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ENERO DE 2017 - DISCO DEL MES:
SERPENT ASCENDING - ANANKU (2016)


 Escogido como favorito del año en la lista de deathmetal.org para 2016, la recepción de este título no deja por ello de ser conflictiva, habiendo sido objeto nada menos que de cuatro reseñas en dicha página, dos de ellas positivas y las otras no. Yo mismo no escuché el disco hasta hace pocas semanas, y me costó digerirlo en un principio, como suele ocurrir con los grupos/álbumes que no suenan del todo a lo que uno está acostumbrado, es decir, al sonido de las formaciones en las que militaron anteriormente los mismos músicos. Serpent Ascending es una one-man band de Helsinki cuyo artífice, de nombre Jarno Nurmi, también es conocido por ser la mitad del dúo Desecresy, concretamente el encargado de poner las voces. Este primer larga duración con su proyecto en solitario tiene claros ecos de Desecresy, pero son más superficiales que otra cosa, de ahí que quien, como un servidor, aguardase algo en la línea de dicho grupo quedara un tanto desconcertado pasadas las primeras escuchas. Tras varias inmersiones empecé a percatarme de que las apariencias engañaban, y bajo un aspecto de metal minimalista y sobrio se escondían virtudes sutiles imposibles de detectar a simple vista. Tanto es así que, una vez decidido a escribir una reseña completa sobre este disco, la toma de notas previa a la redacción ha sido una de las más intensas que he tenido, no tanto por la brevísima duración del álbum como por la gran cantidad de elementos subyacentes que engloba. Es posible que esta música no sea del agrado del oyente medio de metal underground por lo aparentemente simple y deslustrado de la fórmula, pero precisamente por ello quizá cualquier melómano en general pueda tratar de acceder a ella, porque al contrario de lo que suele ocurrir con el metal, aquí no hay excesos ni saturaciones que por su acumulación desanimen al menos curtido.


Serpent Ascending - Ananku (I, Voidhanger Records, 2016)


 El estilo de Serpent Ascending es, como hemos dicho, de aspecto sencillo y minimalista, construido a base de capas al modo de Desecresy, lo que redunda en cierto efecto atmosférico que es más una primera impresión que otra cosa, porque las canciones aquí son breves y dinámicas, y su cometido es contar historias antes que pintar paisajes. Esta voluntad narradora se manifiesta en la labor de la guitarra solista, que desgrana punteos y riffs muy melódicos prácticamente heavy metal por encima de la línea rítmica, de forma muy parecida a lo que hacía Therion en la época del Beyond Sanctorum pero con mayor brío y en combinación con cambios de ritmo muy marcados, drásticos incluso a veces, y los consiguientes virajes de ambiente y dirección. Muchos pasajes están encaminados por riffs básicos pero muy característicos, cuya sucesión determina con naturalidad una progresión dentro de cada tema, a la que contribuyen las texturas netamente orgánicas, nada asépticas, y el ritmo cadencioso e hipnótico. El conjunto es suave y fluido, más sugerente y misterioso que melancólico, y ello a pesar de que las canciones sean muy diversas tanto en duración como en contenido, de nuevo otra semejanza con los primeros Therion. Las estructuras se adaptan a las temáticas abordadas y a la dirección trazada, con evoluciones muy claras y partes tan diferenciadas que recuerdan a las primeras composiciones de Burzum. Las repeticiones son muy escasas y da la impresión de que todo va muy rápido, porque el disco apenas tiene relleno y la concisión es máxima, lo que termina de revelar que estamos ante una obra que desea resultar sencilla e intuitiva, y lo consigue mediante una planificación milimétrica y un minucioso desbastado.



 Se podría decir que Ananku no suena a death metal, no al menos como se suele entender el concepto, y más parece algún tipo de híbrido ochentero poco preocupado por la coherencia genérica. Sus canciones comparten rasgos comunes, pero la forma de organizarlas es tan dispar que el resultado no es nada homogéneo, a pesar de la habilidad con la que se solapan para que no haya prácticamente un respiro durante su escasa media hora de duración. La percusión es discreta pero eficaz, limitándose a proporcionar una base a la evolución de las guitarras sin renunciar a realzar en ocasiones los puntos más intensos. Mención aparte merecen las voces, que oscilan en gran medida entre cánticos solemnes y lúgubres y los habituales rugidos caninos propios del death metal, sin que en ningún momento las letras resulten inteligibles hasta que uno echa un ojo a los textos y se sorprende positivamente al encontrar pequeñas historias más o menos difusas sobre temas dispares, pero siempre marcadas por una reflexión profunda sobre determinadas vivencias o ideas. Algunas de ellas parecen incluso poemas escuetos en los que buena parte de la gravedad estriba en la elección de las palabras adecuadas, una forma de composición que en el caso de Finlandia sigue la noble tradición de poetas como Eino Leino. A modo de ejemplo, cabe destacar que la canción en dos partes que da título al álbum parece la descripción de una violación, literal o metafórica, mientras que el corte de conclusión es una reivindicación de la masculinidad, asuntos ambos tan inusuales como dignos de interés. Ésta es una más de las características singulares que hacen de Ananku un disco peculiar más allá de la simplicidad aparente, como un arroyo visiblemente anodino que en el fondo de su lecho esconde una corriente viva de lo más particular. Probablemente no tengamos aquí una obra capaz de revolucionar el metal a gran escala, pero sí un trabajo que, escuchado con atención, revela un contenido único y personal que, si se le dedica el tiempo suficiente, acaba por dejar huella, lo que tal vez podría acabar influyendo en alguno de los futuros músicos más inconformistas.


Belisario, febrero de 2017





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