¿Existe aún el underground en el metal extremo?


Hace unos meses leí una muy recomendable entrevista a Salva Rubio en la revista digital Jot Down que me dejó reflexionando acerca de varios asuntos. Sea uno o no partidario de los escritos de corte enciclopédico de ese hombre sobre la historia del metal extremo (que para quien suscribe quizá puedan ser criticables por su enfoque más cuantitativo que cualitativo, o por su tono de neutralidad académica, pero no por sus métodos ni por sus análisis), lo cierto es que conoce bien el tema y se expresa con propiedad, por lo que su opinión es siempre digna de consideración. La cuestión que más me interesó y en la que me gustaría centrarme aquí es si en los tiempos que corren todavía existe algo que pueda llamarse “el underground“ en el ámbito del metal extremo. Preguntado acerca de la evolución de los formatos a lo largo de las décadas, el Sr. Rubio contestaba lo siguiente:

Hace poco me preguntaron si existe el underground hoy. Creo que si puedes poner el nombre del grupo que te dé la gana en un ordenador y suena su música ya no hay underground. La cuestión aquí es la disponibilidad, no si el cedé se escucha mejor o peor que el vinilo. Ahora mismo tengo a un clic en YouTube prácticamente a todos los grupos de metal extremo que ha habido, demos incluidas. Antes tenías que irte a Repulse, leerte bien el catálogo y decidir qué par de cedés te comprabas, porque no tenías dinero para más. Ya te podía salir bien la compra. Hoy no hay que arriesgarse con el dinero ni tienes que conseguir buenos contactos para tape trading. Para los viejos del lugar, esta música era un secreto. Había que introducirse, escuchabas los discos en grupo. Si alguien tenía el último de no sé quién te metías en su coche a que te lo pusiera. Era un acontecimiento.

Lo primero que llama la atención es que las palabras de Salva Rubio apuntan a una visión claramente generacional, la de los nacidos en la década de los setenta que vivieron la evolución completa de los formatos desde sus inicios, empezando por las cintas intercambiadas y los vinilos, pasando por los cedés, hasta llegar a la era digital. Es natural que esta generación mantenga, por un lado, una relación que tiene mucho de emocional y nostálgico con el formato físico y, por otro, que desconfíen de quienes llegaron más tarde y han desarrollado una visión forzosamente distinta de las cosas. Sentirse parte de algo es un elemento esencial dentro de cualquier subcultura, pero eso no debería dejar de lado la evidencia de que muchos de los valores y las concepciones de antaño tienen más que ver con la experiencia personal y las condiciones de aquel tiempo que con la música en sí, y que las cosas necesariamente evolucionan y cambian sin que ello implique una decadencia absoluta y sin paliativos.

Los que llegamos después vivimos una época que formalmente era distinta pero al mismo tiempo resultaba similar en no pocos aspectos. La generación de los ochenta tardíos, a la que pertenece un servidor, llegó al metal en la época primigenia de los mp3s, pero también compraba cedés por catálogo o en tiendas cuando podía permitírselo, y se informaba sobre los grupos más desconocidos a través de webs rudimentarias montadas por aficionados o por los propios grupos, con datos incompletos y parciales, igual que los fanzines, muy lejos aún de la abundancia informativa de hoy en día. Aquello tenía mucho encanto, a su manera, y vivir aquellos tiempos también fue muy emocionante, pero personalmente estimo que sería un error mitificar aquellos formatos, igual que lo es mitificar los de los inicios, porque supone infundir un halo subjetivo e idealizado a una serie de soportes y medios que objetivamente eran mucho menos prácticos y funcionales que los de hoy.

