Ahora que el blog tiene un poco más de actividad y sobre todo más colaboraciones que antes me parece buen momento para poner por escrito algunas reflexiones sobre el noble arte de escribir reseñas musicales, principalmente con la intención de animar a más potenciales colaboradores a presentar sus propias contribuciones, pero también quizás para abrir un eventual debate sobre el tema. Quien suscribe no es ningún experto o profesional, ni tampoco pretende dar lecciones de nada, pero tras unos cuantos años escribiendo sobre música ha llegado a desarrollar algunas ideas sobre lo que puede funcionar y lo que no, y no se resiste a compartirlas en un espacio como este. El formato de lista me parece el más adecuado para ello, por ser el más esquemático y fácil de usar.
El siguiente listado debería entenderse más como una enumeración de puntos a tener en cuenta que como una plantilla lista para el uso, y su aplicación dependerá siempre del material concreto a evaluar y de la finalidad del texto en cuestión. No es necesario incluir todos los elementos, pero me atrevo a afirmar que sí merecería la pena reflexionar sobre ellos, aunque sea brevemente, al preparar cualquier crítica. Tampoco hay una jerarquía u orden concretos, todos los puntos son importantes, cada uno a su manera. En todo caso, más allá de lo que se decida incluir y lo que no, conviene recordar que lo más importante para lograr una reseña que merezca la pena leer es ser honesto y claro con uno mismo y con los lectores. Todo lo demás es publicidad o solipsismo.
– Por obvio que parezca, una reseña tiene que hablar de la música, al menos principalmente. Para ello es preciso aprender a describirla. Esto se hace en tres niveles diferentes: producción (sonido), forma (ejecución) y composición (estructura). Conviene no confundirlos ni solaparlos, ya que la valoración se resentirá.
– Es importante ubicar estilísticamente al grupo, sea mediante etiquetas reconocibles o a través de comparaciones con otros grupos similares (por ejemplo, “death/doom con algo de thrash” o bien “un cruce de Asphyx y Cianide con las voces de The Chasm”). De esa forma cualquier lector con conocimiento previo se hará una idea de cómo suena lo que describimos antes siquiera de haberlo oído.
– Ayuda también ahondar en el pasado del grupo, tanto en discos anteriores como en material de proyectos paralelos o grupos afines del mismo país o escena. Este requisito no es indispensable porque supera los límites estrictos de la obra en cuestión, pero suele aportar información de contexto que puede ser enriquecedora.
– Abordar el trasfondo personal del grupo, en cambio, puede ser un arma de doble filo. Si otorgamos excesiva importancia al origen geográfico, étnico o sociológico de los componentes, corremos el riesgo de terminar hablando más de sus motivaciones e ideas que del producto final. Este punto tan solo debería incluirse si aporta algo al comentario de la música en sí.
– Otro equilibrio difícil con el que hay que lidiar es la explicación de las referencias. El cronista debería tratar de aclarar los puntos oscuros que puedan ser de interés, sin dar por hecho que el lector entiende todas las referencias implícitas, pero al mismo tiempo sin tomarle por tonto y explicarle obviedades. En el término medio está la virtud, o debería.
– En el marco de lo accesorio, puede resultar adecuado comentar la portada, el diseño del libreto u otros elementos externos a la propia música, pero con precaución. Al igual que con el trasfondo personal de los músicos, este es un elemento que se puede mencionar si nos ayuda a comprender mejor la música, pero no si nos aleja de ella para prestarle excesiva atención a otra cosa.
– Pasemos ahora a lo que no hay que hacer: en primer lugar se debe evitar usar vocabulario genérico, frases hechas, tópicos y similares. No solamente empobrecen el estilo y dificultan la comprensión, sino que hacen que nuestro texto parezca algo generado aleatoriamente, o peor aún, publicidad de algún sello grande.
– Más allá de las preferencias estilísticas de cada uno, sería deseable usar un lenguaje lo suficientemente técnico y rico pero sin pasarse de florituras, a riesgo de caer en la pedantería. La línea entre lo elegante y lo excesivo suele ser muy fina, pero basta con recordar que el texto debería ser comprensible antes que bello para mantenerse dentro de la moderación.
– Tampoco se debe por lo general describir un disco canción por canción, porque lo que el oyente necesita es que le digan por qué el álbum en conjunto merece o no la pena, no que le cuenten paso a paso lo que va a escuchar en él. En su lugar, se pueden citar determinadas canciones concretas si se quiere resaltar algún tramo en particular.
– La puntuación numérica es otro elemento muy estandarizado que le hace un flaco favor a la crítica musical. Poner una nota a un disco es poco menos que una idiotez, porque estamos comentándolo, no haciéndole pasar un examen. Además, las puntuaciones que se dan en estos casos corresponden a un baremo mucho más subjetivo y arbitrario que cualquier explicación argumentada de los rasgos positivos y negativos. Lo importante de una reseña para el lector es cómo explique el crítico sus opiniones, no la mera valoración en sí.
– El último factor que un servidor recomienda evitar es el de las manidas coletillas para recomendar: “especial para”, “te gustará si te gusta”, “imprescindible para”, etc., que recuerdan más a una mercadotecnia barata que a cualquier sugerencia genuina. No estamos comparando consumibles ni recomendando marcas de ropa o de alimentos; cualquier virtud que pueda tener el álbum se entenderá mejor mediante una buena descripción que con una recomendación superficial. Lo mismo se aplica a una eventual selección de “mejores temas” o “mejores momentos”.
– En materia de registros, hay críticos que gustan de adoptar un enfoque más periodístico o incluso literario, que puede aportar mucho en términos de personalidad y atractivo. De hecho, no son pocos los que han alcanzado cierta fama y reconocimiento debido a ello. Naturalmente esto puede suponer un plus, pero no es imprescindible: siempre será mejor optar por la claridad y la concisión que pecar de un tono excesivamente barroco y farragoso. Normalmente esto se entrena con el tiempo, y la perseverancia acaba dando sus frutos.
– Por último y probablemente más importante, el crítico debe tomar siempre partido y concluir si el disco merece ser escuchado o no y por qué, tanto si es excelente como si presenta fallos notorios. Al fin y al cabo, lo que el lector quiere saber al leer una reseña (por experiencia personal, al menos) es si vale la pena invertir su tiempo y tal vez también su dinero en ese álbum en concreto. Si conseguimos que saque algo en claro a este respecto, nuestro esfuerzo no habrá sido en vano.
Belisario, agosto de 2022
Escuchando: Evocator – 2022 – Ancient Cataclysm