MAYO DE 2019 - DISCO DEL MES:
VARGRAV - REIGN IN SUPREME DARKNESS (2019)
Volvemos con otra reseña de un disco nuevo, publicado por un grupo que también es prácticamente novato: Vargrav, una one-man-band finlandesa que hace apenas dos meses sacó su segundo larga duración, titulado Reign in Supreme Darkness, causando gran expectación tanto por el nuevo material como por su reciente estreno sobre las tablas en el marco del SteelFest de Hyvinkää, su ciudad de origen. Esta segunda incursión supone una enorme mejora con respecto a la primera, ya que logra una versión más definida y cohesionada del black metal sinfónico esbozado en su debut del año pasado, Netherstorm. Su estilo se nutre claramente de las referencias más relevantes dentro de la misma corriente, principalmente Emperor, pero también Kataxu, y a pesar de estar aún muy pegado a sus influencias, exhibe una fuerza creativa y una maestría para hilar los temas que compensan en gran medida la manifiesta falta de originalidad, ofreciendo una escucha muy gratificante.
Vargrav - Reign in Supreme Darkness (Werewolf Records, 2019)
Desde la introducción en una onda similar a la del Anthems to the Welkin at Dusk y los primeros compases queda perfectamente claro que Vargrav se imbuye de Emperor a todos los niveles, imitando al detalle la fórmula de su primera y mejor época: guitarras aceradas que marcan el rumbo, teclados saltando de manera incesante por encima y una percusión variada e imaginativa, entre otros llamativos recursos. En la tradición del mejor black metal, las guitarras y los teclados están estructurados a modo de capas superpuestas que se complementan sin dejar hilos sueltos, con un chillido ronco sobrevolando el conjunto, así como breves y ocasionales declamaciones al estilo de Summoning que desconciertan al principio, pero por fortuna no llegan a desentonar al no adquirir protagonismo excesivo. El parecido con Emperor llega a extremos casi intolerables por momentos, aunque en general esto suele reconducirse por medio de diversos añadidos bien resueltos que aportan algo más de personalidad, como los cierres fingidos al final de cada mitad del disco (pistas 4 y 8 del cedé), tras los cuales se retoma enérgicamente el motivo principal de cada canción, una táctica que produce un efecto magnífico.
La mayor virtud de esta música es que pese a exhibir grandes dosis de teclados hipermelódicos no deja nunca de contar con un firme anclaje guitarrero, lo que la aleja de los excesos más vergonzosos del metal sinfónico. En lugar de presentar melodías pegadizas que se repitan una y otra vez, los teclados suelen emplearse a modo de acompañamientos dinámicos, matización de los riffs de guitarra o saturaciones puntuales que generan una atmósfera muy etérea, un recurso utilizado de manera magistral por Kataxu, que aquí demuestra una eficacia similar. Tanta grandilocuencia tiene su sentido, ya que la temática abordada es una exaltación romántica de la noche y una adoración sublime de la oscuridad, aspectos ambos que se transmiten con claridad sin necesidad de consultar las letras. Las canciones, sólidas y centradas, saben hacia dónde quieren ir y no se andan con rodeos, lo que redunda en un disco fluido pero compacto que aguanta bien escuchas recurrentes.
Es muy difícil hablar de originalidad en un álbum de las características mencionadas, pero la verdad es que aquí hay cierto mérito indudable, teniendo en cuenta que el black metal sinfónico es un subgénero muy difícil de cultivar sin acabar haciendo un batiburrillo infumable (como Dimmu Borgir u Old Man’s Child) o algo que, sin ser intrínsecamente malo, se ve irremediablemente lastrado por su propia naturaleza excesiva (como Tartaros u Obtained Enslavement). El problema de este subestilo es que con frecuencia los teclados suelen asumir todo el protagonismo, dejando de lado a las guitarras, lo que provoca que, por un lado, se pierda la agresividad así como el marco global y, por otro, la música se limite a una repetición interminable de melodías más o menos similares, que acaban por sonar como la banda sonora de un videojuego, vagamente atractiva pero totalmente accesoria. En Vargrav las guitarras siempre están en su sitio y llevan el peso de la composición, garantizando su solidez y relevancia.
El éxito que está cosechando este álbum en ámbitos underground demuestra que este chaval hiperactivo de Hyvinkää, que milita en una larga lista de formaciones, ha tocado la fibra correcta con este proyecto. A diferencia de la timidez e indecisión relativas que caracterizan a su predecesor, Reign in Supreme Darkness no es un mero ejercicio de estilo, se trata de un disco trabajado que se escucha con gusto y en el que no hay relleno. No obstante, para que Vargrav deje de ser un ente servil que se contente con imitar los ecos del pasado, tendrá que terminar de asimilar sus influencias, pasando a tener una voz plenamente propia. La portada, que remite inconfundiblemente a la del In the Nightside Eclipse, es una buena metáfora visual de cómo un grupo, por bueno que sea, no accederá a un nivel superior hasta que no se decida a desarrollar su propio estilo antes que limitarse a venerar el de otros. Vargrav es un grupo competente que merece ser escuchado, pero está falto de un buen empujón si desea convertirse en uno sobresaliente y fundamental.