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MAYO DE 2015 - DISCO DEL MES:
WITCHBLOOD - HAIL TO LYDERHORN (2014)


 El disco que reseñamos esta vez, Hail to Lyderhorn de Witchblood, es más bien reciente, pues figura en la lista de los mejores álbumes de 2014 publicada hace unas semanas en estas páginas. De todos los que he escuchado hasta la fecha, que son la mayoría, este es probablemente el disco que más me ha llamado la atención, si exceptuamos los de Heresiarch, Sammath o Sorcier des Glaces, que ya había abordado hace un tiempo. Estamos ante el debut de un grupo formado hace unos años que no había sacado anteriormente más que una maqueta y un EP, por lo que se trata de una ópera prima en toda regla. El disco viene firmado por Iron Meggido, una americana afincada al parecer en Alemania, que compone y toca toda la música con ayuda de un batería de sesión, de ahí que prácticamente se pueda hablar de una one man band, o one woman band para ser más exactos, dato este último que probablemente explica el nombre escogido para el proyecto. Normalmente este tipo de formaciones están vinculadas al black metal, y este caso no es ninguna excepción, aunque lo original de la propuesta es que no proviene de un grupo de black metal moderno o de estilo vintage, sino de ambas cosas al mismo tiempo. Partiendo de una base que abarca desde Venom hasta la etapa intermedia de Bathory, Hail to Lyderhorn revisita el black metal ochentero a través del prisma de los grupos noruegos de los noventa, potenciando el lado épico y paganizante, lo que da como resultado un estilo nuevo y diferente que guarda un sabor inconfundiblemente añejo.


Witchblood - Hail to Lyderhorn (Aurora Australis, 2014)


 El propio título del disco es un primer indicio de la dirección que pretende seguir. Lyderhorn, además de un nombre asociado a la brujería, es una de las siete montañas que rodean la ciudad de Bergen, lo que permite interpretar el álbum como un homenaje a los grupos de dicha ciudad. En efecto, en su música laten ecos de los grupos locales que más se aproximan a un sonido que cabe tildar de medieval o folk, como Hades o Taake, junto a elementos más sutiles que remiten a Immortal, Burzum e incluso Gorgoroth. Todos ellos, además de otras influencias más modernas, enriquecen un armazón crudo y primitivo para conferirle profundidad y emoción, de una forma similar a cómo de los ruidosos y violentos Bathory de The Return salió la épica majestuosa de Hammerheart. Las canciones conservan la sencillez y autenticidad del metal extremo ochentero, con estructuras claras que funcionan bien y logran emocionar. El grupo opta por esquivar cualquier floritura para centrar cada tema en uno o dos riffs principales, sólidos y potentes, que oscilan entre black y heavy metal y sirven para guiar y sostener todo el contenido, tanto en los temas rápidos como en los que avanzan a medio tiempo. Con frecuencia emergen solos breves, la mayoría intensos y frenéticos como los de los discos más antiguos de Bathory, otros más melódicos que combinan bien con los ritmos moderados, en cada caso una forma excelente de apuntalar cada canción. Las voces abarcan un registro bastante amplio que va desde susurros e invocaciones hasta rugidos guturales, adoptando generalmente la forma de un chillido agudo y rasposo que recuerda a Burzum, con ocasionales gritos estilo Slayer al inicio de las canciones o en mitad de las mismas que asustan y deleitan a partes iguales. A esto se añaden muy puntualmente teclados de fondo, que se limitan a reforzar un conjunto ligero y dinámico que anima y nunca aburre, una fórmula muy lograda.





 La producción, por su parte, es concisa y robusta, aprovechando la nitidez que permiten las nuevas técnicas pero manteniendo el carácter compacto y contundente de antaño, como nos gusta a los metaleros. La sencillez de la instrumentación permite una gran versatilidad a la hora de interpretar canciones que ofrecen cierta variedad a pesar de obedecer a un mismo patrón reconocible. En conjunto, el álbum es original y distinto, a pesar de que resulten muy patentes los atisbos de las múltiples influencias, pero es precisamente la recombinación singular de todas ellas lo que hace que estemos ante algo que es nuevo pese a sonar antiguo. En ese sentido, Hail to Lyderhorn puede abordarse como una síntesis del black metal clásico, que puede disfrutarse a día de hoy en versión remozada. ¿Para qué tratar de crear algo absolutamente novedoso si ya hay tanto hecho en el metal que existe materia de sobra para seguir explotando? A modo de complemento natural, el disco se abre y cierra con cánticos entre tribales y rituales que traen a la mente la música folk moderna de grupos como Hagalaz' Runedance, y concuerdan a la perfección con la temática pagana y espiritual de las letras (de las cuales una está parcialmente en noruego y otra en alemán). La figura medieval de la bruja se emplea como metáfora de quien se alza por encima de la mediocridad circundante para abrir su propio camino y explotar todo su potencial, lo que corresponde a una de las perspectivas fundamentales de la filosofía subyacente al metal. Que la imagen escogida sea la de una hechicera no tiene nada de extraño siendo una mujer la artífice de todo, aunque afortunadamente cabe resaltar que se trata de una mujer-artista, no una mera mujer-reclamo como con frecuencia vemos en el metal, por lo que su música se sostiene perfectamente por sí misma sin necesidad de venderse como “metal femenino” para llamar la atención. Esta última es tan sólo una más dentro de la larga serie de cualidades positivas que hacen de este disco una obra excelente que resiste escuchas reiteradas, y seguramente sorprenda a más de uno que crea que ya lo ha escuchado todo.


Belisario, junio de 2015





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