NOVIEMBRE DE 2017 - DISCO DEL MES:
YAMATU - SHURPU ASARU (2000)
Mientras reviso los discos que han salido este año, en busca (bastante infructuosa) de nuevos títulos dignos que poder comentar, me he rendido una vez más a la evidencia de que más vale mirar hacia atrás para recuperar algún álbum que quedó olvidado por el camino, porque siempre es mejor centrarse en lo que es bueno independientemente de su fecha de publicación que no empeñarse en rebuscar entre montañas de novedades esperando hallar algo remotamente interesante. Uno de esos discos prácticamente sumidos en el olvido es el único larga duración que publicó la one-man bandYamatu en el año 2000, cuando probablemente aquella entidad ya había terminado de desvanecerse en la inquieta mente de su creador, el artista Michael Riddick. En lugar de un debut al uso, lo que encontramos en Shurpu Asaru es una recopilación de demos, en orden cronológico (1993-1998), lo que explica tanto la duración desmesurada como el carácter indudablemente casero de todas las grabaciones. Apareció originalmente como CD-R, con una reedición un poco más decente publicada por Ultima Comparatio Productions en 2004, que es la que llegó a mis manos hace años a través del catálogo de BlackSeed Productions. El estilo podría definirse como un black metal relativamente básico y sencillo, pero con una gran imaginación a la hora de crear formas e introducir elementos foráneos. Esto quizá se deba a que Michael Riddick es más conocido por sus contribuciones musicales en el campo del ambient (Equimanthorn) y el folk heterodoxo (The Soil Bleeds Black), a pesar de haber tenido siempre un pie puesto en el terreno del metal. Su apellido quizá suene a algunos lectores, ya que su hermano gemelo, Mark Riddick, es un famoso ilustrador de portadas, con innúmeros trabajos en su haber. Pero lo que aquí nos interesa es la actividad de Michael a mediados de los noventa, cuando el black metal apenas empezaba a irrumpir en Estados Unidos e influir a quienes serían los precursores y, como suele ser el caso, los más dignos exponentes del USBM.
Shurpu Asaru puede escucharse como la evolución de un proyecto que parte de raíces simples y modestas para ir creciendo en confianza y ambición, extinguiéndose sin duda mucho antes de haber exprimido todo su potencial. Los primeros temas recuerdan vagamente al método primitivo pero eficaz de sus paisanos Havohej, aunque también son innegables las influencias del black metal europeo, sobre todo de Grecia y Centroeuropa, en la instrumentación y los ritmos. La batería es programada, como ocurre con frecuencia en las formaciones en solitario, aunque como sucedía en las primeras grabaciones de Varathron, las múltiples virtudes consiguen camuflar este punto flaco. El sonido no es ni más ni menos que lo que cabe esperar de una maqueta noventera, con ligeras mejorías a medida que avanza la cronología. Además de las técnicas, ciertas limitaciones artísticas también se hacen notar, ya que algunos de los instrumentos no están todo lo bien tocados que deberían, mas en este caso prevalece la frescura del enfoque y la valentía a la hora de incorporar elementos que no están del todo controlados. Uno deja pronto de fijarse en tal o cual imperfección de forma o crudeza sonora para dejarse seducir por canciones que son totalmente únicas en su composición, ejecución y alma. Todas ellas presentan pasajes curiosos y arreglos inusuales, más acordes con otros géneros, como melodías de piano y sintetizadores al estilo de los primeros Absu o Sammath, o interludios exóticos y orientalizantes, que aquí redundan en originalidad absoluta al encajar a la perfección en un todo coherente y cohesionado, al igual que las voces sobreactuadas y estrambóticas, un tanto perturbadoras en un primer momento. Cada canción parece contar una pequeña historia con su propio lenguaje y recursos independientes, haciendo que el recopilatorio se asemeje a uno de esos compendios de cuentos populares en que el único nexo común es la evocación de lugares lejanos y el espíritu de aventura. Pero lo que sí es omnipresente es una atmósfera de oscuridad muy convincente, no amenazadora ni terrorífica como en otros grupos más adustos, sino histriónica y excéntrica como una historia lúgubre de miedo o asesinatos contada en un teatro de marionetas, siempre al borde de lo ridículo pero sin caer en él, porque la intención subyacente es firme y profunda a pesar de las formas extravagantes empleadas. Todos los elementos están al servicio de las narraciones vehiculadas, nunca tienen una finalidad en sí mismos, y por eso el oyente los acepta y asimila sin reparos por muy exagerados que puedan parecer.
Otro rasgo tan pintoresco como infrecuente es el trasfondo de las canciones, centrado en la mitología sumeria, un universo prácticamente opaco para quien no esté versado en él, y en el que se insertan referencias esotéricas de diversa índole que resultan asimismo difíciles de desentrañar. Según los parcos comentarios de la carátula interior, las letras evocan la génesis de los vampiros, aunque los textos son tan confusos que realmente no dejan nada claro. Tanto la temática como la manera imprecisa de enfocarla casan bien con la oscuridad arcana que se desea conjurar, y constituye una rareza en el ámbito del metal contemporáneo, que hasta la fecha tan sólo había abordado los mitos sumerios de manera parcial y fragmentaria. Este es un factor más que nos revela el afán del artista por crear algo totalmente distinto en todos los aspectos, con elementos musicales heterogéneos y una voluntad tan esotérica como profundamente underground. Yamatu es un grupo extraño hasta en el cover escogido para cerrar el recopilatorio: un tema de Jacula, una oscura formación italiana de rock progresivo experimental y ocultista. En su batiburrillo coherente de influencias y absoluta independencia, encarna un espíritu radicalmente opuesto a lo genérico y convencional, y quizá por eso su chispa creativa se fue apagando a medida que el black metal se iba convirtiendo en un fenómeno masivo de mediocres imitadores. Da un poco de pena observar que este proceso fascinante no culminara en un eventual elepé tan brillante como inigualable, aunque probablemente eso habría sido algo contrario a la filosofía del autor, y quizá también a la propia naturaleza de la música. Viendo el panorama conformista y autocomplaciente que caracteriza al metal desde hace lustros, se echan de menos grupos como éste, para los que la imaginación y la creatividad sean más importantes que la compartimentación por géneros y el encaje en tal o cual nicho de público. Muchos conjuntos aburridos podrían aprender de estas maquetas precarias pero magníficas, claro que no todo el mundo es capaz de aunar una sensibilidad musical tan amplia con inquietudes personales fuera de lo común materializadas a modo de inspiración. Eso sólo ocurre en los mejores casos, y por eso merece la pena recordarlos, por muy olvidados y enterrados que estén en la polvorienta y laberíntica biblioteca universal de la melomanía.