar la obra en su conjunto, que se revela como un todo completo y diverso de gran poder expresivo. La atmósfera áspera y austera, acorde con la pureza del enfoque, es el soporte perfecto para unas voces que declaman en castellano conjuros mágicos de invocación a los espíritus, que no son sino fiel reflejo de lo que transmite la propia música, oscura y convincente, de esta formación porteña tan auténtica y entregada como radicalmente independiente.
Kever - Primordial Offerings EP (Autoeditado)
Cuatro años después de su fantástico primer EP, los israelíes Kever regresan con una continuación que supera todas las expectativas, como ya se confirma desde la espectacular intro íntegramente instrumental, una rareza a estas alturas. El grupo sigue cultivando un death metal sólidamente anclado en la vieja escuela americana de las formaciones más virtuosas, sumando a su enfoque personal de antes una mayor variedad formal que incluye solos perfectamente ubicados y ejecutados así como un uso estratégico de los sintetizadores para potenciar el efecto épico allí donde hace falta, un recurso que apunta a influencias más recientes, como Cruciamentum. Cada una de las canciones está primorosamente hilada y estructurada, rezumando personalidad y destreza, y manteniendo una duración global que no llega a la media hora, en un EP compacto y sucinto muy superior en calidad y contenido a la gran mayoría de álbumes contemporáneos de death metal que duran el doble. Con epés así, ¿quién necesita álbumes largos?
Mørketida - Panphage Mysticism (Werewolf Records)
El debut de este desconocido grupo de la Finlandia profunda nos trae un black metal lento y cadencioso, con escaso desarrollo formal, que no obstante sabe aprovechar las técnicas clásicas para generar algo propio y característico. Bebiendo del primer black metal europeo, sobre todo griego y checo, su estilo arcaizante consigue desmarcarse de sus influencias tanto por la producción densa y potente, que apuesta por el aspecto rítmico por encima del melódico, como por una atmósfera muy lograda que no se debe tanto a la afinación o la ingeniería de sonido como a un método de composición sencillo pero eficaz que utiliza sutiles progresiones lentas y repeticiones hipnóticas para envolver al oyente en su hechizo. La sorprendente variedad de formas dentro de sus limitaciones estilísticas y el hecho de que la música no canse pese a ser prácticamente instrumental, con una voz muy discreta que está ausente la mayor parte del tiempo, terminan de redondear un disco sin pretensiones que acaba resultando persuasivo e irresistible.
Nachtlieder - Lynx (Nigredo Records)
Este disco de portada tan hermosa como inusual es el tercer álbum de una one-woman-band sueca que por fortuna no tiene tanto que ver con la impostura comercial de Myrkur como con un proyecto personal más auténtico y sólido como es Witchblood. La música es un black metal agresivo de riffs cromáticos al estilo de los clásicos noruegos, con una cadencia y una melancolía propias de la música tradicional nórdica. A pesar de los toques modernos en la grabación y la producción, el contenido sabe valerse de las convenciones del género para esbozar un lenguaje propio dotado de una atmósfera atractiva, giros dinámicos y una ejecución potente. En esencia, Lynx no presenta nada novedoso ni revolucionario, pero eso tampoco es algo que se eche de menos; las canciones que incluye son suficientemente distintas entre sí, manteniendo una misma estética sencilla y solvente, lo que garantiza una escucha gratificante.
Necromaniac - Subterranean Death Rising EP (Iron Pegasus)
Desde un lugar tan improbable como la capital de la pérfida Albión nos llega una de las obras más impactantes del año. En su EP de debut, esta formación prácticamente nueva, aunque integrada por músicos que acumulan una vasta experiencia, exhibe un perfecto manejo de los estilos antiguos para crear una fórmula nueva llena de vida y poder. Proto-black, speed metal ochentero y las estructuras laberínticas del death clásico se funden en el mismo crisol, dando forma a un estilo propio sólido y cortante como el acero de aleación. La brevedad que conlleva un formato menor como es el EP juega aquí en su favor, ya que estos impresionantes 12 minutos, en los que hay sitio para reiterados asaltos frontales, meandros tortuosos e inesperados intervalos de un misticismo exaltado, y en los que no sobra absolutamente nada, dejan un poso intenso e indeleble con el que pocos discos de este año pueden rivalizar.
Siete Lagunas - I & II (La Caverna Records)
Siete Lagunas es un proyecto paralelo de los siempre inquietos guitarristas de Cóndor, que en esta ocasión desarrollan un black metal experimental sin límites en cuanto a la libertad para mezclar sonidos y elementos dispares. Esta publicación incluye las dos primeras demos de la formación, muy distintas entre sí a pesar del escaso lapso temporal entre ambas, y resulta muy interesante comparar la vocación naturalista y casi folk de la primera con el black metal crudo y profundo de la segunda. La producción precaria y los efectos ambientales caseros, lejos de ser defectos, adquieren aquí una dimensión de autenticidad que encaja a la perfección con la idea de mutabilidad y movimiento difuso que se desea expresar, la imagen de un viaje a través de parajes diversos vislumbrados entre las brumas de los bosques o la oscuridad de la noche. Tal vez la propuesta no sea del agrado de todo el mundo, pero su originalidad es tan manifiesta como su riqueza y ambición.
Solstice - White Horse Hill (Invictus Productions)
Veinte años han pasado desde el último larga duración de este longevo grupo inglés, y no pocos de ellos han sido empleados en crear y pulir la música contenida en este nuevo disco, que presenta una mezcla de doom metal al estilo Candlemass con fuertes influencias del folk británico de los sesenta y setenta, todo ello aderezado con un sonido fresco y remozado que hace que los géneros añejos antes mencionados respiren con vigor juvenil. El álbum está compuesto esencialmente por tres temas largos, aunque los interludios que gravitan a su alrededor son tan elaborados que cabe hablar de canciones en toda regla. El vocalista despliega un chorro de voz impresionante, que tal vez cargue a más de uno acostumbrado a oír exclusivamente rugidos del averno, pero no se nos debe olvidar que en el ámbito del heavy tener un buen cantante es un requisito irrenunciable. Tanto los sucesivos riffs como las distintas secciones están estructurados de manera magistral, con variaciones constantes que hacen que nada se repita si no es mucho después, lo que redunda en un dinamismo absoluto y realza una fórmula ya de por sí poderosa y evocadora a un tiempo, de una asombrosa singularidad.
Trenchant - Martial Chaos (Autoeditado)
Esta grabación de sólo tres canciones es la primera maqueta de un grupo que cabría calificar de joven por la brevedad de su existencia, aunque no en base a la edad de sus miembros, ya que todos ellos provienen de formaciones de renombre dentro de la escena black/death tejana, con muchos años de actividad a sus espaldas. Su música es un death metal crudo y sencillo, que podría describirse como una versión reposada de Angelcorpse, con influencias de otros grupos algo menos obvios, como los noruegos Molested. Sin ningún rastro de virtuosismo ni intención de innovar, Trenchant logra destacar no obstante debido a su claridad compositiva y capacidad de estructuración de los elementos de cada canción para conseguir piezas perfectamente centradas y organizadas, que se dejan escuchar y disfrutar una y otra vez. Por otra parte, su independencia y libertad a la hora de mezclar influencias y combinar rasgos estilísticos diversos es muy loable, y abre la puerta a futuras grabaciones que podrían ser tan conseguidas como sorprendentes.
