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ELITISMO SÍ, POR SUPUESTO



 Ha tardado en ocurrir, pero finalmente llegó: he podido leer una valoración exclusivamente negativa de los contenidos de esta página. Mientras buscaba en Google referencias a las últimas publicaciones, cosa que hago de vez en cuando, no sólo por puro narcisismo personal sino también para tantear el impacto de la página más allá de los números de visitas, encontré un foro en el que un puñado de internautas se mofa sin reparos de esta web. El contexto es un hilo en el espacio de discusiones de un fanzine dedicado a diversos tipos de música más o menos alternativa, y el motivo, que las reseñas negativas de nuestra última selección de mejores discos del año le pareció a uno de los foreros la cumbre del “elitismo que roza la parodia en sí mismo”. Varios usuarios expresan su opinión igualmente crítica antes de que la conversación pase a tipos de música totalmente distintos en lo que parece ser un hilo dedicado a reírse de lo que estos individuos consideran colectivamente digno de burla. Más que ofendido o enfadado, lo cierto es que me siento en parte sorprendido, al ver que un sitio web tan subterráneo como este que leen aparezca mencionado en un entorno tan ajeno y, por otra parte, el suceso me parece sumamente interesante, no tanto por lo que se dice de El Negro Metal sino por lo que se deriva implícitamente de las críticas vertidas por personas no afines, opiniones a las que generalmente no tengo ningún acceso.

 El iniciador de la discusión, que copia y pega los extractos que más gracia le han hecho, señala el “postureo” del autor al criticar que "todo es Pop y que los discos son malos porque son largos y pretenciosos en general", menciones que, si uno se fija, aparecen en cinco y cuatro ocasiones respectivamente a lo largo de las nada menos que veintiocho reseñas negativas. Ese mismo usuario recalca la incongruencia suprema de adoptar una actitud trve kvlt y al mismo tiempo alabar a Gigatron y usar iconos de Super Mario Bros, sin darse cuenta de que tal vez esa adscripción al trve-kvltismo y la incoherencia consiguiente sean más un prejuicio propio que una observación objetiva. El siguiente comentador sentencia que todas las reseñas hablan de post-rock y post-metal en discos que no tienen nada que ver, sin haberse parado a contar que dichas etiquetas figuran tan sólo en cuatro de los veintiocho textos, y sin considerar por un momento que aunque todos los grupos analizados pertenezcan nominalmente a los diversos géneros del metal extremo, al menos conforme a la taxonomía empleada por su respectivo sello o por ellos mismos, eso no garantiza automáticamente que su música no pueda contener elementos de distinta procedencia, claramente identificables al oído. El tercero en intervenir pone en duda la legitimidad del autor y su capacidad para emitir juicios de valor por el hecho de no conocerlo, lo que nos sugiere que para él seguramente sea más importante saber quién opina algo que leer la opinión en sí a la hora de decidir si está de acuerdo con ella o no. Por último, el primer usuario regresa para puntualizar que los discos vilipendiados por el autor lo han sido por el hecho de "sonar a Post-Rock, Post-Metal o Indie/Pop, y no salir en tops con discos de dudosa procedencia porque eso ya te hace mainstream", afirmación con la que, en este caso, no tengo discrepancia alguna.

 Pero vayamos más allá en el análisis de las críticas vertidas. Al comienzo de su primer mensaje, el iniciador del asunto declara lo siguiente: “no voy a entrar en detalle sobre si lo que para este tío es lo mejor del año realmente vale la pena o no”, lo que nos indica que, o bien no ha escuchado o no conoce los discos/grupos valorados positivamente o, tal vez, no sea capaz de decir si son buenos o no más allá de la dicotomía básica “me gusta/no me gusta”. Ese mismo usuario, como ya hemos dicho, asume que la postura de esta web corresponde a lo que se conoce más bien despectivamente como trve kvlt, es decir, la obsesión por lo aparentemente auténtico y absolutamente subterráneo por encima de una valoración más objetiva de la calidad musical. Si se hubiera fijado en los discos que han gozado del beneplácito del autor, se habría dado cuenta de que, salvo los autoeditados, casi todos los álbumes han sido publicados por sellos de tamaño medio y relativa fama, aunque quizá el hecho de que no le suenen o no los conozca hace que los asimile a todos directamente con un integrismo underground a ultranza. Le extraña, al parecer, que se hable de comercialismo sin que se haga referencia exclusiva a los grandes nombres del heavy metal internacional, lo que denota que, como sucede con frecuencia, utiliza los términos “mainstream” y “comercial” como si fueran sinónimos, cuando el primero hace referencia a la magnitud (ser muy conocido/vender mucho) y el segundo a la intención (querer vender), lo que explica que muchos grupos de tamaño mediano o relativamente modesto puedan ser tildados con justicia de “comerciales”, cosa que ocurre no pocas veces en el ámbito del death o el black metal. Sin embargo, quizá lo más revelador sean los tres párrafos escogidos a modo de ejemplo de lo ridículamente elitista que es la lista, correspondientes a tres de los grupos que más proyección tuvieron dentro y fuera del panorama del metal extremo durante el año pasado (Spectral Voice, Venenum y, en menor medida, Rebirth of Nefast) y que, en el caso de los dos primeros, están embarcándose desde entonces en grandes giras y multiplicando sus fechas en festivales de referencia. Que sean esos tres discos los que llamaron su atención, y no otros de formaciones más clásicas o que el autor (es decir, un servidor) desprecia por otros motivos, con mayor ensañamiento incluso, me hace pensar que precisamente son esos tres los que más le gustaron de todos los comentados en la lista negativa, o tal vez los únicos tres que ha llegado a escuchar, en virtud de su mayor renombre y exposición. Visiblemente, le escuece un poco que sean denostados por su accesibilidad y comercialidad por alguien que parece saber de lo que está hablando. Más que para reírse del autor por lo que opina del metal en general, el motivo de que este sitio web haya aparecido en aquel foro parece deberse a que a alguien no le sentaron del todo bien unas críticas argumentadas de grupos y discos que posiblemente sean de su agrado, y por ello las asocia directamente a un elitismo ciego y dogmático, indudablemente digno de escarnio.

