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ABRIL DE 2017 - DISCO DEL MES:
FOURTH MONARCHY - AMPHILOCHIA (2007)


 Al igual que el mes pasado, voy a hablarles de un disco que no es reciente. Lo descubrí hace unos meses, y desde entonces he disfrutado en reiteradas ocasiones de las virtudes que lo caracterizan. Se trata del debut de los italianos Fourth Monarchy, un oscuro grupo veneciano de trayectoria tan discreta como poco fecunda, por desgracia ya desaparecido en la bruma de los tiempos. El metal que sale de la Península Itálica e islas adyacentes suele ser de todo menos convencional, para bien o para mal, y Amphilochia no es una excepción. Su estilo es un black metal melódico con empleo recurrente pero certero de los teclados, a la manera de los noruegos Kvist, una formación que no llegó realmente a crear escuela, lo que otorga un interés adicional a la propuesta. Pero este disco no es una mera copia de lo que hacían los escandinavos, sino que sabe abordar la pulsión melódica de manera integral y no a modo de complemento, lo que supone un grado superior a lo que podía escucharse en For kunsten maa vi evig vike. Si a ello sumamos letras en italiano y una opaca temática esotérica, el resultado tiene la suficiente personalidad como para no dejar indiferente.


Fourth Monarchy - Amphilochia (Helvete.ru, 2007)


 El álbum se abre con un cántico litúrgico en griego que en cuestión de segundos deja paso a un asalto guitarrero sin contemplaciones, en un preludio del contraste permanente que caracteriza a la música del grupo. En cada una de las canciones, una serie de riffs enérgicos y crudos se contrapone a brevísimas introducciones exotizantes, interludios variopintos, recitados en off y, principalmente, teclados marcadamente emotivos que pueden llegar a resultar excesivos pero nunca están totalmente fuera de lugar. La base metálica es suficientemente áspera y agresiva como para asegurar la contundencia, y está tan bien tramada que más que telón de fondo constituye una verdadera matriz a la cual se sueldan los distintos elementos añadidos en un conjunto abigarrado pero sólido y, lo que es más importante, centrado. Los riffs evolucionan en series encadenadas entre sí que generan una sensación de avance, soportando todo el peso de la estructura mientras los teclados y demás accesorios deleitan el oído con contrapuesta delicadeza. Hay dos canciones, los cortes tres y cuatro, que ejemplifican bien los aciertos del grupo: la primera es “Al Castello”, el tema más largo, en el que múltiples fases más o menos similares van disponiéndose paulatinamente una sobre otra para maximizar el efecto del épico clímax que se hace esperar mucho antes de su aparición; la segunda lleva por nombre “Notre Dame. La Città Gotica”, y alterna una melodía de guitarra, repetida a modo de interludio, con susurros misteriosos y sucesivas descargas con plena intensidad para conformar un conjunto diverso, potente y evocador, las mismas cualidades que impregnan los mejores momentos del disco. Por desgracia, los temas siguientes son algo redundantes y menos distintivos, pero el balance no deja de ser positivo merced a una sobresaliente primera parte.



 Por su énfasis en la melodía y su exuberante colorido puede que este álbum no sea para todo el mundo, al menos no para quien guste exclusivamente de cosas más monocromáticas y sombrías y asimismo, todo sea dicho, tal vez menos sorprendentes. Sin embargo, en el fondo el disco no se aleja demasiado en su forma ni en su sonido del black metal de los noventa, y su punto fuerte no es tanto la originalidad como la pericia a la hora de explorar un terreno poco hollado en su vertiente auténticamente metálica como es el black metal melódico con teclados, que inmediatamente después de dar sus primeros pasos se convirtió, a efectos estilísticos, en banda sonora con distorsión para juegos de rol (Obtained Enslavement) o, peor aún, en heavy metal convencional con teclados edulcorados hasta la diabetes terminal (Dimmu Borgir y un largo etcétera). Fourth Monarchy consigue hacer un black metal muy expresivoy atrayente que no deja de ser metal, y ese es su gran logro. Más allá de eso, su disco es antes una nota al pie que algo único o fundacional, pero merece ser escuchado por su solidez y destreza. Es una pena que el grupo no fuera capaz de llevar más allá la fórmula hacia un estilo más desarrollado y despegado de sus influencias, y terminara por disolverse dejando tan sólo un par de grabaciones por el camino, de las que este álbum es la más destacada. Uno de sus miembros se integró posteriormente en la formación Veneror, que no ha mucho publicó un debut bastante potable (Percussimus Foedus cum Morte, 2013), pero menos sorprendente y florido que el de Fourth Monarchy. Probablemente Amphilochia no vaya a figurar por derecho propio en ningún compendio de mejores discos de su década, pero sí interesará a todo apasionado del black metal que busque una aproximación hábil e inusual a un formato clásico.


Belisario, mayo de 2017





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