Varathron - Patriarchs of Evil (Agonia Records)
Los veteranos de Ioánina regresan cuatro años después con otro fantástico trabajo de black metal griego en el que las clásicas melodías de guitarra y ritmos a medio tiempo, con profusión de teclados y punteos, se funden con nuevas influencias más recientes para conformar un sonido “modernizado”, en el mejor sentido del término. A diferencia de lo que podía escucharse en Untrodden Corridors of Hades, donde todas las canciones brillaban con luz propia, existe aquí una clara diferencia entre los tres primeros temas y el último, todos ellos sobresalientes, y los situados entremedias, que no están al mismo nivel, lo que da como resultado un disco excelente pero no uno soberbio como lo fue su predecesor. No obstante, tanto la logradísima atmósfera, que evoca a la perfección y por la vía estrictamente musical un antiguo culto esotérico, como la interpretación versátil y apasionada del vocalista, probablemente la mejor que ha efectuado hasta la fecha, son razones suficientes para no dejar pasar una obra solvente y altamente disfrutable.
Zealotry - At the Nexus of All Stillborn Worlds (Unspeakable Axe)
En este tercer episodio de su excepcional singladura, los estadounidenses Zealotry consiguen profundizar y optimizar la técnica desarrollada en su disco anterior, más centrado que el primero pero también menos complejo e inventivo, permitiendo que la sistematización llevada a cabo en el paso intermedio sirva como fuente de riqueza musical en lugar de constreñimiento formal. La instrumentación es fabulosa, con unas guitarras que hacen virguerías fascinantes y un bajista fuera de serie, todo ello dosificado en su justa medida, al igual que los demás recursos, para lograr el efecto adecuado sin saturar en canciones concisas y compactas que siempre saben cuándo acabar. El despliegue de habilidad técnica que aquí se muestra, lejos de ser vano exhibicionismo, se mimetiza con el carácter disonante y perturbador de la música para expresar la idea de desconcierto y desasosiego cósmicos que parece obsesionar al grupo. Al pulir su propia fórmula y desarrollarla formalmente, Zealotry ha ascendido, por la vía más difícil y meritoria, a ese nivel superior de expresividad, concisión y efectividad al que apuntaban los pronósticos más favorables.
Discos dignos de mención
Abhor - Occulta Religio (Iron Bonehead)
Esta veterana formación paduana se marca un nuevo álbum fiel a su estilo, consistente en mezclar el black metal solemne y tenebroso que exhibía Graveland en Carpathian Wolves con la música de órgano de iglesia que se oye en las películas de terror, alternando chillidos infernales con invocaciones de acento exótico. La música está literalmente inundada de teclados, lo que la hace un tanto repetitiva pero totalmente envolvente y cautivadora. En comparación con Ab Luna Lucenti, Ab Noctua Protecti, su disco de 2011 que comentamos en este mismo espacio, Occulta Religio tiene un toque marcadamente gótico, no tanto debido a las resonancias eclesiásticas como por las claras influencias del death rock, que no estaban tan presentes en álbumes anteriores y otorgan aquí un nuevo enfoque, no precisamente novedoso pero sí interesante. Aunque la fórmula sea sencilla y resulte muy familiar, a estas alturas el grupo sabe perfectamente lo que hace y le sale muy bien, con canciones variadas y compactas en las que hay sitio para el misterio, la belleza y una maldad oculta siempre acechante.
Blasphemous - Emerging Through Fire (Horror Pain Gore Death)
Catalogado en todas partes como “melodic black/death metal”, la música de este grupo oriundo de la costa este de EE. UU. es en realidad un power metal acelerado con influencias del black y sobre todo el death metal, un híbrido parecido a Bestial Mockery pero mucho más heavy. Su apariencia inicial es la de un batiburrillo, pero uno muy logrado, que en sus canciones breves y dinámicas realiza una reelaboración potente y efectiva de estilos archiconocidos. Las voces al estilo punk hardcore, perfectamente inteligibles, no desvirtúan una fusión que reivindica la fuerza de distintas variedades del metal sin traicionar ni pervertir la autenticidad de las mismas, en un disco que sigue agradando tras múltiples escuchas.
Corpsessed - Impetus of Death (Dark Descent)
Impetus of Death es el segundo disco de los finlandeses Corpsessed tras un debut (Abysmal Thresholds) que pese a no inventar nada resultaba muy sólido y convincente, siendo uno de los exponentes más destacados hasta la fecha de la variante de death metal que se ha dado en llamar “cavernoso”, creada originalmente por Incantation y resucitada más recientemente por los griegos Dead Congregation. Al igual que ocurre con el disco de House of Atreus comentado más adelante, este nuevo álbum es potente y está bien armado, pero su empeño por calcar milimétricamente a su predecesor lo hace incapaz de exhibir una personalidad propia. Además, desgraciadamente aquí no hay rastro de esos momentos estelares que se oían en su debut, en los que la tensión atmosférica alcanzaba cimas muy superiores a la miríada de formaciones que han trabajado este estilo durante el último lustro. Lo que hay es una escucha bastante decente, pero sin llegar a ser demasiado especial.
Cosmic Atrophy - The Void Engineers (Autoeditado)
Este extraño grupo sacudió en 2008 la escena death metal con Codex Incubo, un disco tan sorprendente como inesperado, que retomaba la herencia de Timeghoul en una época en la que nadie más se acordaba de aquella formación, antes de caer rápidamente en el olvido sin llegar a publicar un esperado e incluso anunciado segundo disco. Diez años después, su artífice principal, Cory Richards, vuelve con un nuevo álbum, acompañado en la empresa por Phil Tougas, que con esto suma su presencia en el único grupo de death metal de terror cósmico que se le escapaba, además de Zealotry y Chthe'ilist, este último fundado por él mismo. Más que una continuación, The Void Engineers suena como una remodelación del estilo original de Cosmic Atrophy, que gana en complejidad y ambición pero al mismo tiempo pierde en agresividad y concisión. La sobreabundancia de shredding que inunda este disco es verdaderamente impresionante y digna de ser oída, pero este virtuosismo satrianesco desestabiliza el equilibrio compositivo y hace que se pierda el enfoque, sobre todo en las canciones más extensas, dejando un conjunto ciertamente deslumbrante pero un tanto descompensado.
Faustcoven - In the Shadow of Doom (Nuclear War Now!)
