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AGOSTO DE 2021 - LYCOPOLIS - VIPER LAND (2021)


 A medida que avanza el año, seguimos descubriendo nuevas publicaciones de calidad, lo que demuestra que este segundo año pandémico está siendo altamente fructífero en lo que a creación musical se refiere, a juzgar por la cantidad de discos nuevos que llevamos comentando desde que comenzó 2021. Una de esas nuevas entradas viene firmada por un grupo hasta ahora más bien desconocido llamado Lycopolis, que surge de la fusión entre el raw black metal y un orientalismo exacerbado en las formas y el contenido, desmarcándose así de lo convencional dentro de dicha corriente de metal negro. El álbum que aquí comentamos, titulado Viper Land, es un tanto extraño por varios motivos: no solamente se trata de un directo que no parece tal, aparecido tan sólo escasos meses después de la publicación del debut de la formación, sino que todas las características que definen al grupo lo alejan mucho de lo que es habitual en las diminutas y residuales escenas de Oriente Medio (exceptuando Israel). A pesar de estos dos motivos o precisamente por ellos, el disco es realmente único y sobresaliente, lo que hace que no tengamos sino elogios al respecto.


Lycopolis - Viper Land (Depressive Illusions Records, 2021)


 El primer rasgo que llama la atención es la producción, especialmente densa y opaca como corresponde al black metal más crudo. Contra todo pronóstico, las guitarras se oyen con bastante nitidez, merced a un grado de distorsión muy cuidado que refleja bien todas las notas sin restarles un ápice de su potencia primitiva. Los riffs melódicos empleados por el grupo, enérgicos y de fuertes resonancias árabes, son sin duda la gran baza de esta propuesta, y admiten una comparación con los de Infamous, tanto en su elevada emotividad pese a la crudeza como en la forma en que se utilizan para propulsar la tensión en los momentos clave, mediante cambios abruptos o marcadas alternancias tonales que crean contrastes altamente efectivos. En términos estilísticos, sin embargo, el grupo bebe claramente del primer raw black metal de la escena francesa y polaca, lo que implica que las estructuras son por lo general bastante simples, con sencillas variaciones de velocidad y ritmo para avanzar la narración, pero el conjunto funciona por los brillantes riffs melódicos, la lograda atmósfera oscura y un aura ritual muy inspiradora y convincente.

 En términos globales, el sonido está ahogado en saturación guitarrera, que deja poco espacio para una batería que se limita a ocupar los huecos que quedan libres desde una posición más bien discreta, mientras la voz vuela por encima, relativamente audible. Los distintos elementos están asombrosamente bien ecualizados, considerando la aspereza del material de partida, lo cual lleva a este cronista a sospechar que, más que un verdadero directo, esta es la grabación cuidadosa de un setlist en una sala vacía y acondicionada, sin apenas ruido de fondo ni disipación del sonido. De hecho, lo que se escucha entre canción y canción se parece más al viento del desierto que a un hipotético público que estuviera presente. El disco incluye temas de su debut de este mismo año (The Procession) y otras publicaciones anteriores de menor calado, pero todas ellas coinciden en el hecho de sonar mucho mejor que las versiones en estudio, al estar ejecutadas con más brío y espontaneidad, rasgos que benefician en gran medida al metal más crudo, que goza así de un impacto mucho mayor.


VIPER LAND EN BANDCAMP


 Por el estilo escogido, las influencias esgrimidas y la profusión de clichés orientalistas, tanto en lo musical como lo conceptual, uno estaría tentado a pensar que Lycopolis no es un grupo egipcio como pretende ser, sino uno occidental, o al menos, uno integrado por occidentales con raíces árabes, que se atribuiría una procedencia remota para añadir exotismo al producto. Una formación radicada en Egipto se limitaría más bien a ser una copia barata de alguna referencia occidental un poco más mainstream, como suele suceder en la región, y no estaría tan al tanto de la forma de hacer y publicar música propia de los grupos europeos o estadounidenses más recientes. De todas maneras, sea o no fundada esta sospecha, lo cierto es que la identidad y nacionalidad de los músicos que están detrás de esto no es tan importante, porque lo fundamental aquí es que la música es buena y el planteamiento sólido y coherente. El disco tiene la entidad suficiente como para destacar por sí mismo, sin necesidad de reclamos de marketing que encubran la falta de consistencia y personalidad, como ocurre, por ejemplo, con la falsa identidad maorí de Alien Weaponry, las raíces lingüísticas impostadas de Eluveitie o la cuestionable herencia romana de Ex Deo, por nombrar algunos ejemplos de hype externo que trata de disimular la absoluta ausencia de contenido digno de ese nombre.

 La orientalidad de Lycopolis, más allá de las portadas, radica principalmente en su uso casi omnipresente de la escala frigia, en modos que en realidad poco tienen que ver con la música tradicional de Oriente Medio. En más de un tema ("The Way of Dusty Death") suenan melodías que podrían aparecer en la banda sonora de alguna película de Indiana Jones (lo cual no es negativo ni mucho menos), mientras que otros ("Upland - Tamarisk" o "Lord of the Necropolis") recuerdan mucho a las canciones de surf rock de los años sesenta, referentes ambos marcadamente occidentales. Hasta las intros de guitarra eléctrica de estilo oriental que abren algunas de las pistas tienen mucho del dramatismo peliculero que distinguía a las canciones de Nile, con un enfoque mucho menos técnico pero más hipnótico y sugerente. El gran acierto de estos temas es incluir como parte integrante de las composiciones todas esas melodías y motivos que en otros grupos solamente se escuchan en interludios aislados, dejándole a uno pensando en lo bien que quedarían insertados dentro de la música propiamente dicha. Lycopolis fusiona ambas cosas en un todo unitario, encajando y dosificando bien los ingredientes, y en ello radica tanto su fuerza como su atractivo, proyectando una visión sofocante, majestuosa y perdida del Antiguo Egipto en clave sonora que es tan black metal como orientalizante, sin que un elemento prime sobre el otro, en un equilibrio perfecto que resulta contundente y evocador a un tiempo.


Belisario, septiembre de 2021





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