Cultura o adornoEl heavy metal es una cultura, porque se trata de un espíritu único: un deseo belicoso de aventura y significado, en lugar de seguridad y drama personal. No mosh! No core! No trends! No “fun”! Los idiotas siguen queriendo convertir el heavy metal en música rock. La música rock se basa en el drama individual: lo mismo que hace que la gente crea que está bien tirar basura por el suelo, votar a manipuladores y luego echar la culpa a los demás, comer en McDonald’s y después lamentarse por el poder de las grandes empresas. La gente es el problema, no las instituciones. Nos gusta pensar que todos somos igualmente capaces, así que si algo sale mal, se trata de mala fortuna/victimismo. La verdad es que la mayoría de la gente no es capaz de ajustar un presupuesto, comprar comida de calidad o evitar incurrir una y otra vez en acciones autodestructivas y sin sentido. La humanidad está sobrevalorada. Ahora tenemos idiotas que quieren que pensemos que simplemente relajando las normas todo saldrá bien; lo mismo que funcionó con los hippies, los romanos u otros grupos de estúpidos condenados a la muerte:
El elitismo es lo único que ha salvado al metal. A finales de los ochenta y principios de los noventa, el metal era un género despreciable, fascista. Aquellos grupos sabían que no querían terminar igual que el speed metal, que acababa de venderse (Metallica, Testament, Anthrax, Exodus, Megadeth) ni como el heavy metal mainstream de la época, que era un hair metal malo hasta decir basta, o metal industrial/alternativo en gestación (Ministry, Faith No More). Acababan de ver cómo el metal se había vuelto popular a finales de los setenta sólo para morir poco después, regresar a principios de los ochenta y luego empezar a morir de nuevo. Los grupos de black metal fueron aún más extremos. Se dieron cuenta de que si seguían haciendo el tipo de música que sólo servía para alegrar a una panda de palurdos cerveceros, el género no iría a ninguna parte. Sería reabsorbido por la corriente mayoritaria y se convertiría en la misma mierda espantosa que infestaba tanto la radio como (de una forma más estúpida, más a la moda) las listas de éxitos indies. El elitismo es la piedra angular del metal de calidad. Cuando se abandonó en 1994, el resultado fue una sequía en la música de calidad, con algunas excepciones (los últimos álbumes de Beherit, Cianide, Asphyx, Demoncy, Averse Sefira, Summoning y algunos más). Estos grupos nadaron a contracorriente porque creían en la calidad por encima de la cantidad. Lo llamen o no “elitismo”, viene a ser la misma idea: queremos música de calidad, por eso nos alejamos de lo vano, comercial o trivial. ¿Y ahora viene este idiota a decirnos que el elitismo está matando al metal? Más bien quiere decir que la pose está matando al metal, como siempre ha ocurrido. Ser un farsante es lo que hacen quienes quieren utilizar la música para parecer más “cool”. Los fans de Opeth que quieren mostrarte lo “abiertos de mente” que son, los de Primus, que quieren contarte lo técnica que es su música, los fans de Rage Against the Machine y del punk-rock con sus aires de superioridad moral hablando de política, los devotos del metalcore que adoptan un estilo de vida mixto, medio moderno, medio bohemio burgués, de indignación moral con emotividad excesiva e ínfulas de superioridad… Esas personas son los falsos elitistas, los farsantes, los que arruinan el metal. ¿Acaso pensó él en todo esto? No, porque ello le obligaría a admitir que el heavy metal es una visión realmente diferente del mundo.
Somos una nueva generación que se caga en todo lo viejo. Los hippies de 1968 nos contaron la misma mierda que los grupos de metalcore nos cuentan hoy. Si quieres ser el heredero musical de la estúpida y fallida proyección política de tus padres o abuelos, adelante. Con ello sencillamente admitirás tu deseo de repetir la disfunción del pasado. Más o menos lo mismo que haría una víctima de malos tratos. Durante 2.000 años hemos oído a imbéciles rebosantes de amabilidad diciéndonos que “todo lo que necesitamos es amor”. Si fuera tan fácil, ya habría sucedido hace milenios. “Todo lo que necesitamos es espárragos” tiene una relevancia similar de cara a la complejidad moral de los problemas a los que nos enfrentamos. Además, a menos que se tenga la cabeza metida por el culo, es posible comprobar cómo la actuación egoísta del ser humano es un problema mucho mayor que cualquier defecto que hayan podido tener nuestras instituciones. Sencillamente nos gusta echarle la culpa a las instituciones para poder seguir siendo egoístas. Confiemos en la naturaleza en su lugar:
Nos encantaría saber qué piensan los tiburones de Deicide e Incantation. La música pop, con sus ritmos y gemidos egocéntricos y su estilo autocompasivo y pegadizo, probablemente les haría atacar el barco. De igual forma, los grupos de farsantes como Mastodon, Kylesa, Gojira, Opeth, etc., tendrían el mismo efecto.
La naturaleza sabe que el metal es un camino por derecho propio. Son solamente los humanos egoístas quienes insisten en intentar castrarlo, para poder así dejar de tenerle miedo. ¡Arriba el elitismo! (traducción del artículo publicado en el Dark Legions Archive el 31.07.2011, |
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