Seis años después de su último trabajo, y con la seguridad que otorga una larga preparación, este ecléctico grupo noruego vuelve a la carga con un nuevo título en el que plasma de nuevo su obsesión por las películas de terror antiguas y sus ambientes macabros y sugerentes. Esta vez el estilo es más metal que en Hellfire and Funeral Bells, su disco anterior, que en esencia era una aproximación al blues desde el doom metal. Lo que aquí se oye, en cambio, es un doom extremo, entre melódico y solemne, con diversos préstamos estilísticos de las distintas variantes del metal, lo que redunda en una mayor energía y acción, a pesar de que ninguno de los recursos empleados podría calificarse de novedoso. Los ritmos son muy atractivos, y suenan cadenciosos y potentes, desmarcándose de la habitual indolencia del doom. Mucho más sofisticado y trabajado que la mayoría de propuestas de este tipo, la virtud de este álbum estriba en saber ver más allá de la encorsetada separación entre géneros, pero su defecto es contentarse con saltar de uno a otro sin terminar de definir una fórmula concreta y distintiva.
Goath - II: Opposition (Ván Records)
Este grupo alemán de reciente aparición saca todo el partido posible al war metal del que parte para ofrecer, mediante un sorprendente dominio de los tiempos y las transiciones, una variedad de ritmos y formatos de canciones impensable en la mayoría de formaciones con las que comparte género. Por desgracia el acervo estilístico es muy limitado y la gran flexibilidad formal no logra paliar la falta de textura y expresividad de un planteamiento que, se mire por donde se mire, no deja de ser un asalto frontal y poco más que eso. La destreza instrumental y compositiva que aquí se despliega bien merece un par de escuchas, pero sin un poco más de margen para una profundidad expresiva o una hondura épica (o las dos cosas, como consiguieron Heresiarch), la empresa no llega tan lejos como cabría desear.
House of Atreus - From the Madness of Ixion (Iron Bonehead)
Tres años más tarde, aquí llega la continuación del debut de este grupo estadounidense que tanto nos agradó en su momento. El estilo es exactamente el mismo que entonces, una mezcla del speed metal airoso y animado, apuntalado por sublimes riffs melódicos, propio de Arghoslent, con influencias del death metal sueco que aportan fluidez pero también convencionalidad. Precisamente en esa semejanza reside el problema, ya que estas canciones, por lo demás sólidamente construidas e interpretadas con soltura y convencimiento, son demasiado parecidas a las del primer álbum, que ya de por sí era un calco modernizado de los mencionados Arghoslent, pero calco a fin de cuentas, lo que quizá no reste enteros a la impecable factura de la música, pero sí a su interés y relevancia en términos más amplios.
Into Oblivion - Paragon (Autoeditado)
Después de unos cuantos años de preparación, esta formación canadiense hermanada con Cromlech saca nuevo disco, el tercero en su haber, en el que practica un death metal básico con influencias del black metal y un estilo "progresivo", en el sentido de que las composiciones son extensas y variadas. Aunque su estética en términos musicales sea propia y absolutamente distintiva, el método de ejecución flojea debido a temas excesivamente largos en los que la tensión que se intenta generar acaba por perderse al ser estirada en exceso. La forma de presentar los riffs y hacerlos variar en calidad de motivos, a la manera de la música clásica, es ciertamente original y muy eficaz, pero las estructuras son tan lineales y los ritmos tan redundantes que las canciones acaban resultando planas, sin nada que sacuda o sorprenda. Un formato de 8 a 12 minutos es más que suficiente para armar toda una sinfonía metálica, como ya demostró S.V.E.S.T. en su magnum opus, y aquí haría falta un poco de variedad y concisión para que este material se convirtiera en algo tan bueno como las últimas publicaciones de Cromlech.
Master's Hammer - Fascinator (Jihosound Records)
Nuestros checos favoritos han sacado disco nuevo en la misma onda explotada desde su reunión en 2009, obteniendo esta vez un óptimo resultado, con canciones más redondas y memorables. El estilo es comparable al de los álbumes más recientes de Samael, es decir, rock duro electrónico a lo Rammstein, pero sin el manifiesto afán comercial que caracteriza a esos dos grupos. Pese a seguir también estructuras convencionales propias del pop (temas breves con estrofa-puente-estribillo), Master's Hammer se distancia de ambos por el uso de arreglos grandilocuentes, recursos pomposos pero efectivos, como timbales y coros en falsete, y por la rareza de los temas escogidos para las letras, escritas en el impenetrable idioma checo, que añade más exotismo a lo que ya de por sí es bastante peculiar. Poco queda aquí de black metal en sentido estricto, aunque lo cierto es que el grupo nunca ha sido estrictamente metal casi desde sus comienzos. Compuesta por un cenáculo de señores mayores que desde hace años autoeditan sus obras, la excentricidad que rezuma esta formación, lejos de ser calculada o impostada, es un rasgo característico fundamental que explica, junto a su habilidad compositiva, la originalidad y pertinencia de este álbum.
Satan - Cruel Magic (Metal Blade)
He aquí el tercer disco de este viejo grupo ochentero tras su reunión en 2011, que proporciona una nueva dosis de proto-speed metal imbuido del sonido y el espíritu de la NWOBHM, en una variedad local de primitivo thrash metal que quedó rápidamente eclipsada por el fulgor de la escena de la Bay Area antes de haber podido desarrollarse por completo. A pesar de las apariencias, esto no es un álbum retro ni tampoco el típico producto actual y redundante de los grupos de los ochenta, en realidad es una continuación de aquello que Satan podría haber hecho en su momento de no haber desaparecido de la noche a la mañana a finales de los ochenta. Nada de lo que aquí puede oírse sorprenderá a quien esté familiarizado con el metal inglés de la época clásica, pero las canciones están tan bien hechas y suenan tan bien, adscritas como están a un estilo atemporal puro y sin pretensiones, sin necesidad de lavados de cara y producción para resultar atractivas (como Hell) ni de recomposiciones de obras más antiguas con finalidad comercial (como Judas Priest en su disco de este año), que pueden disfrutarse inmensamente por lo que son, sin verse uno obligado a especular con hipotéticas evoluciones o modernizaciones que probablemente no aportarían nada positivo.
Sorcier des Glaces - Sorcier des Glaces (Obscure Abhorrence)
Todo fan del metal teme que llegue el día en el que su grupo favorito, ya en la madurez de su carrera, saque un disco homónimo, con todo lo malo que ello suele conllevar. Por fortuna, esto no es un "black album" al uso, pero sí hay algunos indicios de que la cumbre estilística que hace dos años supuso North estableció un techo artístico muy difícil de superar. Este nuevo disco está planteado como una obra unitaria presentada en una sola pista, algo que no solamente es innecesario para la cohesión interna, bien asegurada por la sólida composición, sino que además resulta muy poco práctico para la comodidad de la escucha. Si por momentos North era excesivamente suave y meloso, este álbum lo es mucho más, alternando pasajes sobresalientes, de un black metal melódico altamente épico y emotivo, con otros muy inferiores, apoyados en recursos tan pobres y trillados como coros o seudoestribillos convencionales, guitarras acústicas y una melodía de estilo folk especialmente horrible, pasada la mitad del disco. El nivel compositivo y la coherencia estilística de siempre están aquí, pero el contenido no es nada que el hechicero de los hielos no haya hecho antes en una mejor versión.
