MUJERES EN EL METALEn memoria de LSK A pesar del título, esto no es una excusa para reunir fotos de mujeres atractivas del mundo del metal. Alguna hay, pero la intención es otra. La cuestión central de este artículo es tratar ese fenómeno, recurrente en blogs y páginas web, que bajo el título “Las mujeres también son metaleras”, “Las chicas son guerreras” u otro similar, enumera una lista de féminas, casi siempre de buen ver, que destacan en el mundo del metal, normalmente más por su aspecto que por sus dotes estrictamente musicales. El problema con ese tipo de discusiones no es que se hable de mujeres, cosa por lo demás bastante común en la red y en otros ámbitos, sino que bajo la excusa de “reivindicar” el estatus o la importancia de las mujeres en el metal se termina hablando de determinadas mujeres por su aspecto físico, y casi nunca de música. Por no hablar de la ausencia de espíritu crítico: quienes participan en ese tipo de conversaciones en foros o portales de música son capaces de mencionar hasta el último grupo underground insignificante con tal de que en su formación figure una chica, o de incluir a mujeres de grupos que no son de metal extremo, ni siquiera metal en sentido amplio, con tal de enlazar y comentar fotos de las mismas. Lo que más me choca en todo este asunto es que el planteamiento inicial sea una y otra vez la pregunta de si las mujeres son “aptas” o no para el metal. Cualquier observador atento habrá comprobado que cada vez hay más mujeres en el metal, tanto en el público como entre los músicos, pero no debería olvidar que desde que existe el género siempre las ha habido, aunque fuera en número escaso. Plantear hoy en día, o incluso hace ya años, si tienen o no cabida en los distintos subestilos del metal es obviar la realidad de que siempre han estado dentro de todos ellos, lo que invalida el fundamento de la discusión. Sin embargo, ser una minoría nunca ha tenido por consecuencia que su presencia pase inadvertida; más bien ocurre todo lo contrario. Lo normal es que destaquen por el mero hecho de ser mujeres, cosa por otra parte inevitable en un género predominantemente masculino. A menudo figuran en la posición más visible de los grupos, como cantantes. En el caso de los estilos extremos llaman aún más la atención al cantar “como si fueran un hombre”, como se suele decir. Sharon den Adel, cantante de Within Temptation Hay una larga lista de grupos de metal en los que todos los componentes son hombres salvo la cantante, generalmente de físico agraciado, hasta tal punto que ésta parece ser la norma en el género. El hecho de ser la única chica, con el incremento de la visibilidad que esto conlleva, hace que en no pocos casos su condición de mujeres llegue a eclipsar el resto de su identidad, bien haciendo que de cara al público su grupo se convierta en “el grupo con una chica” o directamente presentando a la cantante como objeto sexual, con los beneficios comerciales que esto reporta. Se trata de una fórmula muy popular en la mayoría de grupos de ese tipo de metal diluido en rock gótico que suena más a pop que otra cosa (Within Temptation, Evanescence, Lacuna Coil, etc.) o del género conocido como metal sinfónico, el equivalente acelerado y previsible de un disco conjunto de Iron Maiden con Montserrat Caballé a la voz y los teclados de Camela (After Forever, Nightwish, Epica, Leaves’ Eyes y un largo etcétera). Pero no sólo los grupos más melosos están capitaneados por una cantante vistosa. En el metal extremo esto es menos común, pero también se dan casos. Probablemente el más conocido es el de Angela Gossow, cantante de Arch Enemy, de quien un servidor no ha leído una sola entrevista en la que no mencione la importancia de que las mujeres no tengan miedo de entrar en el metal, que se hagan valer por sí mismas, que demuestren que están en pie de igualdad, etc., dedicando escasas palabras a la música en sí, que a mí personalmente es lo que me suele interesar en una entrevista. Arch Enemy es, a oídos de este cronista, un grupo de death metal melódico facilón y aburrido, probablemente uno de los más facilones y aburridos que existen, con excepción de In Flames, pero no es por eso por lo que más destacan, sino por ser EL grupo de death metal en el que canta una mujer, por lo demás bastante competente como vocalista. Arch Enemy es “el grupo de la tía”, y ahí radica toda su relevancia. Más allá de las diferencias estilísticas, el fenómeno es el mismo que con los grupos de metal más convencional y mainstream: es el grupo con LA chica, y no la coincidencia de que uno de los miembros del grupo sea mujer. Angela Gossow, cantante de Arch Enemy Llegados a este punto, es necesario realizar una puntualización. Que haya mujeres en los grupos de metal me parece algo normal, lo que a mi modo de ver resulta criticable es la idea predominante de su función en ellos. En el caso de casi todos los grupos de gran repercusión, la cantante suele ser siempre una fachada, un elemento que da una imagen amable al grupo, independientemente de su talento para el canto, mientras que la parte más importante a efectos musicales, la composición, queda invariablemente en manos de los hombres. El mensaje implícito que transmite la imagen del grupo estándar de metal con cantante femenina es que la mujer destaca por el hecho de ser mujer, mientras que los hombres destacan por la música que hacen. De esta forma se repite el esquema social convencional, reproducido una y otra vez por la publicidad y la cultura tradicional, según el cual la mujer siempre sobresale por su aspecto físico y su apariencia, mientras que el hombre es juzgado por lo que hace, por el resultado de su actividad. Quizá sea esa una de las razones por las que se encuentran tan pocas guitarristas, bajistas, baterías