OCTUBRE DE 2019 - MEFITIS - EMBERDAWN (2019)No ha sido hasta pasado el ecuador de este año cuando han empezado a aparecer discos de calidad en gran número, superando las expectativas más optimistas. De entre ellos tal vez el más destacado y al mismo tiempo sorprendente sea el debut de la formación estadounidense Mefitis, que no debe confundirse con el grupo supuestamente chino del mismo nombre, objeto de cierta atención mediática más por su ubicación geográfica que por sus presuntos méritos musicales. Los Mefitis que nos interesan, están en cambio afincados en California, otro entorno en realidad no menos atípico para el metal underground de interés. Se trata de una entidad que existe desde hace más de una década, aunque su trayectoria ha conocido distintos altibajos que han retrasado la publicación de material en formato largo hasta hace muy poco. Aunque en el pasado contaron con más miembros, en la actualidad la formación opera como dúo, cuyos componentes comparten el manejo de guitarras y bajo, dividiéndose únicamente las funciones de voz principal y batería, y asumen ellos mismos las tareas de grabación y mezcla, controlando así casi todas las fases de la producción. Pese a ser un halago algo trillado, en este caso no resulta exagerado afirmar que suenan completamente distintos de cualquier otro grupo, exhibiendo un estilo propio tan sistemático y característico, aplicado a composiciones tan pulidas y logradas, que parece casi inverosímil escuchar algo con un nivel de perfección tan elevado. Mefitis - Emberdawn (2019, Autoeditado) Pendath y Vatha, los miembros del grupo, definen su música como “dark metal”, lo cual probablemente sea la mejor definición posible, habida cuenta de su original e inclasificable mezcla de géneros de metal extremo. Tradicionalmente esa es la etiqueta asignada a las formaciones que, siguiendo la estela de Bethlehem y sus herederos, combinan death y black metal sumándole un toque lánguido e introspectivo que cabría designar como “gótico”, en la acepción post-punk de la palabra. En el caso de Mefitis, su fórmula combina influencias melódicas del death metal europeo con la capacidad del black metal para construir paisajes sonoros superponiendo distintas capas imbricadas entre sí. El hecho de no ceñirse a ningún subestilo o influencia en particular les da mucha amplitud y flexibilidad, que el grupo emplea para crear su propio lenguaje y explorar todas las posibilidades que este ofrece. En él resuenan ecos del gusto por la melodía y la atmósfera dentro de un formato más lento y denso, propio de la escuela finlandesa liderada por Demigod y Adramelech, pero también la fluidez y capacidad organizativa de At the Gates y no poco de la pasión de los grandes nombres del black metal noruego, con arrebatos de melodía muy emotivos en mitad de un entorno de dinamismo descarnado. Da la impresión de que en las canciones de este álbum hay muchas cosas desarrollándose al mismo tiempo, sin que el oyente sea capaz de fijarse detenidamente en todas a la vez. A esto contribuye el hecho de que prácticamente no haya reiteraciones inmediatas de los motivos en ninguna de las pistas, salvo en la más larga y homónima, que por otra parte es la única que ofrece espacio suficiente para ello. Hay tantas ideas puestas en práctica que, en manos de una formación menos hábil o clarividente, este disco habría terminado siendo una mezcolanza confusa e indistinguible. Mefitis parece sentir terror a la repetición, y por ese motivo crea música en la que todo está diseñado y medido al milímetro, convirtiendo la variación y el cambio constante en una verdadera religión. Todos los riffs tienen su contrapunto, simultáneo o posterior, quedando así cada uno de ellos englobado en un todo más grande que cada sección individual. Los diversos elementos empleados, como las guitarras acústicas, los teclados, los extraños gritos que se asemejan al sagarit de las mujeres árabes y sobre todo los fascinantes coros, que repiten la misma vocal en distintos tonos, están utilizados con una contención y visión estratégica exquisitas, y proporcionan a las canciones todo el color del que precisan, generando a cada momento una enorme expectación. Todo está tan bien armado y encajado que no se observan juntas ni puntos flacos en este impresionante monumento sonoro. El álbum está estructurado en dos partes bien diferenciadas: una primera con cuatro temas de una duración homogénea, ligeramente por encima de los cinco minutos, y una segunda con otras cinco pistas en las que la canción principal y más larga se deja envolver por varios interludios de distinta extensión. Todos los temas van pasando por numerosas fases anímicas, en las que encontramos melancolía, desesperación y belleza marchita, reflejos de un mundo en inexorable decadencia y autodestrucción como el que aparece en la portada, obra de Turkka Rantanen, que entronca de nuevo con la tradición del death metal finlandés. Entre las distintas fases se producen saltos inesperados, que sorprenden por su osadía y destreza, manteniendo fija la atención del oyente. Sin embargo, la mejor baza del grupo es sin duda su coherencia de estilo, respetada con esmero para mostrar una visión unitaria pero también explotada al máximo para garantizar la variedad y el interés a partir de un conjunto de técnicas selecto y compacto. En ese sentido, Mefitis emula a los clásicos, en su fusión única de visión y forma, para alcanzar la trascendencia a través de la singularidad. Emberdawn es un disco tan limado, depurado y redondo, que puede ser escuchado docenas de veces sin agotarse. Por ello, no es nada descabellado concluir que estamos ante uno de los mejores discos de metal de cualquier género en la última década. Belisario, noviembre de 2019 |
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