 A mi modo de ver, lo interesante de este asunto, además de ofrecer una impresión de primera mano de las opiniones externas de gente no exclusivamente afín al metal pero sí lo suficientemente cercana como para atreverse a opinar sobre el mismo, es ver cómo reaccionan personas acostumbradas al sencillo baremo “me gusta/no me gusta”, el más utilizado al abordar un terreno de fácil acceso como es la música, ante una argumentación dura pero fundamentada, sin duda subjetiva y parcial, pero que analiza elementos concretos y aporta razones para un debate en el que otros, como se ha visto, no quieren o no pueden entrar en detalle. Cierto es que en un hilo dedicado expresamente a lo que ellos denominan “Fauna mongola” no tiene cabida un intercambio profundo de ideas e impresiones, pero tampoco parece que la tenga el resto de hilos del foro, que no pasan de la mención y el enlace de novedades con descripciones de pocas palabras, ni los podcasts que ofrece el portal que alberga el foro, dedicados a sucesos de actualidad inmediata, grandes festivales y estilos de música inconexos de los que sólo se comenta lo más famoso o lo que crea tendencia. Personalmente no tengo ningún problema con ese tipo de páginas o portales más allá de no prestarles atención, pese a ser consciente de que constituyen la gran mayoría de medios de información no profesionales que dominan el ciberespacio, pero hace ya tiempo que vengo comprobando, a través de otros ejemplos parecidos a este, cómo ese tipo de plataformas choca con las de menor tamaño, por lo general mucho más centradas y específicas, optando por la burla ante la postura presuntamente intransigente y autoparódica de estas. Lo gracioso del asunto es ver a un grupo de individuos que escuchan y aprecian todo tipo de géneros musicales que se autodenominan alternativos, sean hardcore punk, metalcore o electrónica, convertirse de pronto en expertos en metal extremo con potestad para juzgar sobre la pertinencia de las opiniones de otros, pero sin dar motivos ni contraargumentar, no vaya a ser que la cosa exceda las tres frases y se hernien del esfuerzo.

 Volvamos de nuevo a la acusación inicial, ese “máximo exponente del elitismo”. El concepto de elitismo suele emplearse como algo peyorativo, referente a la actitud altanera y sobrada de quien presume de pertenecer a una élite que excluye a todo lo demás y lo pone por debajo. Ser elitista en ese sentido sería considerar que todo lo que no sea death o black metal puro no vale la pena, y considerarse a uno mismo alguien aventajado por el mero hecho de “pertenecer” a ello, lo que quizá podría entenderse si uno participa activamente como músico, distribuidor u organizador de conciertos, algo menos si uno es un fan de a pie o un simple cronista como quien suscribe. En definitiva, sería algo centrado en la persona y la socialización con los demás antes que en la propia música o la forma artística en cuestión. No obstante, existe otro tipo de elitismo más acorde con lo que el DRAE define como “actitud proclive a los gustos y preferencias que se apartan de los del común”, que opera a nivel estrictamente musical y se concentra en apreciar y fomentar una élite o “minoría selecta o rectora” de grupos y discos que, dentro de unos géneros determinados, constituyen lo más relevante y digno de atención. Cuando un medio establece criterios cualitativamente exigentes como estos inmediatamente se aleja de los gustos y las mentalidades acríticas de la mayoría, que suele concebir la música como un pasatiempo sin mayor trascendencia ni profundidad. Apelando únicamente a quienes quieren ir más allá, automáticamente se deja fuera y se pone en evidencia a toda la gente que no sólo es incapaz y/o no tiene interés por tomarse las cosas en serio e indagar bajo la superficie, sino que además se siente insultada y atacada cuando otros lo hacen, porque esto les hace parecer estúpidos, y no sin motivo. De ahí que se recurra a la mofa, o al menos a un intento de la misma, pese a lo cual el observador perspicaz sabrá identificar quién está criticando directamente la música con conocimiento de primera mano y quién se pone a la defensiva en un terreno que no parece dominar tanto como pretende.

 Si ser elitista es juzgar con criterio propio, ser crítico con lo que uno escucha aun en contra de la opinión dominante, granjearse burlas y enemistades por tratar de ser íntegro y pretender evitar, en la medida de sus modestas posibilidades, que el metal extremo se convierta en el patio domesticado y convencional que a día de hoy caracteriza al rock, el punk, el heavy metal y tantos otros géneros musicales que en su momento fueron fieros e independientes, entonces por supuesto que somos elitistas, pero más en la segunda acepción mencionada, y lo seguiremos siendo mientras este tipo de música sea para nosotros libertad, inspiración y espíritu de resistencia. El hecho de que nos critiquen por ello en medios tan ajenos equivale a una victoria, ya que significa que a pesar de vivir de espaldas a Facebook y demás redes sociales, ser rabiosamente independientes y no contar con ningún apoyo discográfico o publicitario, contentos con un puñado de seguidores verdaderamente interesados antes que una legión de visitantes gregarios, aun así, seguimos contando. En ese sentido, como comprenderán, todo este asunto, más que molestarnos o irritarnos, nos produce verdadera satisfacción.


Belisario, marzo de 2018





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