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El black metal como arte

Cómo conecta la música con el alma


 Se han producido saltos enormes en cuanto al nivel de habilidad dentro del género del black metal. Mientras los baterías de black metal solían ser motivo de burla para cualquiera que hubiera pasado de las primeras lecciones de percusión, ahora es fácil encontrar un candidato suficientemente cualificado en cualquier concierto. La forma de tocar las guitarras ha alcanzado un nivel de precisión que los fundadores del género nunca habrían imaginado, y los nuevos grados de técnica a la hora de tocar trémolos, sweeps y arpegios eclipsan los viejos métodos.

 Grandes avances han tenido lugar hasta en los grupos más simplistas. Las estructuras de las canciones son bien conocidas en todas sus variantes, y los grupos actualmente son tan competentes en este punto que pueden decir a simple Francis Scott Fitzgerald - The Great Gatsby vista qué tipo de canción debe construirse en torno a un riff para complementarlo. Todo es menos torpe; sabemos cuáles son los mejores ritmos para que el público se mueva, y qué pasos podemos saltarnos sin causar desconexiones abruptas. Existen proporciones que regulan la relación entre riffs melódicos y descargas átonas, manuales para hacer entrar los teclados y desaparecer los patrones de percusión, tablas para el uso de voces dobles... el black metal es casi una ciencia, ahora mismo.

 Estéticamente, hay mucha menos confusión y bastantes menos errores. Ningún grupo de hoy en día sacaría un vídeo tan cutre como el que grabaron los de Immortal, y a nadie se le iría la pinza como a Burzum, hasta el punto de sacar esos flyers tan burdos y tan poco black metal. Ningún grupo que se tenga algún respeto recurriría hoy al batiburrillo de material empleado por esta gente en los primeros tiempos, con cuerdas mal calibradas, púas de una anchura equivocada, amplificadores y pedales incorrectos y hasta baterías mal organizadas para la tarea que les espera... No, tenemos mucho mejor dominado el arte del black metal, a estas alturas.

 Hemos desarrollado tanto el género con respecto a los fundadores que es dudoso que alguien pueda volver a escucharlos hoy en día. Sólo con oír esos riffs tan pobres y esos arreglos de teclado propios de aficionados, viendo esas fotos tan cutres y escuchando ese sonido tan poco profesional cualquiera se da cuenta de que a día de hoy no irían a ninguna parte. Hemos llegado tan lejos que probablemente no necesitemos a Immortal, Burzum, Gorgoroth, Enslaved, Mayhem, Emperor, Varathron o Bathory; tenemos grupos que son mucho mejores en lo que hacen.

 Sin embargo, hay una diferencia crucial: el último CD de Summoning (de 2006) puso de manifiesto sin lugar a dudas que el black metal que preserva el sentimiento épico de un antiguo esplendor, la sensación de abandono en mitad de los peligros de la noche, que libera nuestras almas de la frustración preventiva ante la moralidad y las éticas del beneficio, aún puede ser creado. ¿Cuál fue la diferencia? Summoning no parece haber variado su técnica o su equipo desde 1993 o así. La respuesta es simple: está en la composición.

 Después de todo, cada pieza musical tiene dos partes, interna y externa. La parte externa es cómo suena, incluyendo a qué velocidades la tocas, qué instrumentos usas, cómo suenan las voces y qué efecto tiene la producción. La interna son las notas y las relaciones que determinan la sincronización entre ellas así como la estructura de la canción, es decir, qué frase musical sucede a la anterior y cómo entre todas te transportan desde un estado inicial hasta una mentalidad distinta al final de la canción o la sinfonía. Una pieza musical bien articulada se reconoce al tocarla a la mitad de velocidad en un mirlitón, al doble de velocidad en un teclado Casio, o al retomarla con una guitarra acústica, aunque originalmente fuera creada por un grupo de metal.

 Los mejores grupos de la historia del metal crearon canciones que eran así de características, y lo que las hizo serlo no fueron permutaciones aleatorias o impredecibles, sino el hecho de que todas sus partes tenían sentido conforme a cierto orden diseñado para comunicar algo específico. El objetivo era que el público apreciara una experiencia, y la música era el método. Enfocando el problema desde este ángulo, los artistas terminaron creando obras que no sólo resultan reconocibles entre otros miles de obras, sino que también consiguen capturar nuestra imaginación aún a día de hoy. Decimos: "esa canción expresa..." y entonces la relacionamos con una parte de nuestra vida que hemos tenido que superar y puede que volvamos a afrontar de nuevo. A veces es una emoción, a veces una condición: frustración, pérdida, fatalismo, exuberancia.

