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MAYO DE 2020 - GONTYNA KRY -
IGNIPOTEN (2018)


 Este mes me gustaría rescatar un disco que pasó muy desapercibido en el momento de su publicación, al menos para mí, y acabé descubriendo recientemente con gran asombro y agrado. A estas alturas del siglo, pocos esperábamos ya que un grupo como Gontyna Kry volviera a sacar material nuevo, tras muchos años de exilio en suelo británico sin nuevas publicaciones, y sin embargo su líder y miembro casi único durante la última década, Warterz Neur, sorprendió a los pocos que estuvieran atentos con una fantástica pieza de metal sinfónico capaz de superar todas las expectativas o prejuicios que uno pudiera tener. Lejos quedan los días en que Gontyna Kry era un grupo de black metal pagano de influencias folk, con una formación completa y radicado en Koszalin, al noroeste de Polonia, tal y como evocaba su primer cantante, Wilczygniew Kurhan, en la entrevista que le hicimos en 2012, pero esta nueva versión de la misma entidad no desmerece en calidad ni originalidad las altas cumbres alcanzadas en su encarnación primigenia.


Gontyna Kry - Ignipoten (Wolfspell Records, 2018)


 En comparación con su material más clásico, Ignipoten sorprende por un enfoque técnico y disonante más propio del death metal, aunque en todo momento subyace la melodiosidad de los teclados y la majestuosidad black metal de otros tiempos, que recuerdan a los primeros Emperor, Kvist o Gehenna, unidos a la querencia que el grupo siempre tuvo por la inmediatez del thrash metal, un rasgo que desde el principio los distinguió de la legión de compatriotas imitadores de Graveland. Se ha dejado atrás la presencia de guitarras acústicas y melodías nostálgicas, pero eso no es algo que se eche demasiado de menos, teniendo en cuenta la gran coherencia de la fórmula actual, unitaria y centrada. A diferencia de sus grabaciones más recientes, la batería no parece programada, lo que mejora mucho la impresión global. No obstante, lo más importante aquí son los riffs, conseguidos y sobresalientes, que alternan entre escalas cromáticas muy llamativas, acordes de quinta bien espaciados y breves melodías disonantes, manteniendo siempre una atractiva variedad. Warterz Neur se recrea además con multitud de solos veloces y virguerías de guitarra con una soltura nunca antes oída en Gontyna Kry, lo que revela lo mucho que ha mejorado como guitarrista quien ya antes era un avezado compositor.

 Precisamente la composición es el pilar más sólido de este álbum, que retoma la grandiosidad épica de su debut, Krew naszych ojców (2001), imprimiéndole una mayor intensidad y potencia. Como corresponde a las formaciones cuya música puede definirse como “metal sinfónico”, los teclados se emplean con una profusión que en muchos otros grupos podría rozar el ridículo, pero aquí funciona a la perfección al limitarse a un apoyo o telón de fondo, sin asumir nunca un rol de voz principal que haría pensar en un proyecto de tecnopop o en la banda sonora en midi de un videojuego antiguo. Esta preeminencia se ve también compensada por la capacidad del grupo para acelerar el ritmo en los momentos apropiados, asegurando un buen equilibrio entre asaltos rápidos y partes más cadenciosas y solemnes. De esa manera se consigue mantener en todo momento una atmósfera bélica y marcial acorde con la temática, fusionando así la forma con el fondo. Concretamente, las letras son una evocación del paganismo desde un punto de vista alegórico y abstracto, desmarcándose de las implicaciones políticas de antaño para concentrarse en el aspecto espiritual y existencial, y haciendo gala de un simbolismo recurrente, que gira en torno a la victoria, la creación y la eternidad. El encargado de recitarlas es Piąty, vocalista y compositor de Kataxu, que realiza aquí un fantástico desempeño en su lengua materna.



 En honor a la verdad, es preciso mencionar dos pequeños detalles que podrían ensombrecer ligeramente el disco. El primero es el puñado de versos cantados con voz limpia, que sirven de transición entre secciones pero desentonan un poco con el resto de elementos. Por suerte el grupo no se recrea excesivamente en ellos, y su aparición no es ni mucho menos sistemática al estilo deathcore. Otro posible defecto sería la extensa duración, que alcanza casi una hora completa, pero ante esta objeción cabe replicar que no estamos ante el típico disco de canciones uniformemente largas y visiblemente estiradas más allá de sus posibilidades. En lugar de ello, las doce pistas de Ignipoten tienen duraciones dispares, siendo algunas de ellas temas breves o incluso escuetos interludios, y todas ellas tienen en común una estructura bien medida y planeada que justifica su extensión concreta. No en vano, estamos ante el fruto de diez años de trabajo, con un grado de condensación del que muchas de las formaciones más prolíficas deberían tomar nota.

 El resultado es tan compacto como original, y en cierto modo podría definirse como un cruce entre Emperor y Deeds of Flesh, una combinación tan curiosa como inusual que realmente no admite demasiados paralelismos, ni siquiera dentro de la discografía del propio grupo, ya que apenas empezaba a atisbarse algo parecido en sus predecesores más cercanos, The Blood of Our Fathers y Arystokracja Ducha (2008). A ello contribuye sin duda el hecho de haber desarrollado su estilo hace ya mucho tiempo y no dejarse enredar por influencias posteriores o genéricas, mostrando con orgullo sus raíces mientras avanza con firmeza y decisión hacia la conquista de nuevos territorios, sin miedo de mezclar géneros y recursos diversos si ello ayuda a expresar su visión. En este disco se escuchan los ecos de pureza inspirada de su mítica demo Welowie, así como la majestuosidad y atmósfera de Krew naszych ojców, pero todo ello sometido a un desarrollo minucioso y consciente que le otorga personalidad propia y un carácter único, haciendo de este álbum discreto un fabuloso tesoro por descubrir.


Belisario, mayo de 2020





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