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SEPTIEMBRE DE 2016 - DISCO DEL MES:
CÓNDOR - SANGREAL (2016)


 Tras varios meses revisitando discos más antiguos, esta vez puedo por fin regresar a la más rabiosa actualidad gracias a uno de los grupos predilectos de esta página web. A mediados de mes tuve el honor de recibir una promo del nuevo disco de Cóndor, titulado Sangreal, que verá la luz el próximo Día de la Hispanidad. Desde entonces lo he escuchado con agrado unas cuantas veces, convencido desde la primera de ellas de que era merecedor de una reseña mensual en este espacio. Sangreal es un digno sucesor de sus antecesores, algo que suele decirse en vano demasiado a menudo, pero aquí sí se aplica por su manera de asemejarse naturalmente a ellos resultando al mismo tiempo suficientemente distinto. En Sangreal hay más de Duin que de Nadia, en el sentido de que la influencia del rock setentero queda en un plano más secundario para privilegiar el enfoque neoclasicista que caracteriza al segundo disco. También hay voces limpias, correspondientes a un nuevo cantante y guitarrista, que desconciertan en un primer momento pero encajan bien con una música que privilegia varios pasajes acústicos y cierta resonancia medieval. Se percibe una nítida mejora de la calidad del sonido, recurriendo por primera vez a un estudio para la totalidad de la grabación, y por suerte los solos melódicos de guitarra siguen apuntalando las canciones de forma decisiva, una de las señas de identidad inconfundibles del grupo. La ejecución también es más firme y segura, y en las estructuras cuidadas y ambiciosas se deja entrever que el grupo continúa en un fértil período de evolución creativa y estilística. Por lo demás, el estilo es tan inclasificable como siempre, nutriéndose de elementos del doom y el death metal para configurar un heavy metal antiguo y moderno a un tiempo en el que hay suficiente holgura como para que convivan influencias aparentemente alejadas entre sí, como el rock clásico o la música clásica y barroca. Es esta amplitud de miras lo que hace que la música de Sangreal, al igual que la de sus predecesores, no suene exactamente a ningún otro grupo, a diferencia de la gran mayoría de discos con que uno se topa en el día a día, razón de más para descubrirla si uno es lo bastante curioso como para atreverse a salir de la indolente comodidad de la compartimentación de géneros.


Cóndor - Sangreal (Autoeditado, 2016)


 Lo primero que llama la atención en este disco, que ya podía escucharse en los anteriores, es el juego de guitarras melódicas desdobladas, con progresiones complejas y metódicas, a caballo entre At the Gates y Andrés Segovia. Las dobles guitarras típicas del heavy metal ochentero se emplean también con profusión, sin que por ello el grupo recuerde directamente al metal de aquella época. Los solos se emplean como ejes de las canciones, a modo de apertura, conclusión o nexo, y si funcionan tan bien no es solamente por su diseño formal, sino por su manera de encajar en las narraciones con un papel determinante, de tal manera que no se entienden sin el resto de la canción, ni la canción se entiende sin el solo. Lo mismo puede decirse de los riffs acerados que surgen en ocasiones para reforzar o variar el rumbo, e incluso de los interludios acústicos, que no están separados del resto del tema sino que conforman una unidad diversa pero bien visible. Este último elemento, unido a la gravedad y la fuerza que tiene la palabra en la música de Cóndor, trae a la mente las canciones de Tenhi, un grupo muy distinto pero asemejable a los colombianos en su heterodoxia estilística y pluralidad de formas compositivas. La producción más profesional se nota a todos los niveles, empezando por las voces gruñidas, que suenan más suaves e inteligibles, casi como susurros rasgados, pasando por la nitidez de las guitarras, que ya no entran como en un ensayo grabado, y terminando con la canción íntegramente acústica (“Sainte-Terre”), que perdería buena parte de su efecto luminoso de haber sido grabada con peor calidad. A diferencia de lo que ocurre a menudo con muchos grupos al pasar de las maquetas al debut en estudio, aquí no se ha perdido un ápice de autenticidad o fuerza en el proceso, ninguno de los instrumentos suena con una claridad excesiva y la mezcla de los mismos es tan ponderada que el bajo puede escucharse, aunque sea levemente, en todo momento. En los discos anteriores la clarividencia de la composición eclipsaba cualquier carencia técnica, pero esta vez parece que la formación ha encontrado un compromiso perfecto entre su independencia artística y los beneficios de unos medios superiores.


