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DICIEMBRE DE 2017 - DISCO DEL MES:
AZARATH - IN EXTREMIS (2017)


 Este mes he dudado mucho más que otras veces a la hora de decidir qué título iba a comentar para cerrar el año, no tanto por la falta de virtudes del que tenía en mente como por la manera en que iba a enfocar mi elección. Desde la primera escucha, este nuevo disco de los polacos Azarath me fascinó por su velocidad y contundencia, pero al mismo tiempo sentía que no había en él nada realmente digno de elogio en el plano de la originalidad. Esto entra en contradicción con mi criterio habitual, que suele primar ante todo lo que un álbum tiene de único e insustituible, su aportación particular al panorama más amplio del metal. ¿Qué podría tener de bueno si no inventa nada nuevo? No obstante, la música contenida en In Extremis es tan sobresaliente que no puedo evitar dedicar unos párrafos a analizarla y glosar sus aciertos. Debo confesar que hasta hace bien poco no conocía al grupo más que de nombre, y todavía no he ahondado en su discografía anterior, por lo que me centraré en comentar este último trabajo por separado, una situación que tal vez no sea la óptima pero no es tan irreverente como podría parecer. Al fin y al cabo, el conocimiento previo enriquece el análisis, pero las reacciones directas a la música son siempre lo fundamental, más allá de los datos de que uno disponga. Lo que sí me consta es que Azarath es el grupo de Zbigniew Promiński a.k.a. Inferno, más conocido por ser el batería y una de las fuerzas creativas detrás de los archifamosos Behemoth. Mientras esta última formación ha ido degenerando con el paso de los años hasta convertirse en el producto de shock rock comercial que puede oírse en The Satanist, la primera sí parece haberse mantenido dentro de los límites del metal en cuanto a forma y actitud, por lo menos en lo que respecta a este álbum.


Azarath - In Extremis (Agonia Records, 2017)


 Sin necesidad de introducciones ni medias tintas, desde el primer segundo queda claro que estamos ante una obra de death metal agresivo e impenitente, que entra al asalto. El estilo es similar al de los primeros Vader, rápido, feroz y en esencia no muy alejado de las fórmulas del speed metal ochentero. Muy pronto empiezan a aparecer cambios de ritmo energizantes y engranados con soltura, una constante que se repetirá a lo largo de todo el disco. Llama la atención especialmente la batería, que no se sobrecarga de dobles bombos, triggers saturados u otros recursos excesivos, consiguiendo así sonar potente y natural, pero no por ello menos veloz y compleja. El resto de instrumentos no le van en zaga, con unos guitarristas excepcionales que manejan a la perfección las cuerdas en riffs machacones y solos vertiginosos, con una precisión y sincronía milimétricas. Más aún, al altísimo nivel de los músicos, que probablemente haga de sus directos algo espectacular, se suma una notable habilidad compositiva, que les permite construir canciones únicas y bien diferenciadas dentro de un marco ya establecido, algo que, como es bien sabido, no está al alcance de cualquiera. En los temas de Azarath todos los elementos encajan, y hasta los detalles más secundarios son hábiles embellecimientos antes que trazos de cemento basto más o menos bien disimulados. En cada canción se desarrollan ideas musicales diferentes, lo que da como resultado distintos ritmos y hálitos, que respiran con vida propia. Los pasajes en contraposición interna funcionan muy bien porque su sucesión es lógica pero no evidente, y cada sección se cierra con holgura pero sin simplezas. Llegados al final del álbum, uno acaba relativizando la importancia de inventar algo que sea formalmente nuevo, porque el enfoque adoptado aquí es convincente y efectivo, y redunda en una explosión de poder rebosante y embriagador.



 Concluida la valoración de la forma, surgen algunos reparos. Por una parte, el grupo hace gala de algunos vicios reiterados, como los ladridos del vocalista en el inicio de un par de canciones, o el abuso de armónicos artificiales después de muchos de los riffs, que chocan un poco al principio, hasta que uno los atribuye a opciones estilísticas conscientes. Por otra parte, conforme avanza el disco uno siente que las últimas pistas van volviéndose un tanto homogéneas, al menos durante los primeros instantes, pero por fortuna en algún momento entra un elemento nuevo que dinamiza la acción y consigue insuflar personalidad, aunque en realidad todos los temas tienen la brevedad suficiente como para evitar repetirse en exceso. Finalmente cabe apuntar a la relativa inconsistencia de las letras, que parecen remitir a diversas temáticas oscuras un tanto aleatorias en las que no se profundiza demasiado, de lo cual la enigmática portada podría ser un buen reflejo visual, mas llegados a este punto el cronista que suscribe considera que esto es un detalle sin excesiva importancia. Hasta aquí mi batería de reservas, que como puede verse se disipan con facilidad, haciendo que me rinda a la evidencia de que el disco vale mucho la pena. Cierto es que el estilo es viejo a fin de cuentas, y lleva la impronta inconfundible de Vader, pero si Azarath tiene algún mérito formal, este consiste en haber llevado al extremo la fórmula de los de Olsztyn, y en ello radica su indudable interés. Aunque no sea nada nuevo, el resultado es tan impresionante que se abre camino por sí solo, y está en pie de igualdad con lo más granado de este año que se acaba. Posiblemente no sea recordado como un gran clásico ni como un pilar del género, pero quizá sí como un álbum fabuloso que merece ser escuchado y ensalzado.


Belisario, diciembre de 2017





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