Pensées Nocturnes – Douce Fange (2022)


Pensées Nocturnes – Douce Fange (Les Acteurs de l’Ombre, 21 de enero de 2022)

Fiel a su cita en el primer mes del año, este peculiar conjunto parisino vuelve a la carga con un nuevo disco, seis años después de À boire et à manger, un álbum muy elogiado en estas páginas, y tres después de su disco anterior, Grand Guignol Orchestra, del que no comentamos nada porque, sin llegar a horrorizarnos, lo cierto es que no nos convenció. La diferencia entre uno y otro estribaba en que en el más reciente el grupo pasó de proyecto unipersonal a banda completa, pero lejos de capitalizar la ampliación de plantilla se dejó llevar por la temática un tanto trillada del mundo circense y terminó por convertirse en una versión algo genérica y caricaturesca de sí mismo. En este flamante Douce Fange, el aspecto compositivo está más cuidado, el concepto es más interesante e incluso parece que las canciones son más versátiles y memorables, lo que hace que estemos encantados de volver a hablar de Pensées Nocturnes.

El estilo del grupo puede seguir definiéndose mediante un largo sintagma como el que aventuramos en nuestra reseña anterior: black metal fusionado con música cabaretera, circense, swing y music hall francesa de la primera mitad del siglo XX. En términos de ejecución, la fórmula suena mejor que nunca, con mayor cohesión y soltura, pero también mejores voces e incluso coros. El creador de todo esto, anteriormente conocido como Vaerohn y en la actualidad como Léon Harcore, ha afinado su peculiar manera de cantar con un chorro de aire, como quien sopla una trompeta, y es capaz de alcanzar registros más amplios y una mayor potencia. Como en anteriores ocasiones, está respaldado por dos cantantes invitados que aportan variedad en el aspecto vocal. Esta vez, la multitud de instrumentos distintos (incluyendo un órgano y un saxofón) suma en lugar de distraer, ya que se emplean con un gran sentido de la dosificación y la oportunidad.

Como ocurría en À boire et à manger, las canciones de este disco están muy trabajadas y son realmente únicas y muy reconocibles. Instrumentos y elementos de lo más dispar se funden de una manera sorprendentemente compacta a pesar de la marcada heterogenia, y cuando uno se acostumbra a la especie de cabaret aberrante que se despliega ante sus oídos, el conjunto acaba sonando bien, o al menos con la suficiente coherencia. Si esta música funciona es por dos razones muy concretas: la primera, que a pesar de los múltiples adornos y añadidos, la música es metal de verdad y funciona como tal, lo cual le da una base sólida y estable, a lo que contribuye el hecho de que los instrumentos de viento sean reales y no sampleados; y la segunda, que la fusión es genuina y se muestra como tal, sin ironías, edulcoramientos ni concesiones, razón por la cual esta mezcla imposible de música vieja y metal, guste o no, tiene el sello de la autenticidad marcado a fuego sobre su piel mestiza.

Buena parte del encanto de este nuevo álbum y también de Pensées Nocturnes como proyecto es la estudiada mezcla entre lo sórdido y lo atractivo dentro de la cultura francesa que sirve al grupo de inspiración. Esto se intuye a través de sus portadas siempre llamativas, pero alcanza toda su dimensión cuando se explora el contenido de las letras. Obviamente esto es un freno a su capacidad de exportación, porque no solamente es necesario saber bien francés, sino tener un nivel prácticamente nativo para captar los incesantes juegos de palabras, los arcaísmos y las numerosas referencias que encierra la obra, cosa que este cronista consigue a duras penas a pesar de llevar toda la vida hablando ese idioma. Para que se haga una idea el lector hispanohablante, en este disco, que aborda a grandes rasgos la fijación de la cocina francesa por la casquería y otros alimentos no aptos para todos los estómagos, hay dos canciones sobre canibalismo, una sobre necrofilia y otra sobre sexo sórdido y denigratorio, lo que conforma un todo tan peculiar como perturbador al mismo tiempo.

Uno de los encantos de Douce Fange es tratar de identificar las referencias musicales insertadas en las canciones. Como revelaba en la entrevista que le hicimos hace unos años, el bueno de Léon disfruta de lo lindo escondiendo estos discretos huevos de Pascua para que sus oyentes den con su origen, desde la música clásica, con una danza húngara de Brahms, hasta la chanson française de Édith Piaf o Lucienne Delyle. Pero lo que más sorprende es descubrir cómo en mitad de una de las pistas se recita entero el soneto erótico “L’Idole” que escribieron al alimón Verlaine y Rimbaud, o que otra de las canciones (“La Semaine sanglante”) sea en origen un himno revolucionario de la Comuna de París. Los numerosos samples funcionan de la misma forma, remitiendo a películas o momentos televisivos míticos de la cultura popular francesa que son un deleite para quien tenga interés en ese mundo. Pero hay que recalcar que nada de esto haría que el disco mereciera la pena si la música no estuviera a la altura, porque de no ser así el conjunto no pasaría de frikada curiosa.

Convenza o no a quienes lean estas líneas, lo cierto es que no hay muchos grupos como Pensées Nocturnes. No hablo tanto de su afición por el humor francés de dobles sentidos constantes e ironías sarcásticas como de su manera original y sutilísima de combinar las cosas que le gustan de su país con las que le repugnan y plasmarlo de una manera musicalmente sólida e impactante. Esto es lo que hace que Douce Fange tenga sentido y sea pertinente, y a ese respecto cabe la comparación con los primeros Peste Noire, de los que este grupo parece haberse inspirado en buena medida, más allá de las iniciales compartidas. Mientras que Peste Noire abordaba esa dicotomía desde un punto de vista histórico y cultural reaccionario, Pensées Nocturnes lo hace a través de una exaltación festiva de las glorias y miserias cotidianas, y eso lo vuelve al mismo tiempo más inmediato y más disfrutable, por no mencionar que el grupo está envejeciendo bastante bien, a diferencia del notorio estancamiento de Peste Noire. Ese logrado carácter a la vez decadente y desenfadado puede apreciarse a través de la música aunque uno no entienda el idioma, y quizá sea ese el mayor atractivo para el oyente no francófono.

Escuchando: Amon – 1990 – Realm of Evil (Demo)


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