y/o compositoras en el metal, al menos en comparación con el número de cantantes, porque para dar el paso no solamente deben imponerse a la eventual reticencia de sus colegas masculinos, sino también a la rigidez de los roles tradicionales y a las exigencias de una industria que busca el beneficio mediante la explotación del reclamo sexual. No obstante, esa no es o al menos no debería ser la postura de un género que dice rebelarse contra las convenciones de la sociedad. Como hemos mencionado anteriormente, desde los inicios del metal ha habido mujeres involucradas en los distintos estilos que han realizado importantes contribuciones a los mismos, personas muy alejadas del arquetipo de soprano encorsetada o guapita rodeada de tíos que suele abundar en el metal más comercial. Estamos hablando de mujeres que no solamente tienen un papel activo en la producción musical de sus respectivos grupos, sino que en ocasiones son incluso la principal fuerza creativa dentro de los mismos. Centrándonos en el metal extremo, campo de análisis de esta página, podemos mencionar a las siguientes artistas (la selección es mía) como ejemplos de mujeres que sí tienen o han tenido verdadera relevancia en el género a efectos artísticos: Sharon Bascovsky (Derkéta), LSK (Antaeus, Vorkreist, Hell Militia), Jo Bench (Bolt Thrower), Dana Duffey (Demonic Christ), Jill McEntee (Funerus), Onielar (Darkened Nocturn Slaughtercult), Sonia Albor (Fermento), Tristessa (Astarte) y por último pero no menos importante, Lori Bravo (Nuclear Death). De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Sharon Bascovsky es la guitarrista, cantante y líder de Derkéta, un grupo de miembros casi exclusivamente femeninos que existe desde finales de los ochenta y recientemente grabó su primer disco. El mérito no reside en el hecho de ser todas chicas, sino en el excelente doom/death metal estilo Asphyx desacelerado que saben destilar. La recientemente fallecida LSK fue bajista de grupos señalados de la escena parisina de black metal, en los que destacó por su vehemencia y compromiso con la música, del que da testimonio la larga lista de sus colaboraciones con distintas formaciones. Jo Bench, por su parte, está considerada una de las primeras mujeres en militar en un grupo de metal extremo, pero lo importante no es eso, sino que el grupo en cuestión se llama Bolt Thrower, uno de los nombres más significativos de la historia del death metal, en el que toca el bajo desde los primeros tiempos. Con Dana Duffey tenemos el ejemplo de un grupo de black metal llevado por una mujer, Demonic Christ, que sin llegar a ser sobresaliente sí es bastante digno y, sin salir de los Estados Unidos, los Funerus de Jill McEntee, esposa de John McEntee de Incantation, son otro grupo de death metal reseñable con liderazgo femenino. Otro ejemplo muy destacable es el de Onielar, cantante y guitarrista de los alemanes Darkened Nocturn Slaughtercult, un grupo competente de black metal en el que ella desempeña un papel fundamental con sus voces demoníacas y presencia escénica. Menos conocida es Sonia Albor, toda una veterana de la escena death metal española y actual batería de Fermento, uno de los grupos de death metal/brutal death más reseñables que ha dado la piel de toro. Quien sí es más famosa es Tristessa, fundadora del grupo griego de black metal Astarte, del que lleva las riendas desde mediados de los noventa. Su música es black metal con abundancia de teclados, un tanto genérico, pero black metal de verdad, en cuya composición ella siempre ha tenido parte activa. Pero probablemente el mejor ejemplo de mujer creativa en el metal extremo sea Lori Bravo, quien a finales de los ochenta engendró la obra de uno de los grupos más brutales y horrendos que ha dado el metal: Nuclear Death. La música que se esconde tras este nombre, al menos en su etapa clásica, es grindcore/death metal salvaje y sin compasión, tan violento como Autopsy pero con una estructura más básica y un sonido más carnívoro, un auténtico apocalipsis sonoro. Lori Bravo es probablemente lo más alejado del arquetipo de mujer-reclamo de un grupo de metal estándar, y al mismo tiempo es una de las pioneras que han contribuido a ampliar los límites del género en cuanto a extremidad. En mi modesta opinión, la identidad sexual de los músicos no es algo que deba esconderse. No tendría ningún sentido que las mujeres involucradas en el metal tuvieran que vestirse “como hombres” para disimular su presencia; con una proporción de una o dos mujeres por cada diez hombres raro sería que pasaran desapercibidas. La cuestión crucial sería que al hablar de los méritos de las mujeres en el metal éstos se reconozcan en el plano musical, como en los casos detallados anteriormente, y no se confundan con el hecho de figurar en un grupo de metal como “la chica”, cosa que no tiene relación con la música en sí. Se trata de valorar a las mujeres en primer lugar como artistas, como individuos, y que las demás consideraciones pasen a un segundo plano. Por supuesto se puede hablar de las mujeres como mujeres, “hablar de tías”, cosa que siempre se ha hecho, pero si se pretende hablar seriamente del estatus de las mujeres en el metal o de la importancia de éstas en el género a efectos musicales, sería importante distinguir entre atractivo físico e imagen y verdadera relevancia musical. Lo importante en una discusión así debería ser su impacto en la música, no lo famosas que se hayan vuelto por el hecho de ser mujeres, o al menos así debería ser, si queremos dejar de lado el cliché vacío del “mérito” que supone el ser una mujer en el metal y empezar a hablar de lo que hacen realmente y llevan haciendo desde hace ya muchos años. Belisario, noviembre de 2013 |
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