No obstante, en honor a la verdad hay que puntualizar que el entrevistado no se recrea en la nostalgia para explicar la ausencia de underground en la época actual, sino que la achaca a un factor muy concreto: la disponibilidad. Es bien sabido que de un tiempo a esta parte es mucho más fácil encontrarlo todo, que de hecho a día de hoy la gran mayoría de música de todos los estilos está en Internet en el instante mismo de su publicación (si no es unos días antes), pero eso no significa ni mucho menos que todo el mundo pueda estar pendiente de todas las novedades que van saliendo. La ventaja que ofrece la disponibilidad conlleva el inconveniente de la acumulación, porque hay tantísimas cosas nuevas apareciendo al mismo tiempo que uno no sabe qué escuchar de entre la oferta inabarcable sin arriesgarse a acabar dando con puras mediocridades. En ese sentido, sigue siendo necesario hacer un esfuerzo para buscar buena música, aunque ahora sea en forma de investigación previa y cribado. Cuando uno encuentra algo bueno, lo aprecia como la joya que es, de una manera –me atrevo a afirmar– no tan distinta de cuando se conseguía la música en la era predigital.

Ceñirnos al mantra de la disponibilidad técnicamente absoluta nos hace olvidar que, cuando hablamos de grupos que no tienen a un gran sello detrás, que son la mayoría, existe otro factor mucho más crucial: la exposición. Los grupos underground de antes no eran desconocidos por gusto, sino porque no tenían medios para llegar a la gente. A muchos de los grupos de hoy les sucede lo mismo: a pesar de tener presencia en redes sociales y plataformas de música y vídeos, no suelen cobrar demasiada relevancia porque para llegar precisamente a ellos y no a otra de las miles de formaciones similares que pululan por la red es preciso tener un conocimiento previo y saber lo que se busca. A ello se suma el inconveniente añadido de que, si no responden a las tendencias del momento o las expectativas del mercado, su rango de exposición se vuelve aún más restringido. Es lo que algunos han llamado el metal “oculto a plena vista” (metal hidden in plain sight), que responde plenamente a la definición de underground como ámbito ampliamente desconocido y minoritario, a pesar de contar hoy en día –en teoría– con las más modernas tecnologías de difusión.

Pongamos un ejemplo reciente que los lectores de estas páginas conocerán bien. Hace un año esta web y algunas otras afines glosaban sin mesura las virtudes de los segundos discos de dos formaciones tan sólidas como originales: Mefitis y Polemicist. Pasados casi veinticuatro meses de su publicación, Offscourings acumula unas moderadas siete mil visualizaciones en la cuenta oficial de Mefitis en YouTube, y Return of the Sophist apenas llega a las cuatrocientas en el canal de su discográfica, Hessian Firm, trece meses después de haber visto la luz. Comparados con los números que maneja cualquier publicación de un sello grande, esto es verdaderamente exiguo, a pesar del apoyo modesto pero entusiasta recibido por una serie de medios aficionados, entre ellos el que están leyendo. Esto me parece un ejemplo perfecto de que el underground sigue vivo: a pesar de estar en principio a la vista de todos, las producciones de alta calidad de una pequeña discográfica no llegan más que a un ámbito muy reducido, el gran público metalero no las conoce y no es posible llegar a ellas más que a través de recomendación, información previa o, tal vez, la mayor de las casualidades.

No obstante, existir en ese underground también tiene sus ventajas. No tener que satisfacer las expectativas mercantiles de ningún sello de gran tamaño ni las exigencias conservadoras de un nutrido colectivo de fans implica para algunas formaciones una libertad creativa y una independencia indispensables para desarrollar su arte sin ningún tipo de trabas. Las discográficas pequeñas y medianas pueden realizar sus actividades de promoción con mucha mayor eficacia y menor coste que antaño, sin dejar por ello de apelar a los mismos públicos restringidos y selectos que antes. El mismo fenómeno de los festivales de tamaño pequeño y mediano que lleva floreciendo más de una década por todo el orbe occidental también tiene mucho de aplicación de los nuevos medios y tecnologías a un sistema casi tribal que sigue funcionando en pequeños círculos, con contactos personales y directos. Ningún grupo o discográfica rechazaría una exposición algo mayor, pero la mayoría opera muy cómodamente en esa difusa zona gris entre lo ligeramente conocido y lo absolutamente subterráneo.