Voivod - The Wake (Century Media)
Tras tomarse el tiempo necesario, los legendarios quebequeses están de vuelta con un nuevo larga duración en la misma onda que su anterior EP Post Society, con su clásica fusión de speed metal y punk con estructuras progresivas. La diferencia con aquella obra menor es que, a pesar de compartir la misma fórmula exitosa que se deja imbuir por el rock más moderno para revitalizar su sonido, esta vez los temas son más amables y menos agresivos, dejando el elemento puramente metálico en un plano excesivamente secundario, y resultando algo menos memorables que, por ejemplo, “Forever Mountain” o el homónimo “Post Society”. No obstante, Voivod rara vez han decepcionado en su larga carrera y búsqueda constante de nuevas formas de expresión, y este disco no es una excepción: las canciones son buenas y se dejan disfrutar, y conforman un conjunto muy sólido que en este caso puede escucharse más bien como álbum de rock, sin que ello empañe la experiencia.
Los suspensos
Breve introducción para quienes nos acusan de pecar de elitismo (y no sin razón): (i) “largo” o “extenso” en un sentido peyorativo significa que el disco o las canciones respectivas tienen una duración excesiva para lo que su contenido o enfoque podría admitir o soportar, por ejemplo, Hvis lyset tar oss tiene canciones positivamente largas, cualquier disco de black metal atmosférico de tres al cuarto no; (ii) el término “pop” a efectos estructurales no significa que el grupo suene superficialmente como Madonna o Prince, sino que las canciones presentan una duración corta o media, un formato básico y el uso de estribillos repetidos y melodías pegadizas, rasgos que pueden aplicarse a numerosos estilos aparentemente alejados del pop más canónico; (iii) el uso de etiquetas genéricas ajenas tales como “rock”, “post-metal” o “post-black” se refiere directamente a cómo suena la música en sí, aunque esto entre en contradicción con el supuesto género en el que nominalmente milita el grupo en cuestión según Metal Archives, las discográficas o los propios músicos. Hasta no hace mucho pensaba que estos tres puntos eran de sentido común, pero viendo que hay discrepancias al respecto, me veo en la obligación de realizar estas puntualizaciones.
Altar of Perversion - Intra Naos (The Ajna Offensive)
Pasados ya muchos años desde la aparición de su primer larga duración, aquí llega el segundo álbum de esta formación italiana que a todas luces no ha descansado hasta conseguir exactamente lo que se había propuesto, haciendo gala de una minuciosidad rayana en lo enfermizo. Intra Naos es ante todo una fabulosa obra de ingeniería de sonido, en la que todos los instrumentos y elementos diversos se escuchan a la perfección sin que la producción sea excesivamente cristalina ni la presentación demasiado obvia. Su música es un black metal enrevesado y sugerente, impregnado en una temática esotérica más que convincente, pero también en el gusto contemporáneo por las composiciones largas que no saben cuándo acabar. Los temas son tan extensos y ambiciosos que terminan por resultar desmesurados, ya que una intensidad prolongada en el tiempo se convierte irremediablemente en redundancia. En honor al grupo cabe afirmar que logra casi rehabilitar el estilo del post-black dignificándolo mediante riffs sólidos y una composición firme, pero no consigue evitar la languidez y entropía intrínsecas a dicho subgénero. Una versión abreviada y condensada de estas composiciones habría sido mucho mejor, esto satura y cansa en lugar de fascinar.
Angantyr - Ulykke (Northern Silence)
Esta veterana one-man-band danesa ha conseguido sacar, tras dos décadas de existencia, lo que probablemente sea su mejor disco hasta la fecha, un álbum de black metal de corte melódico a lo Gorgoroth, muy emotivo y bien ejecutado, con más de una melodía que uno se queda tarareando durante días después de haberla oído. Pese a su excelente factura, el formato no deja de ser excesivamente convencional, y al estar cada canción regida por un ritmo constante y una reiteración continua de los mismos motivos, uno tiene la impresión de haber escuchado no pocas veces algo parecido con anterioridad. El álbum bien merece una escucha, pero tan sólo convencerá a quien necesite una nueva dosis de este estilo concreto, porque la diferencia con otros grupos genéricos, como Sargeist o Taake, es mínima.
Ataraxy - Where All Hope Fades (Dark Descent)
Después de un debut prometedor en 2012, Revelations of the Ethereal, que conseguía definir todo un estilo de death metal moderno pero sin atreverse a desarrollarlo, aquí está el segundo disco de estos maños, tras dar el salto del muy digno sello nacional Memento Mori a Dark Descent, indudablemente con mayor proyección. El problema aquí, al igual que en el anterior, es que las canciones no llegan a arrancar, el ritmo es súper lento, casi anémico, y todos los riffs parecen ser de transición o puente, ya que ninguno es realmente memorable. Cada pasaje de estos temas parece el presagio de algo que nunca acaba de llegar y la impresión global es irremediablemente peor que la del primer álbum, porque si aquél era prometedor, este solamente aburre y decepciona.
Behemoth - I Loved You at Your Darkest (Mystic Production)
-PREMIO DEL AÑO A LA SIMPLEZA-
El que probablemente sea el grupo de metal más famoso de Polonia ha pasado por muchas etapas, desde unos inicios muy destacables en los que practicaba una variante de black metal primitiva y original, pasando por una fase death metal posterior algo más convencional y genérica, hasta su actual fórmula de shock rock con un barniz extremo, la misma que podía encontrarse en su último disco, The Satanist. Este nuevo álbum se inscribe dentro de ese último estilo, y es el capítulo más reciente de la particular lucha de su frontman Nergal contra la Iglesia Católica, cuya altura de miras teológica queda bien ejemplificada por títulos de canciones tan profundos como "God = Dog", dignos herederos de otros intelectuales de la música ruidosa como son Slipknot. Este combate antirreligioso le está saliendo muy rentable al grupo, que gracias a sus ventas y proyección aseguradas últimamente dedican más tiempo a buscar el outfit adecuado para su próxima sesión de fotos que a crear música con algún tipo de interés o desarrollo. Lo que se oye aquí es totalmente inofensivo y facilón, y hasta el eventual asalto de blast-beat de rigor para guardar las apariencias termina con un solo hard-rockero que nos recuerda qué es lo que quiere ser esta música, disfrazada con una estética ostentosa para esconder el vacío desolador de su contenido musical y conceptual.
