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ENERO DE 2018 - DISCO DEL MES:
RITUALIZATION - SACRAMENTS TO THE SONS
OF THE ABYSS (2017)


 Habiendo descartado comentar lo más destacado de este mes de enero, el nuevo disco de Summoning, que pese a merecer un par de escuchas no es en esencia sino un sucedáneo del anterior, Old Mornings Dawn, y por ende un título menor, para esta primera reseña de 2018 he decidido volver a un álbum que entró en nuestra selección de mejores discos del año pasado pero todavía no ha sido comentado con toda la atención que merece. Me refiero al debut de Ritualization, un grupo francés proveniente de la pequeña ciudad de Orleans, que ha conseguido auparse hasta lo más alto en el disputado podio del panorama del metal extremo de su país. Pese a su trasfondo nominalmente provinciano, esta formación tiene sólidos lazos con la escena parisina, no solamente en términos de sonido e influencias, sino también en la propia plantilla, ya que cuenta con uno de los baterías más cotizados dentro del ámbito black/death metal de la capital francesa, Blastum, y en ella estuvo involucrado el guitarrista principal de Antaeus, Set. Desconozco hasta qué punto habrá influido este último en las composiciones del grupo, pero lo cierto es que su estilo es muy especial, logrando evitar la mayoría de fallos y trivialidades que lastran la etiqueta black/death y mostrando un grado de cohesión y visión musical muy por encima de lo común. Pese a la portada casi canónica de Christophe Moyen y a su título más o menos anodino, Sacraments to the Sons of the Abyss esconde música sobresaliente que no debería ser pasada por alto.


Ritualization - Sacraments to the Sons of the Abyss (Iron Bonehead Productions, 2017)


 El grupo parte de la fórmula patentada por Angelcorpse en la que la intensidad del black metal se une a las estructuras del death para conformar un asalto feroz sin pausa ni piedad. Sin embargo, también se nutre de la sensibilidad de Morbid Angel para construir canciones que avanzan y van adoptando una forma única e identificable que se cierra de manera lógica y redonda. El resultado sería bastante similar a Temple of Baal si dicha formación consiguiera centrar sus composiciones y desarrollarlas hasta sus últimas consecuencias. Aquí no hay verdadera innovación ni planteamientos radicalmente nuevos, pero el enfoque escogido está tan trabajado y rodado que uno pronto se olvida de cualquier exigencia de originalidad para apreciar los puntos fuertes del álbum, que no son pocos. Los mejores momentos, como el tema “The Graveyard Coven”, presentan una sucesión de frases de suma intensidad, que van alterando su forma para generar una progresión palpable y entroncan con las que vienen después de manera ágil y natural, como ocurría en Averse Sefira. Las canciones son tan distintas entre sí que suponen un triunfo de la variedad, aguantando escuchas innumerables, y la producción, espesa y aplastante, se adapta perfectamente a las circunstancias. El último corte y probablemente el más especial, "Heretics", se asemeja a la música clásica más intensa en su continuidad de frases largas repetidas que van mutando y cambiando de ritmo, con una tensión creciente que atrapa al oyente y lo subyuga bajo su fuerza irresistible. Ese parecido no es positivo en sí mismo, al igual que añadir una orquesta a un conjunto de rock no tiene por qué suponer automáticamente una mejora cualitativa -de hecho, rara vez lo es-, pero en este contexto equivale a decir que el grupo apuesta por fórmulas poco frecuentes y complejas, además de exigentes a nivel instrumental y compositivo, y eso sí es un criterio inequívocamente loable.



 Los lazos con Antaeus a los que hicimos mención más arriba se manifiestan también, más allá del personal, a nivel de los interludios de dark ambient amenazante que entrelazan una canción con otra, así como en el hecho de que todos los temas están pulidos hasta la médula, sin que sobre absolutamente nada. Estilísticamente el disco no depara grandes sorpresas, ya que se mueve cómodamente dentro de parámetros ya determinados por grupos anteriores, pero en el marco de los mismos existe margen suficiente para elaborar un enfoque propio, como queda patente. La temática abordada permanece asimismo dentro de lo convencional, limitándose a un satanismo más bien genérico, que este cronista considera pese a todo preferible a la corriente predominante de esoterismo difuso e impostado. Cabría hablar quizá más de artesanía que de arte, en el sentido de que las formas son hábiles y funcionales pero el fondo es viejo y familiar, aunque eso no merma la tremenda eficacia del conjunto ni el impacto de este impresionante debut. A este efecto, puede establecerse un paralelismo con el álbum de Azarath que comentamos el mes pasado, no obstante en este caso el resultado es incluso superior. Al analizar la música de los polacos, me sentía obligado a recalcar los puntos positivos por encima de los defectos evidentes, en el caso de estos franceses, la falta de originalidad no sólo queda disculpada, sino que se difumina en vista del concienzudo trabajo de remodelación efectuado sobre un estilo antiguo para extraer de él nuevos matices y facetas que están lejos de resultar inmovilistas. Este título discreto parece haber pasado desapercibido en gran medida tanto para los públicos más mainstream como para los puristas acérrimos, y precisamente en esa tierra de nadie entre lo llamativo y lo conservador es donde opera su magia, oculta pero bien viva para quien se digne a descubrirla.


Belisario, enero de 2018





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