JULIO DE 2017 - DISCO DEL MES:
HERESIARCH - DEATH ORDINANCE (2017)
La reseña de este mes va a ser un tanto atípica. Por lo general acostumbro a glosar discos sobresalientes, en los que todo son aciertos y suelen ser raros los rasgos menos positivos. En el caso que nos ocupa, junto a lo que refulge también hay algunas sombras, pero este contraste no es uno que lleve a descartarlo a la ligera, sino más bien a discutirlo y analizarlo en profundidad. Estoy hablando del debut en larga duración de los neozelandeses Heresiarch, que tras dos EP excelentes (Hammer of Intransigence, de 2011, y Wælwulf, de 2014), entre los cuales tuvo lugar una visible evolución, habían suscitado grandes expectativas, por lo menos en lo que a esta tribuna respecta. El grupo supo escoger la vía difícil, la que consiste en sacar ediciones menores para trabajar su estilo en pos de un primer disco más firme y rodado, en lugar de publicar directamente un álbum entero a medio hacer, como ocurre con tantas y tantas formaciones nuevas que no se dignan siquiera a distribuir una maqueta para recabar indicios e impresiones. El problema con Death Ordinance no es que sea un mal disco, cosa que no es, o que traicione las expectativas, que tampoco, al menos en gran medida, sino que tampoco va más allá de lo que cabría esperar en términos optimistas pero previsibles, lo que tiene como resultado que no consiga ser una obra sorprendente y espectacular cuando todo indicaba que podría llegar a serlo. Los ingredientes que llamaron la atención en sus dos EP están aquí: las influencias war metal bien entendidas, es decir, no simplistas, la técnica de riffs de Incantation empleada con destreza y sin monotonía, y un sentido del ritmo machacón y guerrero, poco convencional, que remite a la música característica de sus paisanos Diocletian, pero sin resultar tan redundante. El fallo estriba en que ese salto evolutivo entre un primer EP que condensaba todas las virtudes del war metal y el death old school y un segundo que depuraba la intensidad para expandirse en estructuras más amplias y minimalistas, pero cargadas de una tensión abrumadora, no ha vuelto a darse, y este primer disco completo que tenemos aquí suena a todo lo bueno que Heresiarch ha hecho anteriormente, pero sin desarrollos ni avances, más allá de la mera duración extendida, lo que, a oídos de quien suscribe, no supone un álbum malogrado, mas sí una oportunidad perdida.
Heresiarch - Death Ordinance (Dark Descent Records, 2017)
Uno de los rasgos más reconocibles del grupo es su carácter marcial y bélico, que sale a relucir desde el primer momento a través de los redobles de batería de resonancia militar y la recreación de un ambiente opresivo e infausto propio de los instantes previos a un bombardeo o un asalto de carros blindados. La fórmula de Heresiarch es ciertamente una de las cosas más agresivas que uno pueda echarse a la cara en términos de metal underground, aunque no es esa su virtud más reseñable, sino su destacada visión estructural, que le permite dotar de personalidad única a cada una de sus canciones, amén de ordenarlas de forma lógica y coherente a lo largo del disco. De esa forma, el álbum puede escucharse como la banda sonora de un conflicto armado, con sus batallas, sus tragedias y sus intervalos de tensa incertidumbre. El grupo se desmarca hábilmente de la mayoría de clones de Incantation por su flexibilidad al combinar distintas velocidades y enlazar cambios de ritmo que también son cambios drásticos de atmósfera. Al mismo tiempo, logran que el componente war metal proyecte una verdadera emulación sonora de la guerra, en lugar de limitarse a un punk primitivo y simplón disfrazado de metal minimalista, como suele ser el caso bajo dicha etiqueta. Los temas iniciales funden ambas influencias, sumando una marcada sensibilidad rítmica, en canciones cada vez más largas y con mayor grado de detalle (pistas una a cuatro). Poco antes de llegar a la mitad del disco, comienzan a alternarse temas breves de gran intensidad con otros mucho más extensos y pausados, con una voluntad entre épica y ambiental, lo que garantiza la variedad y el equilibrio. Esta supraestructura funciona muy bien y denota una admirable capacidad de organización, pero uno echa de menos ese pasaje imprevisto, esa salida inesperada y fascinante, en definitiva, ese elemento de rabiosa originalidad que convierte a una canción en memorable y a un disco en absolutamente único e imprescindible.
Lo que le falta a Death Ordinance es, en definitiva, dejar de sonar a una mezcla lograda de Blasphemy, Incantation y Diocletian para empezar a sonar a algo que sólo quepa definir como Heresiarch. El resultado es a todas luces bueno y merece una o más escuchas, pero aquí hay potencial para mucho más. Prueba de ello es el quinto corte, uno de los más breves, que fabrica una tensión exquisita, sin ser del todo lenta ni estar tocada a medio tiempo, sino algo intermedio, semejante casi a lo que cabría denominar como un ambient bélico, apto para servir de música de fondo en un documental sobre la Primera o la Segunda Guerra Mundial, como sugiere la sombría portada. No obstante, el grupo tiene visiblemente la capacidad de pasar de una mera recreación a la expresión de algo intangible, más allá del ruido de los proyectiles y el fragor del combate, una encarnación sónica del espíritu destructor de la guerra, tal y como podía oírse en el último tema de su segundo EP, de nombre Endeþrǽst. Es posible que en un título futuro se llegue a conseguir algo de estas características, porque talento no falta, solamente la voluntad y sobre todo el trabajo de crearlo. La presente reseña recalca puntos negativos junto a los positivos, como se anunció al principio, pero si este disco figura aquí es porque vale la pena por lo que es, con sus aciertos y sus carencias. Los álbumes no se dividen en buenos y malos, blancos y negros, sino que hay toda una zona intermedia de grises en cuyas franjas más elevadas a menudo es provechoso bucear. Puede que Heresiarch no haya dado en esta ocasión con la mejor expresión de su espíritu black metal envuelto en técnicas death metal, pero su forma de superar con solvencia las limitaciones del tedio trivial que suele ser el war metal e incorporar influencias rítmicas y atmosféricas de manera elegante y poco servil redunda en una experiencia auditiva convincente y cautivadora, y apunta a que posee la habilidad suficiente como para terminar desarrollando un estilo que sea exclusivamente suyo, a pesar de militar en géneros ya consagrados, como le ocurre a los aclamados Dead Congregation, a quienes incluso se asemejan lejanamente en su forma de pintar paisajes con trazos sencillos pero reconocibles que acaban desvaneciéndose en finales abiertos. Probablemente no estemos ante el disco del año, pero sí frente a uno de los más destacados y, sin duda, uno de los más disfrutables en lo que va de año.