 Es la parte interna de la música (la composición) lo que distingue el arte del entretenimiento. El entretenimiento es pegadizo, puedes marcar el ritmo con el pie, quizá seguir la letra, y puede que incluso lo recuerdes, ¿pero acaso le ha dicho algo a tu alma? ¿Te ha llevado hasta el otro lado a través una experiencia, de forma que puedas afirmar que has aprendido algo de esa canción o sinfonía? El arte llega a un nivel mucho más profundo que el entretenimiento y explora el núcleo existencial de nuestra supervivencia, es decir, el delicado equilibrio de elecciones por el cual tomamos decisiones que determinan cómo vivimos nuestra vida.

 El entretenimiento responde a la misma función básica por la cual compramos cosas, pagamos impuestos, soportamos un trabajo, hacemos uso de prostitutas y nos limpiamos el trasero. El arte es heroísmo en la batalla, el arte es un amor que dura toda la vida, el arte es el gozo del descubrimiento, la fuerza motriz de nuestra voluntad y personalidad; el arte es todo lo que hace que la vida no sea simplemente soportable, sino que alcance un estado mental superior, una “trascendencia” a través de la cual accedemos a una concepción espiritual del sentido de la vida sin tener que recurrir a dioses imaginarios del cielo, demonios del infierno, etc.

 Cuando pienso en el metal, pienso en el mejor, porque no quiero desperdiciar mi tiempo escuchando nada que no sea lo mejor. Esto es mucho menos una muestra de elitismo, o la percepción de que mi propia posición es lo suficientemente importante como para requerir lo mejor, que la idea de tomarse en serio el tiempo de que uno dispone. Nunca tengo todo el tiempo que podría emplear. A diferencia de la mayoría de la gente, no necesito la televisión porque normalmente no tengo horas de sobra en las que no sé qué hacer con mi vida. Es mucho más lo que quiero hacer en esta vida que lo que puedo hacer. Entonces, ¿por qué llenar las horas con algo que no sea el mejor arte? Esto sólo tiene sentido si no valoras tu tiempo, o no tienes idea de cómo divertirte, ni ningún propósito en la vida más elevado que consumir (y a personas así yo siempre les pregunto: ¿por qué molestarse con el metal, cuando la música rock es más fácil y más variada?).

 Deberíamos apuntar alto en lo que escuchamos, a menos que estemos tan fascinados por la actividad de estar involucrados en la música que la música en sí misma no importe, porque cualquier tipo de música nos dará la excusa para involucrarnos. Los que piensan de esta forma suelen ser meros aficionados que “se involucran” durante unos cuantos años y después lo dejan todo tan rápido como lo adoptaron, pero más discretamente, para encontrar alguna otra diversión. Esta gente no se toma en serio el metal como arte, así que para compensarlo, se toman “en serio” todo tipo de accesorios: ropa, símbolos, conducta, grupos sociales, drogas, porno, películas de terror... no importa lo que sea con tal de que lo haya en cantidad suficiente para mantenerlos ocupados.

 A diferencia del entretenimiento o los productos funcionales (el porno), el arte requiere que miremos hacia dentro y nos demos cuenta de que lo que hace grande a una obra es su habilidad para transmitir un viaje: el arte no es como un ensayo, que comunica haciéndonos ver una serie de pensamientos lógicos, el arte comunica embarcándonos en un recorrido por una experiencia que representa la idea que desea transmitir. Por ejemplo, en El Gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald nos muestra la ambición de los estadounidenses, y cómo ésta los empuja a distorsionar las apariencias para esconder su verdadera esencia, a la son incapaces de enfrentarse sin terminar por saber demasiado sobre sí mismos y perder su voluntad de vivir.

 El black metal nos introdujo en una atmósfera oscura y nos mostró que había sentido en su interior, haciendo que pasáramos de ser ajenos a ella a sentirnos lo bastante cómodos en su seno como para poder entenderla, y nos mostró a continuación cómo dicha atmósfera era capaz de sustentar nuestras almas de determinadas formas que la sociedad no podía ofrecernos. Había algo de magia en ello, de dejar que la existencia a la luz del día se desvaneciera y un mundo nocturno invisible surgiera ante nosotros, un mundo lleno de significado, en lugar de las formas externas que se muestran claramente a la luz del día para que puedan ser juzgadas por igual o tasadas con un valor pecuniario... Nuestro mundo diario es un mundo de productos y juicios morales basados en recuentos de personas, burocracia y utilitarismo, un mundo de moralidad individual y propiedad; el mundo nocturno no tiene ninguna de esas normas y nos libera para que demos rienda suelta al contenido de nuestros sueños, a las visiones de grandeza que acompañan a todo lo que sea lo bastante importante como para llegarnos al alma, a lo que intuimos que es el sentido de nuestra vida: ése es el arte del black metal.