Craft - White Noise and Black Metal (Season of Mist Underground Activists)
Para ser un grupo que hasta hace poco no actuaba en directo, estos suecos han entrado por la puerta grande en el circuito de festivales, promoción y, por supuesto, discos accesibles en sellos de gran tamaño. De ser una copia de Darkthrone más o menos potable, Craft se ha convertido en un grupo de black comercial al uso, es decir, de aquellos que en lugar de hacer black metal como tal prefieren retomar algo reconocible y familiar (rock, punk o heavy metal canónico) y disfrazarlo superficialmente para dar un barniz distinto al mismo contenido de siempre. Alguna de las canciones más ruidosas suena a la idea que podría tener Meshuggah de lo que es hacer black metal, pero la mayoría adopta un enfoque hard rock a lo Tesla, mucho más llevadero y digerible, que los recurrentes acordes de notas al aire con sonoridad maligna o el efecto de la guitarra que parece acoplarse con el altavoz, perfectamente planeado y enlatado, no logran ocultar. Su disco anterior de 2011 (Void) mostraba una patente desorientación, ahora está claro que han encontrado un camino a seguir, pero por lo que se ve han optado por hacer dinero en lugar de cultivar su arte. Cualquier parecido con unos verdaderos "Underground Activists" es pura parodia involuntaria...
Dimmu Borgir - Eonian (Nuclear Blast)
-PREMIO DEL AÑO A LA CONFUSIÓN-
No había vuelto a escuchar discos enteros de esta infame formación desde que hace muchos años se me ocurrió someterme a la tortura del heavy metal recalentado con teclados a lo Enya de Enthrone Darkness Triumphant y su sucesor, por lo que desconozco a qué aberraciones se han dedicado en el ínterin, y probablemente por eso la impresión ha sido más dura al abordar este engendro. A día de hoy, Dimmu Borgir crea música como los niños que en un cumpleaños mezclan varias bebidas en un mismo vaso para ver a qué sabe el resultado. Y la verdad es que este popurrí absurdo, que mezcla teclados de bandas sonoras de videojuegos, coros orquestales que no saben si tiran a Septicflesh o a Sisters of Mercy, riffs intempestivos robados a Iron Maiden y elementos sueltos aleatorios que recuerdan al atrezzo apolillado de un teatro, no tiene un sabor demasiado definido. El grupo quiere ser sinfónico, agresivo y pintoresco a un tiempo, y se queda por el camino sin conseguir nada en concreto. A la manera del pop, cada canción es completamente distinta a la anterior, pero es que incluso dentro de cada pista las partes son tan dispersas que no conectan entre sí, a pesar de unos arreglos ejecutados con habilidad, aunque totalmente convencionales. Quizá la comparación más acertada pueda establecerse con un musical especialmente aberrante, ya que dicho formato suele implicar una heterogeneidad de formas, falta de seriedad y el puro entretenimiento como objetivo. Me consuelo pensando que tal vez las últimas creaciones de Cradle of Filth sean aún peores, pero por el momento no me atrevo a comprobarlo.
Funeral Mist - Hekatomb (Norma Evangelium Diaboli)
-PREMIO DEL AÑO A LA INERCIA-
No contento con el fiasco artístico que supuso su disco de 2009, Maranatha, Arioch vuelve con un nuevo álbum exactamente en la misma línea, lo que elimina el factor sorpresa de la ya de por sí escueta lista de sus virtudes. Quienes hayan escuchado Salvation recordarán aquel black metal un tanto epiléptico, cargado de un exceso de samples y una solemnidad un tanto histriónica pero siempre dinámico, con hábiles riffs y una intensidad bien controlada. Aquí, en cambio, los momentos más potables son meros asaltos frontales sin ningún valor añadido, y el resto del contenido se divide en medios tiempos cansinos que no llevan a ninguna parte, como ocurre en muchas canciones de Marduk, o temas largos súper repetitivos con secuencias de drum & bass que se hacen eternas. Que algún riff suene medio bien es pura casualidad, pero lo que sí es constante es la omnipresente sobreproducción, una saturación de sonido que ni siquiera logra disimular, como antaño, que su autor no es un vocalista demasiado excepcional, pese a ser buen frontman, como este cronista ha comprobado personalmente. Cabe preguntarse por qué motivo este grupo sigue funcionando si sus mejores ideas ya fructificaron tiempo ha en Marduk y su nivel creativo es muy inferior al de la época en que sacó su primer álbum. Suponemos que será la inercia, la misma fuerza que conduce todo este cúmulo de obviedades desde sus primeros acordes monótonos y reiterados hasta su final abrupto sin ningún tipo de conclusión tangible.
Hooded Menace - Ossuarium Silhouettes Unhallowed (Season of Mist)
Con cinco discos a sus espaldas en un estilo muy similar, estos finlandeses son un buen ejemplo de cómo saber hacer algo más o menos bien pero acabar estropeándolo de tanto repetirlo hasta la saciedad. A nadie debería sorprender que la formación sea tan fácil de escuchar pese a inscribirse nominalmente en el subgénero minoritario del death/doom, teniendo en cuenta que es uno de los sellos más comerciales que existen el que le da cobijo. Su música no desagrada ni ofende al gusto, de hecho su falta de garra y contenido le deja a uno totalmente indiferente. Este nuevo título, como los anteriores, no hace sino darle vueltas a cosas que Amorphis o Sentenced ya hicieron mucho mejor hace tiempo, pero es que no hay nadie como los finlandeses para convertir subestilos del metal en productos atractivos y vendibles.
Immortal - Northern Chaos Gods (Nuclear Blast)
Celebrar que un grupo clásico “vuelve a estar en forma” después de varias décadas es un consuelo demasiado fácil que equivale a afirmar que los remakes de películas ochenteras no están mal porque conservan algo del encanto de las originales. Hay que admitir que este nuevo disco de Immortal, ahora en versión dúo después de la abrupta salida de Abbath, es lo mejor que ha hecho el grupo en casi veinte años. En él, Demonaz se revela como un vocalista bastante decente y Horgh confirma que nunca ha dejado de ser un batería muy competente. El álbum en general tiene más del estilo entrecortado y agresivo de Blizzard Beasts que de la oscura melancolía de Pure Holocaust, aunque por desgracia también hay margen para canciones más obvias que no desentonarían en Sons of Northern Darkness, sobre todo en las últimas pistas. El interrogante que se plantea no es tanto dilucidar si se trata de una apuesta comercial o no (la solución a este dilema es muy sencilla, basta con comprobar el tamaño del sello que lo edita) como preguntarse cuál es el sentido de este disco. ¿Acaso su aparición aporta algo imprescindible o colma un vacío que quedaba por cubrir? Para este cronista queda claro que responder afirmativamente es querer engañarse e ignorar la realidad.
