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DICIEMBRE DE 2016 - DISCO DEL MES:
TARNKAPPE - WINTERWAKER (2016)


 Antes de que termine este último mes de 2016 me gustaría comentar una nueva entrada de este mismo mes, que con toda seguridad merecerá su inclusión dentro de la lista de mejores discos del año que en breve se publicará en estas páginas. La formación destacada se llama Tarnkappe, término que en alemán remite a la capa de invisibilidad que vestía Sigfrido en el Cantar de los Nibelungos, lo que denota cierto interés por lo arcaico y legendario. A pesar de su nombre germano, el grupo está radicado en los Países Bajos, y sus canciones están todas cantadas en su idioma natal, el neerlandés. Tarnkappe practica un black metal al estilo clásico noventero en la estela de las formaciones melódicas más agresivas. Aunque por momentos recuerde a la ferocidad de Zyklon-B en sus ráfagas de batería, por lo general se inclina más por grupos como los primeros Gorgoroth o Setherial, en los que la crudeza del formato no conseguía empañar una vertiente melancólica y melódica que constituía el verdadero hilo conductor, a modo de puño de seda dentro de un guantelete de hierro. Lo cierto es que Winterwaker no está a la altura de cumbres estilísticas recientes como el Godless Arrogance de sus compatriotas Sammath ni de fusiones logradas como el debut de Kaeck, pero no deja de ser un disco muy interesante que recupera un estilo añejo para volver a insuflarle vida mucho tiempo después.


Tarnkappe - Winterwaker (Hammerheart, 2016)


 El álbum que nos ocupa se enmarca dentro de un black metal de corte nórdico muy clásico y reconocible, que no ofrece muchas más novedades más allá de los sutiles cambios acaecidos durante las últimas dos décadas, especialmente en lo relativo a las técnicas de grabación. La claridad del sonido recuerda un poco al último de Sorcier des Glaces, pero en un formato menos amable y melódico. En cuanto a lo musical, el aspecto vocal quizá sea lo más destacable: una mezcla de rugidos, chillidos y declamaciones a dos voces de lo más poderoso, todo ello en holandés, el idioma más diabólico del mundo, como ya quedó patente en Stormkult. Por lo demás, Winterwaker se parece mucho a los Gorgoroth del Antichrist, probablemente lo mejor que grabaron los noruegos, en el sentido de que resulta áspero pero sugerente y luminoso a la vez, con riffs melódicos desfilando sobre un fondo agresivo. El gran acierto aquí es la variedad, que no sólo se manifiesta a través del dinamismo y los cambios de ritmo en los que la fuerza no decae, sino también en una acertada división entre canciones breves y violentas y otras más largas y lentas a medida que avanza el disco. Las melodías son a veces un poco típicas, pero las canciones funcionan bien, lo que hace que, a pesar de la ausencia de sorpresas, el álbum se deje escuchar con gusto. En términos generales, cabe hablar de una versión mejorada de la misma fórmula de su debut, Tussen hun en de zon (2013), un detalle positivo a todas luces.



 Al escuchar este disco, que no inventa nada nuevo pero cuya escucha es disfrutable e inspiradora, uno se plantea hasta qué punto es positivo y provechoso ahondar en un estilo que ya tiene veinte años sin aportar modificaciones sustanciales ni elementos nuevos. En cualquier ámbito de la música o del arte en general, la innovación suele valorarse mayoritariamente como algo positivo, en ocasiones sin entrar en la pertinencia o idoneidad de dicho avance. En el metal en sentido amplio y el black metal en particular, sin embargo, existe un sector conservador bastante significativo que aboga desde hace lustros por una ortodoxia intransigente. Ciertamente es complicado encontrar un equilibrio entre ambas tendencias, dejando fuera las influencias espurias que contaminan la auténtica identidad del metal y al mismo tiempo señalando cómo la inmensa mayoría de grupos del “núcleo duro” son reiterativos e irrelevantes, pese a quien le pese. La consecuencia de este compromiso es que la franja de discos que evitan caer en el área eminentemente negativa de alguna de las dos grandes categorías antes mencionadas es muy escueta, pero no hace sino responder a la observación pragmática según la cual sólo el 2 o 3% de las obras en cualquier manifestación artística merece realmente la pena, otro 5 a 10% es meramente interesante, y el resto es, de una forma u otra, totalmente prescindible. Sin suponer ninguna novedad ni revolución estilística o conceptual, Winterwaker es uno de esos álbumes que uno agradece haber escuchado, porque remite a algo único: un espíritu y un sentimiento trágico, nacionalista, romántico y atávico familiar para cualquier aficionado al black metal, pero expresado en este caso en una combinación de coordenadas geográficas y estilísticas características que conforman una entidad distintiva. El hecho de que la estética no resulte novedosa no es tan importante si detrás hay un mensaje concreto, una motivación y algo único que desea expresarse por vía musical, y ése es el caso de este disco.


Belisario, diciembre de 2016





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