Por todo lo expuesto, quien suscribe afirma que en la época actual también existe el underground, obviamente muy mutado y evolucionado, pero no mucho más de lo que también ha cambiado el mundo alrededor. El concepto clave a día de hoy no es ya la disponibilidad sino la exposición, que es lo que separa a los grandes nombres y sellos de la vasta mayoría de entidades que suman un puñado de escuchas o menciones en YouTube, BandCamp o Metal Archives. Ante la homogeneidad y el patente conservadurismo de muchas de las discográficas más grandes y los dinosaurios de todos los subestilos que aún sobreviven, el underground se mantiene aún como el terreno natural de la experimentación, el riesgo o el inconformismo, factores que siguen haciendo de él el auténtico motor del metal extremo a efectos artísticos, algo no muy distinto de lo que ha sido siempre. Encontrar lo que más merece la pena dentro de la inconmensurable oferta “oculta a plena vista” de nuestros días claramente requiere menos dinero, pero tal vez no menos tiempo y dedicación que en los tiempos del tape trading. Y ¿acaso hay otra forma de encontrar y disfrutar el metal verdaderamente bueno?

Belisario, diciembre de 2022

Escuchando: Sorhin – 2000 – Apokalypsens Ängel


7 respuestas a “¿Existe aún el underground en el metal extremo?”

  1. Un muy interesante enfoque que le das a la situación actual del metal amigo Belisario. En épocas donde todavía asumimos situaciones de la industria musical como si fuera 1990 visión que aun personas que acaso habíamos nacido en esa época conservamos de la actualidad musical.

    • Tenía ganas de escribir un artículo exponiendo que en la actualidad no todo es peor que hace treinta años y que incluso en algunos aspectos las cosas están mejor, porque casi todo lo que leo que viene del underground afirma lo contrario.

  2. Totalmente de acuerdo, el underground existe aún y es que, en lo personal, no concibo al subgénero fuera de este, es en el mismo en donde se encuentran joyas perdidas, propuestas innovadoras o incluso se revive, desde un nuevo enfoque y sonidos a algunos géneros de antaño, por más que existan grandes nombres en grandes sellos (la mayoría los de siempre), para mí siempre ha implicado el interés real que se puede tener desde un aficionado a esta música en sí, el no sólo escuchar las 10 bandas que te salen en anuncios en youtube y cada blog, indiferente de una exposición más cercana a la de otros géneros musicales. saludos.

    • Pienso como tú, aunque es una opinión a contracorriente, porque está visto que los grandes sellos, grupos y la mayoría de los fans son igual de conservadores. Yo no le veo interés a escuchar siempre lo mismo y de la misma manera, y creo que el underground es el único entorno en el que encontrar cosas divergentes que, paradójicamente, acaban influyendo en el mainstream en forma de técnicas, tendencias y contenidos que por lo general se asumen tan sólo superficialmente.

  3. no hay otra forma, me temo. o sí, yo sigo buscando en páginas como la suya o en hate meditations, que es amiga, y me sigue sorprendiendo la cantidad de calidad que queda por descubrir.

    a usté le debo, entre otras, la demo de fullmoon (del especial polonia) o el disco de isvind (de los diez infravalorados de julio), así que gracias.

    • ¡Me alegra leer que lo que hacemos por aquí da sus frutos! Yo también exploro regularmente otras páginas del mismo estilo, o algún podcast como Metalenema. De hecho es mi fuente principal de material, porque sin un cribado previo o al menos algunas pistas uno perdería demasiado tiempo y salud mental escuchando mediocridades.

  4. […] Una de las cosas más gratificantes de llevar una página web sobre música es poder recibir recomendaciones directas por parte de lectores y oyentes a las que de otra forma probablemente no sería posible acceder. El ejemplo más reciente de ello es este disco de los argentinos Helcaraxe, que llegó hasta mi correo enviado por alguien que firmaba como Endless Mourning y a quien estoy inmensamente agradecido. Esta vez el mensaje no contenía ningún material en exclusiva, sino dos enlaces a sendos álbumes en YouTube que individualmente no llegan siquiera a las mil visualizaciones, en otra buena muestra de metal “oculto a plena vista”, tal y como lo definimos hace poco. […]

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