Judas Iscariot – An Ancient Starry Sky (Ascension Monuments Media)
Pasados más de quince años desde la disolución de este grupo americano de mediados de los noventa, de pronto aparece lo que se publicita como el “álbum perdido”, grabado en 1999 y nunca publicado, para regocijo de fans nostálgicos que no tienen otra cosa en la que gastarse el dinero. Si el disco no salió en su momento es por una razón muy sencilla, que resulta evidente desde los primeros minutos: no está a la altura, y eso que estamos hablando de una formación que siempre se limitó a copiar a otros grupos, noruegos en su mayoría, que por aquella época estaban despuntando y no se conocían lo suficiente en el incipiente mercado americano, que Judas Iscariot supo capitalizar hábilmente desde el primer momento. Al escuchar estas canciones, que ya figuraban en las primeras maquetas de esta one-man-band, salen a relucir las influencias sin elaborar, sin toque propio ni asimilación, escupidas tal y como fueron adoptadas a partir de Darkthrone, Mayhem o Burzum, con ese enfoque genérico que caracteriza al conjunto de su discografía. Judas Iscariot siempre fue un also-ran, es decir, alguien que estuvo presente durante la época de esplendor sin hacer nada particularmente destacable, pero que supo venderse bien y compensar con olfato y dotes de mercader lo que le faltaba a efectos artísticos. Si un disco con tantas carencias como este puede venderse ahora es porque cualquier producto remotamente noventero tiene su legión de compradores, lo que dice mucho del mercado del metal extremo en la actualidad, y nada bueno.
Kriegsmaschine - Apocalypticists (No Solace)
Sorprende bastante ver a esta formación regresar con un estilo tan distinto y –por fortuna– de capa caída últimamente como es el post-black. En sus orígenes fue un grupo de raw black metal con buenos riffs, muy parecido a Mgła, de quien prácticamente es un proyecto en paralelo. Desconozco si su disco anterior ya se situaba en estas coordenadas, pero lo que aquí se escucha es post-metal en toda regla, rítmico y reiterativo, de una pobreza desoladora, muy lejos de A Thousand Voices, su primera obra de categoría. El aspecto percusivo tiene su interés por su diversidad y minuciosidad, pero adquiere tanto protagonismo debido a la apatía del resto de la música que acaba asemejándose al Roots de Sepultura. Los temas parecen todos iguales, como si se tratara de un ensayo o una jam, y se limitan a darle vueltas infinitas a algo que no llega a arrancar, confundiendo la generación de atmósfera con lo que en la práctica es pura indecisión. Cuando parece que el disco no puede ser más aburrido, aparece una secuencia de samples repitiendo durante varios minutos la misma frase en distintos idiomas, como en una instalación sonora de museo de arte moderno. Si el álbum está centrado en la idea de la desesperación, como dan a entender las letras, lo cierto es que la música lo clava, pero me temo que no de la manera en que lo entendían sus autores.
М8Л8ТХ - Reconquista (Militant Zone)
Este grupo con nombre de marca de ropa deportiva o discoteca de polígono a las afueras de Járkov ha cobrado cierta relevancia últimamente debido a su asociación con el cantante de trap de éxito anteriormente conocido como Famine de Peste Noire, que también colabora en la grabación. El disco es el típico subproducto de black metal mezclado con RAC seudofolkizante que intenta imitar el estilo de Temnozor sin una pizca de su talento, ya de por sí limitado, y con una producción aséptica que lo hace sonar enlatado y frío. El subidón constante en el que se apoya no permite ningún tipo de progresión ni profundidad compositiva. Para colmo, los recitados entre escupidos y rapeados de Famine tienen la única función de hacer que esto sea más vendible gracias a la fama del personaje, logrando el aparente oxímoron de producir un NSBM comercial. Cosas oyeres.
Mare - Ebony Tower (Terratur Possessions)
Si hay una característica objetiva que puede describir a la escena de Trondheim desde sus comienzos, que podríamos situar en Celestial Bloodshed, es que hacen lo mismo de siempre. Esto puede ser una virtud o un defecto, según el criterio de aquel que lo analice, y un servidor no negará que es una opción preferible a pasar alegremente a hacer post-black, pero el inmovilismo tampoco es una alternativa ideal por la sencilla razón de que no lleva a ninguna parte. Mare suena como cualquier grupo noruego medio decente de mediados de los noventa, con un vocalista más bien mediocre que intenta imitar a Attila Csihar y una atmósfera bastante efectiva que se consigue a costa de todo lo demás, porque el avance es muy lento y la repetición excesiva. Más allá de la posibilidad de ver directos de gente que aún conserve energía, cosa que puedo entender y de hecho comparto, no le veo mucho interés a apreciar algo solamente porque sea el “mal menor” dentro de la escena. Además de pensar que el mal debe ser siempre absoluto, soy de la opinión de que eso es conformarse con muy poco. El requisito mínimo para hacer música interesante debería ser tratar de buscar un enfoque nuevo y/o personal, como nuestros favoritos del año dentro del mismo subgénero, con Varathron a la cabeza.
Moenen of Xezbeth - Ancient Spells of Darkness… (Nuclear War Now!)
Celebrado por muchos como uno de los discos más “auténticos” de 2018, el debut de este novísimo grupo belga es un intento de recrear el sonido y el estilo del black metal de los noventa. Con una producción casera que hace que parezca grabado en 1990, la música es un black primitivo y pausado al modo de Beherit pero más apagado y ensimismado, con la presencia casi constante de unos teclados que parecen sacados de los primeros discos de Rotting Christ. El álbum no suena mal de por sí, pero es evidente que le falta personalidad, ya que todo su empeño es sonar como un calco del black metal primigenio, sin tener demasiado en cuenta el espíritu ni el mensaje de autenticidad e independencia del metal de aquella época. Estamos pues ante una propuesta claramente retro, que a diferencia del debut de Mørketida de este mismo año no utiliza los recursos clásicos de una forma personal y autónoma, sino que da rienda suelta a una nostalgia servil de una patente esterilidad.
Necrophobic - Mark of the Necrogram (Century Media)
El retorno de Anders Strokirk a Necrophobic es una buena noticia, cuyo efecto positivo pudo comprobar en directo este cronista. En estudio, el regreso del vocalista clásico se ha materializado en lo que tal vez sea el mejor álbum que ha sacado el grupo en mucho tiempo, lo que no quiere decir que dicho disco sea excelente ni mucho menos. A todas luces, Necrophobic ha intentado marcarse una continuación del death metal oscuro e imaginativo de The Nocturnal Silence, pero sus compositores actuales parecen demasiado influidos por el death melódico como para aproximarse del todo a aquel estilo primigenio. Algunos riffs individuales sí guardan cierta semejanza, pero las composiciones en su conjunto no tienen nada que se parezca a los fantásticos giros y piruetas ideados por David Parland en los primeros tiempos. De hecho, más de una canción incluye algún estribillo cantable al más puro estilo rock de estadio, propio de medianías como Amon Amarth. El álbum en general suena bien y se deja oír, pero está muy lejos de ser una segunda parte de su disco estrella o incluso un título relevante de por sí.
