Until The Light Takes Us (2009)(Reseña)(USA - 93 min - Directores: Audrey Ewell, Aaron Aites) Me enteré no hace mucho de la reciente aparición de este documental sobre el black metal noruego, que me llamó la atención, y en los últimos días he podido por fin hacerme con él. La verdad es que mis impresiones no son del todo favorables. La película está estructurada en base a dos polos, uno encarnado por Varg Vikernes de Burzum y otro por Gylve Nagell (Fenriz) de Darkthrone; dos visiones distintas del black metal: una más política y otra más estrictamente musical/artística. Es bastante interesante ver hablar largamente a Varg y a Fenriz, pero ninguno de los dos dice nada que no pueda leerse en casi cualquiera de sus entrevistas. Este último protagoniza numerosas escenas de su vida cotidiana. Se muestra simpático e íntegro, pero el hilo descarrila a menudo hacia lo puramente personal e intrascendente. Varg al contrario se muestra tan firme en sus convicciones como de costumbre. Cuando habla sobre política o sobre cultura sigue siendo un disidente con opiniones tan originales como radicales, pero en lo relativo a las razones de su encarcelamiento sigue repitiendo la misma coartada rocambolesca de hace diecisiete años, que no se cree ni él, a juzgar por su mirada mientras vuelve a contarla una vez más con las mismas palabras de siempre. Igual que en Lords of Chaos, reniega del satanismo y explica que durante el período en que militaba en la incipiente escena black metal su perspectiva ya era exclusivamente nacionalista, cosa que desmienten los testimonios de entonces así como sus propias declaraciones recogidas antes de y durante el juicio, en las que azuzó a la prensa mezclando a Satán y Odín en frases incendiarias que coparon los titulares de los periódicos de su país. El documental entero hace hincapié en la historia sensacionalista revelada al gran público por el famoso artículo de la Kerrang! de 1993, que catapultó al black metal como fenómeno de masas. Todo gira en torno a las quemas de iglesias y los dos asesinatos, el de Euronymous y el de aquel hombre de Lillehammer, perpetrado por Faust, el antiguo batería de Emperor, cuya silueta distorsionada aparece hablando de Euronymous y de Varg. Por lo demás los entrevistados son muy escasos, y entre ellos se ha escogido a algunos de los menos lúcidos de toda la escena, como Hellhammer de Mayhem o Frost de Satyricon, mientras que no aparecen otros que suelen decir cosas más interesantes y concretas, como Ihsahn y Sammoth de Emperor o Grutle Kjellson de Enslaved, y de otros no se muestran más que cuatro frases contadas, como sucede con Abbath y Demonaz de Immortal. A pesar de que los creadores aseguren haber pasado dos años en Noruega realizando este documental, en rasgos generales se trata de otro acercamiento más al fenómeno del black metal por parte de gente totalmente ajena a la escena, que, al igual que el gran público en general que pueda llegar a visionarla, si es que tal cosa sucede, no ve más allá de los disfraces y los crímenes. ¿Dónde queda la música? Algo aparece en la banda sonora, también se muestran imágenes de ensayos de Mayhem en los primeros días, pero eso importa poco al lado de la historia truculenta ya convertida en mito. Posteriormente he leído (1) que la película pretende hacer reflexionar sobre el hecho de que, en la retransmisión de los trágicos acontecimientos de 1992-1993, los medios de comunicación demonizaran desmesurada e irresponsablemente a un grupo de chavales muy jovencitos e identificaran como organización satánica y dieran cuerpo y empaque a lo que no era más que un flirteo adolescente con la estética satánica, provocando brotes similares de violencia en otros lugares. Puede que los cineastas tuvieran eso en mente, pero desde luego no es algo que se muestre en el filme más que de pasada, y tiene más que ver con una sociología de los medios contemporánea que con el contexto concreto del black metal noruego de aquella época. Para colmo de males se concede casi la tercera parte del metraje a la obra de un “artista visual” que corresponde a todas luces al prototipo de pintor homosexual y frívolo a lo Andy Warhol y hace cuadros “inspirados en el black metal”, limitándose a recrear la estética visual del estilo sin que pueda percibir y sin que probablemente le importen las ideas que ésta vehiculaba, sin las cuales el estilo es poco más que una fiesta de Halloween a destiempo. Animado por él, Frost se presta al juego de las performances “transgresoras” lo cual, pese a su innegable talento como músico, lo confirma a mis ojos como un vulgar imitador prosaico de lo que otros han hecho antes que él inspirados por una visión, definición que a mi juicio también se aplica a su grupo principal, Satyricon. En resumen, es una película hecha por modernos de alguna escuela de cine independiente estadounidense que acaban de descubrir el black metal y, como todo el mundo, se quedan con lo superficial: el aspecto visual y la carnaza. No sé si llegará muy lejos, porque a los que conocen el estilo no les va a contar nada que no hayan leído, mucho mejor narrado y unos cuantos años antes, en Lords of Chaos, y los profanos no van a sacar en claro más que unas cuantas poses en luz tenebrosa, ruido de fondo y el vago recuerdo de una gente pirada que quemaba iglesias en Noruega. La manía moderna de pretender explicarlo todo en un formato cinematográfico de 90 minutos es tan pertinaz como ilusoria. Quien realmente quiera conocer el black metal debería comenzar por conocer sus discos y sus grupos. Belisario, mayo de 2010 (1) Entrevista a los realizadores en Alt Film Guide Página oficial de la película (inglés): Ficha de la película en IMDB (inglés): Ficha de la película en Wikipedia (inglés también, porque la traducción al español es literal y muy servil):
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