NOVIEMBRE DE 2019 - SAMMATH - ACROSS THE RHINE IS ONLY DEATH (2019)Pasados ya cinco años desde el anterior y celebrado trabajo de Sammath, la bestia de la guerra capitaneada por Jan Kruitwagen trae consigo un nuevo título, Across the Rhine Is Only Death, para cuya creación se ha tomado todo el tiempo necesario, sin prisas ni imperativos de agenda, lo cual es invariablemente positivo para cualquier manifestación artística. En discos previos, la formación evolucionó desde un black metal melódico imaginativo y vertiginoso (Strijd), pasando por un asalto cromático y sombrío (Verwoesting y Dodengang) y una explosión de agresividad apoteósica (Triumph in Hatred), hasta alcanzar una cumbre de intensidad con una fusión compacta y definitiva de las virtudes de death, black y war metal (Godless Arrogance). En una primera aproximación, el nuevo álbum es muy similar a su predecesor y funciona de la misma forma. Las canciones son un poco más largas que en Godless Arrogance, y algo más pausadas, a pesar de mantener la mezcla característica de ofensiva frenética y furiosa con retazos de melodía que vuelan como proyectiles en medio de una batalla. Esto nos podría hacer pensar en una obra algo redundante, o incluso una suavización del mismo método, pero como veremos más adelante, ninguno de esos dos reproches potenciales da en el blanco. Sammath - Across the Rhine Is Only Death (Hammerheart Records, 2019) Como ocurría con su predecesor, el álbum podría recordar en su intensidad a algún disco especialmente sobresaliente dentro del ámbito del war metal, como el formidable debut de Heresiarch (Death Ordinance), pero el hecho de beber de muchas más fuentes produce un resultado más variado y abre más posibilidades a pesar del monocromatismo aparente. A la patente influencia del war metal se une el sistema de interconexión de riffs propio del death metal así como un intermitente flujo de melodías que remite al black metal más hermosamente salvaje. Esto permite evitar la monotonía inherente a la práctica totalidad del primer género mencionado, dando pie a una organización diversa y multiforme dentro una fórmula completa y singular. La sección rítmica parece más orgánica que otras veces, con un nuevo batería que sufre por seguir las virguerías de la guitarra y de esa forma, paradójicamente, otorga más viveza al instrumento que quien le precedió. Se intuye que hay dos guitarras en juego, aunque la ausencia de división de funciones hace que parezcan una sola, ubicua y todopoderosa, que llena todos los huecos sin un solo respiro, con el bajo siguiendo discretamente a lo lejos, añadiendo textura y robustez. Como en otras ocasiones, la voz es quizá el elemento al que más cuesta acostumbrarse, ya que se trata de un graznido agudo y extraño, pero además de ser muy personal, permanece siempre en un segundo plano por detrás de las guitarras, por lo que no llega a desentonar ni molestar en exceso. Incluso un avezado fan del metal extremo necesitará varias escuchas antes de dejar de escuchar una mezcolanza caótica y ruidosa, y empezar a percibir la música con mayor nitidez. Esto no solamente permite gratificantes escuchas reiteradas, que nunca son exactamente iguales, sino que hace que poco a poco se vayan descubriendo nuevos matices y dimensiones que no podían atisbarse a simple vista, ya que operan en un plano más profundo. Paulatinamente se observa que todas las canciones están construidas a conciencia y pulidas hasta que todo encaja, y cada una de ellas tiene una estructura y función diferentes, tanto en su duración como en su finalidad. Al comenzar a familiarizarse con ellas, uno empieza a apreciar los detalles y a disfrutar de su contemplación, por ejemplo, la fluidez y suavidad con la que se efectúan los cambios de ritmo (“All Lay Dead in the Slit Trenches of Calcar”), con transiciones casi imperceptibles de lo bien hiladas que están, la habilidad que permite al grupo repetir un mismo motivo con varias formas e interpretaciones hasta desarrollar una canción completa de apariencia más compleja (“Bitter Fighting Amongst the Dead”), o la manera exquisita de mezclar una epicidad melódica con una atmósfera de infausta desolación en un mismo tema (el homónimo que cierra el disco). Todo esto contribuye a conformar una verdadera obra de arte a efectos de estructura y armonía. Como decíamos al comienzo, el parecido con Godless Arrogance es muy marcado, pero esto puede concebirse de una manera distinta de la mera redundancia. Across the Rhine Is Only Death es menos directo y avasallador, cuenta con más puntos de inflexión e incluso partes lentas (“Totenhügel”), por lo que podríamos hablar de un enfoque más pausado y paulatino de un mismo proceder, que por su naturaleza resulta reconocible y nuevo a la vez. Esto salta a la vista en la temática abordada, que ya no es la majestuosidad de las grandes operaciones de mediados de la II GM del disco anterior, sino la fealdad y angustia de los combates en las postrimerías de la guerra, con las tropas enfangadas en trincheras heladas en torno a los bosques de Bastogne o tratando de mantener a la desesperada la Línea Sigfrido cuando la derrota ya era evidente. Lo que sí es común a ambos álbumes es la fascinación por el belicismo y la destrucción, que no son un gusto por la guerra ni tampoco una denuncia de sus horrores, sino un punto intermedio, sin moralidad ni lecciones, una pura inmersión en la absurdidad de la barbarie y la certidumbre e inminencia de la aniquilación tal y como pudieron haberlas vivido los soldados de la época. En lugar de un paso adelante, como cabía haber esperado en los pronósticos más optimistas, estamos por tanto ante una reformulación parcial de la fórmula de Godless Arrogance, que quizá sorprende un poco menos, pero no por ello es infructuosa ni mucho menos carece de interés. Belisario, diciembre de 2019 |
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