Nécropole - Solarité (Northern Heritage)
Esta nueva entrada es muy similar al Arrows of a Dying Age de Fin del año pasado, y adolece exactamente de los mismos defectos. Desde el primer momento sus magníficos riffs y ritmos animados causan muy buena impresión, pero pronto la estrategia se limita a una repetición continua de elementos sin llegar a construir nada, por no hablar de cuando aparecen segmentos de sonoridad thrash o crust architrillada que cambian completamente el registro y hacen que más que a black metal melódico esto suene al Smash de The Offspring. Estos fallos ya aparecían en las primeras grabaciones del grupo que, no obstante, en lugar de haber dejado madurar un poco más su trabajo se ha apresurado a sacar un debut, con el agravante de que de la plantilla original apenas queda un solo miembro para llevar a cabo toda la tarea. Para hacer buen metal, los riffs de calidad son algo muy positivo, pero una correcta organización es algo crucial. Aquí en cambio las canciones son planas y lineales, lo que da verdadera lástima, porque se nota que hay talento y hasta estilo propio. Con un poco de suerte, otra vez será.
Necros Christos - Domedon Doxomedon (Sepulchral Voice)
Este misterioso grupo berlinés nos presenta lo que parece ser su canto de cisne antes de una inminente disolución, materializado en un álbum en tres cedés (!) anclado en el reconocible death metal denso y reposado, aderezado con una multitud de interludios curiositos, que le ha granjeado la relativa fama de la que goza. Como en anteriores ocasiones, la atmósfera ocultista es tan convincente como sugestiva, y el estilo propio que caracteriza a la música hace que su sonido old-school remozado con un toque orientalizante resulte tan atractivo como siempre. Lo que no ha sido tan brillante es la decisión de incluir tantos temas en una misma obra, como si se hubieran visto obligados a grabar absolutamente todo el material que tenían preparado, con los arreglos de rigor pero sin ninguna criba o selección. Domedon Doxomedon mejoraría mucho si fuera un solo disco condensado, no sólo debido a su duración desmesurada, sino a que se nota claramente que hay canciones más flojas que otras, y habría sido preferible escoger exclusivamente las mejores. Esto, sumado a que la fórmula es exactamente la misma de siempre, hace que el resultado deje un poco que desear.
One Tail, One Head - Worlds Open, Worlds Collide (Terratur Possessions)
Esta formación es un poco más interesante que sus compatriotas Mare reseñados más arriba, con quienes comparte sello, ubicación y hasta algunos miembros. Su estilo es un poco menos canónico y admite influencias variadas, desde Ildjarn a Celtic Frost, para imprimir ligereza y algo más de garra, pero sin salirse del guion en ningún momento y mostrando el mismo ensimismamiento, lo que hace que inevitablemente su música resulte algo monótona cuando uno llega a la mitad del disco. En opinión de este cronista, el grupo comete el frecuente error de decidirse por el larga duración como si fuera el destino obligado de cualquier agrupación que se precie, cuando es más que evidente que muchas funcionan bien exclusivamente en formatos pequeños. Otro problema de fondo, tal vez más intangible, es que se nota demasiado que el punto de partida de estos músicos es sencillamente su gusto por hacer black metal, sin que haya una motivación o inspiración concreta que les lleve a decantarse por ese género en particular, a diferencia de, sin ir más lejos, Espiritismo o Infamous. ¿Cómo puede uno llegar a algún sitio si ni siquiera sabe hacia dónde va?
Peste Noire - Peste Noire - Split - Peste Noire (Militant Zone)
-PREMIO DEL AÑO AL SACACUARTOS-
Después de dos discos bastante decentes, Ballade cuntre lo Anemi francor (2009) y L'ordure à l'état pur (2011), en los que elaboraba una original e interesante mezcla de black metal sucio con música folk y/o electrónica, dentro de la tradición sórdida e irreverente de la Francia más marginal, que en la literatura abarca desde François Villon hasta Céline, hace ya unos años que Peste Noire sigue un sendero indefinido sin saber muy bien hacia dónde tirar. Tras reclutar al cantante de Horna, que aporta unos teclados a lo Moonsorrow que no pegan demasiado, en este nuevo álbum se decanta por una nueva vía, esbozada ya a través de los dos últimos singles publicados y el videoclip de “Le dernier putsch” de 2017, presentando un disco partido en dos, con una mitad "tradicional" y otra "degenerada". La parte tradicional es un refrito de lo que se oía en su primer disco (La Sanie des siècles) y suena más o menos bien pero sin sorpresas, mientras que en la degenerada Famine hace un intento de rapear sobre ritmos de trap y riffs reciclados de obras anteriores, en un intento de llamar la atención y sacar pasta, convenientemente publicado justo antes de las Navidades. Aunque parezca mentira, esto es música comercial, ya que por muy racista que parezca el tipo, y especialmente la portada, no hay que olvidar que el trap es el tipo de música que está en boga a nivel global, y no hay mejor estrategia de marketing que provocar para que todo el mundo hable de uno, como suelen hacer los sucesivos raperos de moda. Musicalmente aquí no hay mucho que destacar, se trata ante todo de una síntesis simplificadora sin valor añadido y muy fácil de escuchar, sobre todo en su segundo tramo. Visiblemente, la estrategia de vender gorras y camisetas a 25 euros en los puestos de los festivales ya no funciona, y había que pasar al siguiente nivel para poder mantener la casa de pueblo en Auvernia sin mancharse las manos con un trabajo normal.
Primordial - Exile Amongst the Ruins (Metal Blade)
Desde hace mucho tiempo estos irlandeses nos tienen acostumbrados a cotas muy altas de calidad y originalidad, pero parece que este año han tropezado con el primer escollo serio en su larga trayectoria. En sus últimos discos el grupo ya se había aproximado a un sonido algo más rockero con bastante éxito (Redemption at the Puritan's Hand), manteniendo siempre, junto a la sobresaliente voz de Nemtheanga, las frases largas de riffs grandilocuentes que daban entidad a sus composiciones y funcionaban como marca de la casa. Poco de esto último sale relucir en la música de este nuevo título, mucho más apagada y floja, como en una versión gris y ensimismada de lo que fue anteriormente. Los temas de Primordial nunca han sido especialmente breves, pero su extensión en este álbum es desmesurada para lo escaso de su contenido, lo que redunda en canciones planas y vacías que dan vueltas a unos motivos muy simples sin atreverse a desarrollarlos, asimilándose a la ligereza del rock pero sin impregnarse de su versatilidad e inmediatez. Después de un disco previo (Where Greater Men Have Fallen) que ya era una reiteración algo descolorida de su predecesor, en Exile Amongst the Ruins encontramos a un grupo yermo de ideas que visiblemente ha llegado a un impasse a efectos creativos y, si las obligaciones contractuales lo permiten, debería darse un respiro para evitar quemarse hasta un punto irreversible.