 Los que hacen black metal ahora (salvo un puñado de excepciones) practican un género obsoleto porque, aunque hayan imitado con un éxito más que notable la apariencia y el sonido de los grupos originales de black metal, no logran reproducir el interior (la composición, la forma de crear las canciones, lo que hace que la música suene igual de bien en una guitarra acústica que grabada en un CD profesional), que es lo que hizo que los grupos originales fueran tan increíbles, y dio comienzo a todo el género. Cabe señalar que lo que recordamos son los grupos buenos, y nos contentamos con dejar de lado a otros grupos del montón, como Forgotten Wolves, Ritual o Goatlord: se trataba de simples erratas.

 En el futuro, sea lo que sea lo que el metal herede del black, necesitará una exploración más detallada del mundo nocturno de emociones internas y percepciones oscuras, ya que mientras la obsesión original del black metal era retratar la diferencia entre el mundo de la luz (utilitario, basado en formas externas) y el de la oscuridad (cosas invisibles a la luz del día pero liberadas de noche, basadas en cualidades internas como las emociones y el intelecto), ahora es preciso realizar una exploración mucho más profunda. Sabemos que el otro mundo existe, necesitamos ver sus detalles y su amplitud, encontrar de nuevo en él la inspiración bajo formas que podamos traer de vuelta al mundo de la luz. El escapismo no es suficiente, y separar simplemente la luz de la oscuridad tampoco lo es; las exuberantes incursiones descendientes de Emperor, el ansia viajera oscura y cavernosa de Burzum o los cultos ancestrales de Enslaved pueden volver a comprenderse en toda su plenitud, pero nuestro objetivo no es ya mostrar al mundo que lo que queremos es conferirle más sentido.

 Se trata de un espíritu romántico, un espíritu gótico, una visión oscura de qué es lo que ocurre cuando los ojos que controlan el mundo actual se van a dormir; la noche es la liberación de la función, pues la mayoría de la gente está ocupada preparándose para su próximo día de trabajo, escuela o jubilación, todo ello igual de vacío. Por la noche uno puede descubrir las razones de por qué está vivo, e inevitablemente, éstas están ligadas a la muerte potencial y la ausencia de significado que nos rodean: así como la oscuridad nos muestra la luz por contraste, la nada nos muestra lo que valoramos. Si hubiera tanques enemigos entrando por tu calle, ¿a quién o qué tratarías de salvar?

 El black metal de ahora es un producto superficial porque aquellos que podrían inventar el mundo por dentro se han marchado casi todos, y nadie ha escrito nuevas canciones que nos muestren la belleza y el poder del mundo místico que el black metal creó. A diferencia de la propaganda, esas canciones existieron primero como experiencia sensual, como aventura, pero para que este viaje pueda captar nuestra imaginación, es necesario que ahonde en las regiones oscuras de nuestro subconsciente, que conoce el mundo natural mejor que nuestro yo de la luz del día, condicionado socialmente; pero esta mentalidad propia del black metal incluye muchos aspectos de los que deseábamos renegar, incluyendo el medievalismo del black metal, su amoralidad, su nacionalismo, su misticismo trascendental y su violencia.

 A día de hoy, la gente aún teme estas zonas peligrosas. Sin embargo, han perfeccionado el arte de imitar el black metal. Ahora podemos hacer que Britney Spears suene como Immortal usando un simple ordenador doméstico. Pero se trata de una era vacía para el black metal, una inversión de su creencia fundamental en el mundo interno y su rechazo del mundo externo; el black metal de hoy es como un producto o un molde diseñado para ser procesado por una máquina, porque se centra en la forma externa y en permutaciones de fórmulas conocidas y exitosas de sonidos, inventadas hace más de una década. Está estancado porque sólo es capaz de remodelar lo externo, y rehúye el espíritu y el significado que están más allá de la música... Los fans ya no necesitan comprar discos de Darkthrone o de Immortal, porque estos grupos ya no son relevantes. Entienden el mito del black metal como lo verían en la escena de una película, ¿pero acaso entienden cómo podrían ser vividas las ideas que están detrás, cómo podrían dar sentido a la vida?

 Cuando cambie esta concepción, el metal de calidad volverá, y que lo haga en una nueva forma o una forma antigua es irrelevante. No tendría sentido abandonar la flexibilidad del léxico desarrollado durante los años del death y el black metal, porque supone la mejor adaptación de una voz artística que se ha encontrado hasta ahora para el metal, pero lo más importante es lo que se diga con ella. No sólo las melodías, sino lo que representan... los paisajes a los que nos transportan, las incursiones nocturnas a las que nos impulsan. El arte es más que aquello que le sirve de soporte, el arte es la aventura a la que él mismo nos embarca, y cuando nuestros espíritus acepten de nuevo la sagrada tarea de alimentar la imaginación, el metal volverá a tener la fuerza que tuvo en la era 1990-1995.


(traducción del artículo Black Metal as Art publicado en el Dark Legions Archive el 14.04.2006, traducido por Pudrencio, revisado y editado por Belisario)





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