Boarhammer – II: Chemognosis – A Shortcut to Mushrooms (2024)


Boarhammer – II: Chemognosis – A Shortcut to Mushrooms (Naturmacht Productions, 26 de enero de 2024)

Apenas comenzado el nuevo año, tenemos ya el primer disco interesante que comentar. Pasados dos años escasos de la publicación de su maqueta inicial, que nos sorprendió tan gratamente que halló un hueco entre los finalistas de nuestra lista de mejores álbumes de 2021, el dúo alemán Boarhammer presenta un primer larga duración con el mismo estilo de black metal primitivo y ritual que hizo de aquella demo una propuesta tan personal como convincente. Formalmente pueden asemejarse a los Darkthrone de las últimas dos décadas, pero con más ideas y convencimiento, y sobre todo una sana ausencia de esa aura de agotamiento creativo que desprenden los noruegos en muchas de sus grabaciones más recientes. Respaldados ahora por un sello a la medida de su idiosincrasia (Naturmacht Productions de Finlandia, que también alberga a Havukruunu), el grupo ha encontrado el soporte adecuado para su peculiar enfoque.

Al igual que en la maqueta, esta formación pergeña una curiosa mezcla del black metal de la primera ola con elementos del heavy metal, punk, hard rock y hasta blues, que consigue funcionar sin colapsar debido a que se debe más a una selección cuidadosa de influencias que a un afán por ampliar la paleta estilística como fin en sí mismo. A diferencia de la demo, aquí hay más interludios y también más generación de lo que cabría definir como “ambientación” (que no atmósfera), con la recreación de un ritual alucinógeno como eje central de la propuesta. Así, el disco narra la historia de lo que parece un viaje lisérgico por el bosque, en el que no se sabe qué es real y qué es producto de una imaginación alterada. Además de recordar a Darkthrone en su mezcla de proto-black metal con otros géneros ochenteros, la fórmula remite también a Isengard en su manera de crear un mundo que determina los recursos musicales empleados, en lugar de intentar hacer la operación inversa y fracasar.

Pese al formato ampliado, el grupo hace gala del mismo tipo de producción cuidadosamente casera, con percusión muy ruidosa y sonidos estridentes, pero lo bastante clara como para que todo se oiga. El resultado más tangible de esta apuesta lo-fi es una especie de eco continuo en los instrumentos y las voces que, en lugar de molestar, produce una aspereza característica muy atractiva, especialmente a nivel de la batería, deliciosamente cruda y contundente. Las voces tienen mucha personalidad, e incluyen pasajes recitados que constituyen buena parte del encanto, pero casi más protagonismo tienen los recurrentes y logrados giros de guitarra, con riffs sencillos pero potentes que catapultan la acción y terminan de redondear cada tema, y encuentran su perfecta compensación en los interludios y otros pequeños elementos heterogéneos que conforman el tupido trasfondo de esta aventura arbórea.

La mayor virtud que tiene esta música seguramente sea su capacidad para meter sus influencias en una batidora y mezclarlas hasta que su color original deje de ser reconocible. Así, es posible enumerar los distintos géneros a los que remiten sus elementos, pero no se puede apuntar directamente a ningún grupo al que se esté emulando, lo que hace que el contenido no suene genérico ni calcado. Debido a ello, al oír las canciones por primera vez uno no es capaz de adivinar por dónde van a seguir, aunque lo que viene a continuación nunca sea absurdo ni aleatorio. Boarhammer tienen siempre una dirección y una idea muy concreta de lo que quieren expresar, y pese a que para alcanzarlo se sirvan de recursos muy distintos, consiguen mantener la coherencia gracias a una estética sonora unitaria que abarca la gran diversidad de formas.

Otros intentos recientes de hacer música más o menos retro (como Midnight, Krolok o Negative Plane) no han funcionado tan bien, en mi opinión, porque las influencias concretas acaban pesando más que la propia identidad del grupo. Afortunadamente eso no ocurre en este caso, porque la personalidad sobresale por encima de los recursos empleados, alimentándose más del espíritu que de las referencias individuales. Partiendo de un black metal antiguo, bastante sencillo y sin virtuosismos, esta formación despliega todo un arsenal de géneros para crear canciones sólidas que nunca pierden el hilo y expresan toda la viveza y particularidad de su visión artística, evitando tanto la confusión entre los aportes como la estagnación que amenaza a cualquier enfoque minimalista, y logra así dar vida a algo nuevo y distintivo con mimbres viejos pero bien reutilizados.

Escuchando: Profanatica – 2023 – Crux Simplex


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