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JUNIO DE 2020 - XENOGLYPH - MYTHARC (2020)


 Por lo general acostumbro a rastrear la red en busca de novedades interesantes para comentar en este espacio, pero en alguna ocasión el material llega a mí directamente. Ese ha sido el caso de este disco, el debut de Xenoglyph, que apareció hace un mes en el buzón de correo de esta página. Pese a que el formato físico disponible es exclusivamente la casete, me gustó que en su web de Bandcamp se vendiera el álbum digital por solamente un dólar, así que opté por comprarlo en lugar de pedirles una copia promocional. Peor impresión me dio la discográfica que lo publica, Glossolalia Records, que por lo que he podido investigar se centra en formaciones que se definen como “experimental black metal/noise”, cuyo nexo en común parece ser que entre sus miembros figura casi siempre la persona a cargo del sello, con un grado de endogamia un tanto inquietante. Por fortuna, Xenoglyph no se ubica dentro de esas coordenadas, y a diferencia de los rockeros frustrados con ansia de llamar la atención que -con honrosas excepciones- suelen esconderse detrás de los proyectos autodenominados “experimentales”, esto sí es black metal y parece haber sido creado con un interés genuino por hacer música con contenido.


Xenoglyph - Mytharc (Glossolalia Records, 2020)


 Nada más comenzar la primera pista, llama la atención la producción marcadamente cálida y suave, que recuerda de inmediato a Sorcier des Glaces. Esto no es ninguna coincidencia, ya que Sébastien Robitaille, el cerebro de dicho grupo quebequés, ha sido el encargado de mezclar y masterizar este material. El estilo podría calificarse de “espacial”, pero en un sentido bastante original, muy distinto de otros grupos que se han definido mediante ese mismo adjetivo, como Desecresy, Mithras o Nocturnus, quizá porque todos ellos se situaban dentro del ámbito del death metal. En su sonoridad y enfoque traen también a la mente a sus compatriotas Polemicist, que bebían asimismo claramente de Sorcier des Glaces, con abundancia de trémolos melódicos y fluidos, batería muy liviana y una voz relativamente discreta colocada muy atrás en la mezcla, de tal manera que la atención queda fijada en el guitarreo escalonado en múltiples capas, muy similar al que podía oírse en North (2016). En esta sobreabundancia de guitarras se funden algunos teclados y efectos de sonido, como campanas, en un conjunto tan compacto que es difícil determinar dónde empieza y dónde termina cada instrumento.

 Sorprende no poco que el propio grupo se autodefina como “avant-garde”, un término empleado en los años noventa para designar a las formaciones que mezclaban el black metal con variados subgéneros del rock hasta hacerlo casi irreconocible, para bien o para mal (Fleurety, Ved Buens Ende, In the Woods...), y que últimamente tan sólo es reivindicado por grupos excesivamente heterogéneos que buscan más epatar que crear música sólida. Aun cuando a veces suene un poco a los más recientes Blut aus Nord, tampoco es rock atmosférico al uso, más que nada porque funciona mediante riffs y no vendiendo humo y languidez vacía. Mytharc es sencillamente black metal melódico, porque no hay mejor manera de describir un disco repleto de melodías, principalmente cromáticas, que suenan melancólicas y cadenciosas y saben evolucionar, alternando a veces con partes algo más movidas, pero siempre sumergidas en la misma atmósfera onírica y sugerente. Aunque las transiciones suelen ser demasiado obvias, con escasa audacia compositiva, las canciones funcionan en un sencillo equilibrio entre frases más ásperas y recias y otras repletas de melodía, que puede ser épica, solemne o misteriosa, todo ello firmemente anclado por las omnipresentes guitarras que mantienen fijo el rumbo y otorgan claridad y sustancia.




 Junto a sus virtudes y su innegable atractivo, el disco encierra también algunos aspectos negativos que le restan bastantes enteros. En ocasiones abusa de la repetición de un mismo motivo demasiadas veces sin conseguir siempre que llegue a desarrollarse por medio de la interacción con el resto de elementos. Un mismo riff se repite en exceso sin generar la necesaria sensación de avance, e incluso las melodías épicas que entran en tromba para alterar el flujo de más de una canción resultan un pelín forzadas, como si les faltara el encaje adecuado con el resto de la estructura. Estos defectos probablemente se observen mucho mejor en los temas más largos, especialmente el último, donde salta a la vista la falta de cohesión entre las partes. Así, la quinta y última pista (“Repression Regime”) se divide en una primera mitad larga, más o menos homogénea, hasta que entra un riff crudo de guitarra que se repite sin variar demasiado durante toda la otra mitad, dando una impresión de simpleza unidimensional, porque pasan muy pocas cosas en el transcurso de cinco interminables minutos.

 A pesar de las pegas antes mencionadas, en términos generales el álbum funciona bien, y aunque quepa más hablar de ejercicio de estilo interesante que de discazo sin paliativos, no deja de ser un debut brillante. El parecido que ya señalamos anteriormente con el reciente primer disco de Polemicist alberga dos importantes diferencias: Xenoglyph tiene un sonido más único y personal, pero carece de la lograda interacción de riffs que caracteriza a Zarathustrian Impressions. A la larga, eso acaba situando a Mytharc por debajo de su competidor después de las primeras escuchas, una vez disipado el efecto sorpresa. Aun así, otro rasgo que los une es que el debut de Xenoglyph muestra el mismo potencial de mejora para convertirse en algo mucho más grande si consigue desbastar la propuesta inicial y profundizar en ella. Eso ya es cosa del futuro; por el momento podemos hablar de una ópera prima muy destacable, tan atractiva como evocadora, que convence por su personalidad y solidez.


Belisario, junio de 2020





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