Runenwacht - Blutrecht (Northern Fog)
Este disco encierra un tipo de black metal que pese a ser muy sencillito no suena a típico e, inicialmente al menos, da la impresión positiva de tener cierta personalidad dentro de lo canónico, a la manera de unos Darkened Nocturn Slaughtercult. Según avanzan los minutos, el acierto de su fórmula parece deberse más a la casualidad que a la existencia de un plan premeditado, ya que muchas de las canciones, sobre todo hacia el final, se contentan con una fórmula sencilla y acomodada, e incluso las mejores están bien resueltas, pero sin llegar a ser espectaculares. Tal vez esto se deba simplemente a que por momentos sonó la flauta y parte del material salió especialmente inspirado, cosa que lamentablemente el grupo no supo aprovechar, ya que muestra sistemáticamente la mala costumbre de cambiar demasiado rápido de un buen pasaje al siguiente, sin darse cuenta del potencial de desarrollo de lo que estaba generando, que nunca consigue despegar hasta la altura que parecía prometer. Desconozco si en sus álbumes anteriores ocurrirá lo mismo, pero el hecho de que hayan ido sacando un disco cada año y poco casi desde que se juntaron no es muy buena señal que digamos.
Schrat - Alptraumgänger (Folter Records)
He aquí un álbum bastante raro en cuanto a su composición, ya que la segunda mitad de las canciones son, según los títulos, temas en directo (que ni siquiera suenan a directo), como si se hubieran pegado entre sí dos partes distintas para conformar una misma obra, con un resultado desigual y un tanto chapucero. No obstante, el comienzo sí es bastante prometedor, ya que las dos primeras canciones presentan un black metal de sólidos riffs cromáticos y altos vuelos, al estilo de Setherial o Frozen Shadows, pero por desgracia el nivel no se mantiene y acaba rebajándose a algo más convencional e inmediato. Este método de dar una de cal y otra de arena se extiende hasta el final, siendo el penúltimo tema (“Endzeitphilosophie”) el más sintomático, ya que empieza con un riff espectacular y lleno de energía que poco a poco se va fundiendo en trivialidades hasta extinguir su ímpetu. En términos generales, el material es muy decente, pero le haría falta mucho pulido y sobre todo una unidad de estilo e intención, a la manera del discazo que se marcaron Cirith Gorgor hace dos años. Con un patchwork como este, por mucho talento en bruto que exhiba, no se llega muy lejos.
Summoning - With Doom We Come (Napalm Records)
Con mucha menos anticipación que la última vez, los austriacos Summoning sacan nuevo disco en su línea consagrada de largas frases épicas y ampulosas de rebuscada temática tolkieniana. El estilo es el mismo que en Old Mornings Dawn, y es que, a diferencia de otros álbumes, para este no se ha partido de cero, sino que se ha reelaborado parte del material desechado para el disco anterior, lo cual lamentablemente se hace notar en más de un aspecto. En sus mejores momentos ("Silvertine" y "With Doom I Come"), la música muestra el mismo brillo de siempre, pero en el resto de canciones llega a ser aburrida y redundante, excesivamente acomodada para quien esté familiarizado con el nivel habitual que exhibe este grupo, probablemente porque en origen se trata de descartes. En lugar de contentarse con este título disfrutable pero sin duda menor, para los amantes de las baterías programadas y la ambientación sugerente recomendamos el nuevo y mucho más inesperado disco de Dead Can Dance (Dionysus), que sin ser sobresaliente al menos se atreve a probar cosas nuevas.
Tribulation - Down Below (Century Media)
-PREMIO DEL AÑO A LA FARSA-
Este disco no debería figurar en la lista en sentido estricto, porque no es de metal, sino de rock gótico, de un tipo especialmente simple y genérico, pero rock gótico al fin y al cabo. Lo que nos interesa en él es que constituye un buen ejemplo de cómo funciona a día de hoy el “metal”: cualquier bazofia guitarreada con un señor gritando puede adscribirse, con un poco de imaginación y mucha publicidad, a algún subgénero metálico. Así es como "progresa" la música comercial, adoptando características externas desarrolladas por otros para cambiar superficialmente sin llegar a evolucionar de veras, en lo que si fuéramos un poquito más pedantes nos atreveríamos a calificar de “gatopardismo” musical. Se supone que Tribulation fue un grupo de death metal en algún momento, que un buen día cambió de estilo para triunfar comercialmente, un salto que no fue el primero ni mucho menos será el último en dar, pero eso no es lo importante. Lo relevante es preguntarse cómo un álbum tan flojo y poco original como este puede tener su audiencia cuando, dentro del mismo estilo de rock gótico emparentado con el metal, el Aégis de Theatre of Tragedy o cualquier disco de Type O Negative son netamente superiores en todos los aspectos. La respuesta es sencilla: el tiempo pasa y constantemente hacen falta nuevos productos para saciar a un público ávido de novedades que no se para a reflexionar mucho acerca de lo que está escuchando. En las manos de cada nueva generación está el poder de sobreponerse a estas estafas y reivindicar lo bueno, sea actual o de un pasado remoto.
Watain - Trident Wolf Eclipse (Century Media)
-PREMIO DEL AÑO A LA DEGENERACIÓN-
Que un grupo famoso reciba alabanzas unánimes por haber "regresado a sus orígenes" es normalmente motivo suficiente para echarse a temblar. Lo malo de Watain no es que hayan hecho "baladas" a lo Bon Jovi, de hecho esas baladas quizá sean lo más decente de su disco anterior, The Wild Hunt. El problema es que desde su actual posición de relevancia en términos comerciales y publicitarios se dediquen a vender como black metal lo que no es más que un batiburrillo de técnicas copiadas de otros, desde Dissection hasta Dark Funeral, y reproducidas sin más fin que hacer música atractiva y comercializable. Hace tiempo que a esta formación se le subió el éxito a la cabeza, si es que acaso el éxito no era su meta desde el principio, como sugieren no pocas de sus declaraciones públicas. Con canciones cada vez más breves y sencillas, construidas con un par de elementos simples repetidos de continuo, como singles de música pop, Watain son los Dimmu Borgir de nuestra era, y su música es tan vacía como insaciables son sus ansias de triunfar en el mercado. Si Sworn to the Dark fue el comienzo del sometimiento al dictado de las modas y Lawless Darkness su salto al rock disfrazado de metal, este álbum es una nueva confirmación de que estamos ante un mero producto completamente plano fabricado en exclusiva para entretener y sacar dinero.
Xibalba Itzaes - Ah Tza Xibalba Itzaes (Nuclear War Now!)
Había grandes expectativas puestas en este álbum, el primero completo de esta formación después de nada menos que veinticuatro años. Por desgracia, poco hallamos en él de la atmósfera de los primeros discos de Burzum en la que se inspiraron para crear las canciones únicas y diversas de su debut, Ah Dzam Poop Ek, y mucho del estilo Darkthrone más inmediato y crudo al que se han dedicado últimamente. De hecho, esta nueva obra puede concebirse como una reelaboración de su EP de 2015, Ah Tza!, estirado y trufado de interludios excesivos hasta superar apenas la media hora de duración. Pese a lo disfrutable de sus riffs agresivos y virulentos, ninguno de los temas presentados deja margen para un desarrollo, por reducido que sea, lo que nos hace suponer que en la composición de este disco se ha puesto tanto esfuerzo como para elegir su título.
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