SANGREAL PUEDE ESCUCHARSE EN
LA PÁGINA DEL GRUPO EN BANDCAMP


 Pese a todo lo mencionado, donde realmente radica la grandeza de Cóndor es en su habilidad para juntar partes muy distintas dentro de las canciones sin que se pierda la unidad. Esto se debe a que ningún elemento es aleatorio, todos ellos cumplen una función que se desvela en su forma de encajar con el resto, y da como resultado canciones de marcadas influencias clásicas con distintas fases en las que la dirección y la intención están claras, a diferencia de batiburrillos seudoprogresivos como los álbumes de Opeth, que pretenden hacer pasar por complejidad un patchwork torpe e inconexo. En Sangreal las estructuras obedecen a la idea de cada tema, de ahí que haya tanta diferencia entre uno y otro, y que se trasciendan sin miedo las fronteras entre géneros que tanto teme transgredir cualquier grupo convencional. La lógica interna es tan ambiciosa como clarividente, no hay rellenos ni repeticiones gratuitas, e incluso las reiteraciones cuádruples, tan típicas del metal, incluyen aquí pequeñas variaciones que insuflan vida y movimiento al conjunto. Esto se aprecia mejor después de varias escuchas, cuando se empieza a prestar un poco menos de atención a las voces y los cambios de ritmo y se perciben más claramente los detalles estructurales. Un buen ejemplo de lo descrito lo tenemos en “Outremer”, una canción que arranca con tres minutos de música esbozando distintas emociones e ideas a modo de trasfondo hasta abocar en la recitación de un poema medieval. Toda esa rica evolución no habría tenido sentido si no desembocara en algo concreto y, a su vez, si los versos surgieran de la nada o estuvieran acompañados por motivos triviales o repetitivos, su carga y su impacto serían mucho menores. Este cuidado por la arquitectura viene acompañado de un trabajo minucioso en los arreglos, de manera que las fases vayan sucediéndose de forma lógica y natural, con una conclusión que logra suscitar interés por lo que vendrá después, como los capítulos de un libro bien hilado. Como en anteriores ocasiones, las letras no van en zaga, abordando temas épicos e históricos con una voz poética y evocadora, que prefiere la alusión indirecta a la llana concreción de detalles, y recuerda a los poemas de Borges en su visión a la vez arcaizante y atemporal, prestándose a una variedad de interpretaciones. Como ya hiciera con el castellano antiguo en Duin, esta vez el grupo se atreve con el provenzal, no sólo con un texto ajeno, sino con otro de cosecha propia para la canción que da título al disco, devolviendo así la vida a algo lejano y antiguo con un nuevo fin, una metáfora que se aplica a la música del grupo en general. Las otras canciones están cantadas, como de costumbre, en el castellano suave y templado que caracteriza a las gentes de su país de origen. Quizá lo menos espectacular en esta ocasión sea la portada, más sobria y minimalista que las anteriores, aunque acorde con la temática.


 Al escuchar este tercer disco, que prefiere explorar nuevos terrenos con el bagaje adquirido antes que concentrarse en lo que ya domina, una estrategia arriesgada pero más enriquecedora, en opinión de quien suscribe, queda patente que debería haber más grupos como Cóndor, no con el mismo estilo y copiando sus formas, sino inspirándose en su libertad creativa para hacer música sin modelos ni esquemas preestablecidos, que surja de una visión genuina y personal combinada con un minucioso estudio de formas musicales diversas que puedan aplicarse de una forma nueva y distinta. Después de dos décadas en las que la mayoría de formaciones nuevas parecen cover bands de su o sus grupos favoritos, ya es hora de volver a producir contenido original. Cóndor podrían ser la punta de lanza de una renovación cualitativa dentro del metal, o bien una honrosa excepción en un presente y futuro sin auténticas novedades ni variación, pero en todo caso constituyen una de las propuestas más únicas y destacables que hayan visto la luz en los últimos tiempos.


Belisario, septiembre de 2016





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